Algunos historiadores y arquitectos señalan al Palacio de los Capitanes Generales (también conocido como Casa del Cabildo en documentos antiguos) como la joya arquitectónica del período colonial. Su ubicación a modo de colofón de la Plaza de Armas, mirando al Templete -y su simbolismo de la ceiba y la columna de Cajigal-, franqueada por el Palacio del Segundo Cabo y la popularísima calle Obispo, la hacían acreedora de todos los elementos necesarios para materializar en piedra el aura del poder colonial español en La Habana.

La posición elegida para levantar este monumental edificio responde a cuestiones históricas sin resolver (brevemente explicadas en el artículo referente a la Parroquial Mayor de la Plaza de Armas), acrecentadas por el crecimiento en importancia y poder de la Isla de Cuba, sobretodo tras la salida de las tropas inglesas de la ciudad en 1763.

Palacio de los Capitanes Generales

Las necesidades de juntar en una edificación consistente la Casa del Cabildo y la Cárcel, que estuvieron dando vueltas durante varias etapas por la zona de la Plaza de San Francisco y alrededores, eran acuciantes tras el paso del ciclón Santa Teresa en octubre de 1768. El antiguo Cabildo y Cárcel se caía, literalmente, a trozos si hacemos caso de las distintas cartas que enviaron hacia la península los anteriores regidores españoles.

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Esta litografía de Federico Mialhe realizada a comienzos de la década de 1840 muestra el aspecto original del Palacio, sin el asta de la bandera ni el reloj, elemento que se incorporaría a mediados del siglo XIX durante el gobierno del Capitán General José Gutiérrez de la Concha. Como curiosidad la torre del fondo pertenece al antiguo Iglesia y Convento de San Juan de Letrán, desaparecido y luego reconstruido por la Oficina del Historiador de la Ciudad

Por cuestiones del destino la ejecución aprobada en 1769 por Real Orden fue alargándose durante años, común proceder del período, aunque este retraso, como bien sentenció el Capitán General Felipe Fondesviela (marqués de la Torre), terminaría favoreciendo el resultado final de la obra, inicialmente proyectada por Silvestre Abarca.

Valiendo aquello de que «yerba que está pa’ ti no hay vaca que se la coma» la confiscación de la antigua iglesia jesuita de la Plaza de la Ciénaga en 1772 facilitó el traslado de la vetusta Iglesia Parroquial, permitiendo a su vez al marqués de la Torre presentar un plan aún más ambicioso de remodelación de la Plaza de Armas y alrededores. Dentro de este plan concertado (y presentado un 23 de enero de 1773) se encontraba el terreno:

«en que pueden situarse las Casas Capitulares y Cárcel. con agregación de la vivienda para los Gobernadores, a imitación de la Real Casa de Correos (Palacio del Segundo Cabo) que se está construyendo magnífica en el lado norte con lo que mejoran de situación con respecto a la que hoy tienen, sirviendo al mismo tiempo de singular ornato a la entrada y primer punto de este esclarecido pueblo … »

Quedando dispuesto el comienzo de las obras en 1776, no sería hasta 1790 que el primer Capitán General, el ilustre don Luis de Las Casas, pudo residir en él. Se alargaron durante unos meses más algunas faenas hasta que a finales de 1791, se bendijo la sala capitular donde se realizarían las sesiones administrativas, fungiendo así desde 1791 hasta 1920 el gobierno principal de Cuba.

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Imagen fechada entre los años 1860 y 1870

Una vez finalizado el Palacio Presidencial, con el consecuente traslado del presidente de la República de Cuba a aquel flamante edifico, el antiguo Palacio de los Capitanes Generales hospedó al Ayuntamiento de La Habana (y en su entresuelo tuvo la primera Oficina del Historiador de la Ciudad el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring) hasta el 11 de diciembre de 1967 cuando en sesión solemne se consagró como Museo de la Ciudad, función que aún realiza.

Diseño y construcción

El hecho de que fuese un habanero, el ingeniero militar Antonio Fernández Trevejos, quien realizase gran parte del proyecto del futuro Palacio de los Capitanes Generales fue una fortuita coincidencia producto de la dilatación en comenzar las obras. La firma de Trevejos está presente en otras grandes construcciones del siglo como el mencionado Palacio del Segundo Cabo, la Alameda de Paula, el Teatro Coliseo o el Paseo Militar de Isabel II, más conocido como Paseo del Prado.

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Los reconocidos árboles de la Plaza de Armas no estaban cuando se tomó esta foto a comienzos de 1895. Por la Puerta de la calle O’Reilly, a la izquierda de la imagen, ingresó Armando André con un maletín bomba en un intento de volarlo por los aires en 1896 (la historia aquí)

El arquitecto Joaquín Weiss señala que si bien gran parte del proyecto recayó en el habanero es imposible no reconocer la mano de Pedro de Medina, el prominente constructor gaditano que dejó varias obras en La Habana en aquel siglo, e incluso no descarta Weiss que parte del proyecto final tomase ideas de lo proyectado inicialmente por Silvestre Abarca. En particular a Medina le adjudica:

«en su calidad de maestro mayor de albañilería… algunas de las formas barrocas que realzan este edifico, tales como la puerta lateral de la calle Obispo, muy semejantes a las que existen en otras obras de esta época y que hemos atribuido a él o a su escuela de aparejadores gaditanos».

