La calle Tacón se extiende de manera irregular y bordeando el castillo de la Fuerza, desde la calle Obispo hasta la Avenida del Puerto, frente a la fuente de Neptuno

Originalmente la calle Tacón se extendía entre Obispo y Empedrado (comenzaba en la antigua Pescadería), pero al realizarse las obras de ampliación de la Avenida del Puerto en 1928, se extendió por el costado occidental de la Fuerza hasta esta avenida, junto al parque José de la Luz y Caballero.

Al ser una de las calles más antiguas de la ciudad, a la vera de Tacón se encuentran algunos de los sitios y construcciones más emblemáticos de la vieja Habana como la Plaza de Armas, el Palacio de los Capitanes Generales, el Palacio del Segundo Cabo, las casas de Martín Aróstegui y Juana Carvajal y la ya mencionada fortaleza de la Fuerza.

De la calle Tacón a la calle Teodoro Roosevelt y viceversa

Originalmente la calle Tacón formaba parte de la calle Oficios que se extendía desde la Alameda de Paula, siguiendo su recorrido a través de la Plaza de Armas hasta la explanada de la Catedral donde tenía su origen.

Plano de la calle Tacón en 1853
Como sse observa en el Plano Pintoresco de La Habana publicado en 1853, originalmente la calle Tacón se extendía sólo desde Empedrado (junto a la Pescadería) hasta la calle Obispo.

Todo cambiaría, sin embargo, con la llegada en 1834 del nuevo Capitán General de la Isla, Miguel Tacón y Rosique, Marqués de la Unión de Cuba, quien sería recordado en el país por tres razones fundamentales: su profundo e injustificado desprecio a la oligarquía criolla, su carácter organizador y la considerable cantidad de obras públicas que realizara en beneficio de la capital cubana.

Apenas llegado a Cuba, Miguel Tacón se encargó de terminar las obras del Palacio de Gobierno, que llevaba medio siglo en construcción; y, como haría después con casi todo lo que ordenó construir en la Isla, le impuso su nombre al tramo de la calle Oficios que pasaba frente al edificio y se extendía hasta el boquete de la Pescadería.

El nombre de calle Tacón persistió hasta el 6 de enero de 1919, en que el Ayuntamiento de La Habana acordó, en homenaje al expresidente Teodoro Roosevelt, otorgarle ese nombre.

Tomando en consideración que el nombre de Miguel Tacón no le era simpático a los cubanos, por la manera despótica en que el general español había gobernado la Isla y el abierto desprecio que les profesaba a los criollos; cuando en 1936 el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring propuso el rescate de la mayoría de los nombres tradicionales de las calles habaneras la calle Teodoro Roosevelt mantuvo el suyo, como lo refrenda la Ley de 6 de ese año, firmada por el presidente José Agripino Barnet y Vinageras.

Esto no debe extrañar, pues al expresidente Roosevelt se le consideraba uno de los héroes de la Guerra Hispano – Cubano – Americana, por su participación en el sitio de Santiago de Cuba junto a sus famosos Rough Riders.

Con el paso de los años las lecturas de la historia fueron cambiando y llegó el punto en que se consideró, increíblemente, que era mejor el nombre de un despótico capitán general español que el de un presidente norteamericano, y los carteles con el nombre de calle Tacón volvieron a aparecer en toda la extensión de la vía.

Sin embargo, el que esto escribe no ha podido encontrar referencia alguna a la restitución oficial del nombre de Tacón a la calle – aunque algunos afirman que después de 1959 se llamó por un tiempo Manuel Sanguily… ¿? – por lo que, más allá de lo que dicte la fuerza de la costumbre, oficialmente se seguiría llamando Teodoro Roosevelt.

Adoquines de madera y muralla de mar

El tramo de la calle Tacón comprendido entre Obispo y O’Reilly, entre el Museo de la Ciudad (antiguo Palacio de los Capitanes Generales) y la Plaza de Armas constituye la única calle del país pavimentada con «adoquines» de madera.

Según cuentan varios cronistas, la idea de sustituir el empedrado de «chinas pelonas» que por entonces era el pavimento usual de las calles más importantes de La Habana por «ladrillos» de madera fue iniciativa de un capitán general de sueño ligero al que le molestaba el chirriar de los carruajes bajo su ventana.

palacio de los capitanes generales-plaza-de-armas-1900-Calle Tacón
La Plaza de Armas, el Palacio de los Capitanes Generales y entre ellos la calle Tacón con sus famosos adoquines de madera.

La verdad, sobre los adoquines de madera de la calle Tacón, parece ser, sin embargo, más burocrática y sosa: Todo indica que la iniciativa de deshacerse de las chinas pelonas fue del Ayuntamiento de La ciudad, en fecha tan temprana como la década de 1820.

En realidad, las chinas pelonas eran odiadas por los habaneros, pues provocaban más problemas que los que resolvían: el agua que corría por las calles las pulía y convertía en causa segura de accidentes; y el lodo y las inmundicias se acumulaban entre sus uniones y en ellos pululaban los gérmenes que traían a la ciudad de una epidemia en otra.

Fue entonces que el ingeniero Evaristo Castillo concibió la idea de sustituir las chinas pelonas por un pavimento de madera, específicamente de jiquí negro, una madera dura y muy resistente a la humedad y las plagas.

El Ayuntamiento de La Habana dio su permiso con entusiasmo y se construyeron los primeros tramos, con una aceptación total de los vecinos de la villa. Mas, la alegría duró sólo hasta el momento en que el consistorio debió abonar el pago de la primera calle de madera. Para disgusto del ingeniero Castillo, las autoridades civiles de la ciudad ordenaron detener todas las obras por considerar que eran demasiado caras y que, por mucho que durara el jiquí, las chinas pelonas, al final, durarían más.

Sería casi imposible precisar cuántas calles de la vieja Habana se pavimentaron con adoquines de