Las obras de 1835

El arquitecto Evelio Govantes, con motivo de la reconstrucción llevada a cabo en 1930 por el estudio Govantes y Cabarrocas, señalaba al año 1835 como el de finalización de las obras del Palacio, cuando el ingeniero Manuel Pastor terminó de realizar serias remodelaciones a la obra principal, bajo el amparo del Capitán General Miguel Tacón.

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En un período entre 1898 y 1899 las tropas americanas acamparon en la Plaza de Armas hasta que la situación del país se estabilizó medianamente

Aquellas obras sacaron la Cárcel de la zona posterior del Palacio (vista a calle Mercaderes) -para ello se destinó a los presos al Castillo del Príncipe mientras se construía la Nueva Cárcel o Cárcel de Tacón en la entrada del Paseo de Isabel II-, usando esta zona que habían ocupado los presos comunes para ampliar la residencia del Gobernador; regularizando además toda «la fachada, pobremente tratada, sin órdenes arquitectónicos y con pequeñas ventanas fuertemente enrejadas«. En el interior realizó múltiples transformaciones que han sido respetadas por las subsiguientes remodelaciones, permitiendo que en gran medida el orden interior del edificio actual sea el de aquel proyecto de Manuel Pastor.

Debemos agradecer entonces a Pastor la espléndida unidad exterior del edifico, cuyo carácter más logrado y limpio quedaba acorde con la morada del Gobernador de la Isla de Cuba, redondeando el proyecto inicial. Una decisión polémica fue la de añadir el portón principal de mármol, que constaba con el escudo real en la parte superior del mismo, hecho este fuertemente criticado por varios arquitectos de la época por romper con el estilo y carácter general del Palacio.

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Palacio de los Capitanes Generales en una postal de 1900

Govantes y Cabarrocas en 1930

Tras las obras realizadas por Pastor el Palacio de los Capitanes Generales recibió otro retoque en el interior en 1860 cuando se removieron dos patiecillos interiores y la habitación del conserje que daban hacia el interior del patio. Se modificaron algunas estancias que daban hacia la calle Mercaderes para ser usadas como espacios comerciales (posteriormente eliminados debido al crecimiento de las funciones del mismo) ganando el erario público un dinero con su alquiler y sobretodo lo más trascendente de este período fue la colocación de la estatua de Cristóbal Colón en el año 1862.

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La estatua de Cristóbal Colón permanece en el centro del antiguo Palacio de los Capitanes Generales

Durante los últimos años de gobernación española se hicieron otras modificaciones interiores, destacando las donaciones pictóricas de Miguel Aldama y de varios acaudalados criollos que se añadieron a la inmensa colección de retratos de los Capitanes Generales que habían morado en el mismo.

En el año 1930 se produjo un acto de evolución arquitectónica cuando los arquitectos Govantes y Cabarrocas realizaron varias transformaciones en el edificio. De aquella intervención profunda sobresale, por su carácter externo, visual y fácilmente identificable, la retirada del repello que recubría las paredes de piedra conchífera local. El resultado es el carácter de textura áspera y abundantes oquedades que podemos apreciar actualmente.

Museo de la Ciudad

En los años 60, coincidiendo con la toma de posesión de la Oficina del Historiador de La Habana del inmueble, se realizó otra serie de modificaciones para rescatar el valor patrimonial primigenio de algunas zonas del edificio que habían sufrido transformaciones de distinta índole a lo largo del tiempo.

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Don Luis de las Casas fue el primer Capitán General que habitó el edificio e inauguró la extensa colección de cuadros que representaba a los Capitanes Generales en Cuba y que se embarcó hacia España a finales de 1898

El actual Museo de la Ciudad posee valiosas colecciones del período colonial, destacando por sí mismo el aspecto exterior sobrio y robusto, que Weiss incluye dentro del género barroco clasicista.

Destacando la balustrada interior de la escalera, además del juego de columnas y arcos del patio, con su jardín que resguarda la estatua del Almirante Colón, ubicada hacia la entrada principal. Las columnas de su portal hacia la Plaza de Armas y la única calle de adoquines de madera de la capital son otro de los elementos exteriores que destacan a primera vista.

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Otra imagen del Palacio de los Capitanes Generales durante el período de intervención americana, nótese la bandera que ondea en el asta

En cambio, en el interior del edificio destacan además del Salón del Cabildo, el famosísimo Salón de los Espejos donde se realizó el traspaso de poder el 1 de enero de 1899, quedando sellado el fin de la dominación española en tierras americanas tras más de tres siglos.

Otro suceso trascendente ocurrido dentro del Palacio de los Capitanes Generales radica en haber albergado al único miembro de la Familia Real Española que visitó Cuba mientras estaba bajo el dominio español, la Infanta Doña María Eulalia Francisca de Asís, Infanta de Borbón e hija de Isabell II quien llegó a La Habana el 8 de mayo de 1893.

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Detalle de la entrada principal del Palacio de los Capitanes Generales en los años 50 del pasado siglo

Pero si hay algún lugar que merece ser visitado, además de ver las estatuas originales de La Giraldilla o del Monumento al Maine, es la sala del entresuelo dedicada al Dr. Emilio Roig de Leuchsenring donde se le rinde homenaje permanente al incombustible fundador del Museo y de la Oficina del Historiador de la Ciudad, figura fundamental para la historiografía nacional del siglo XX.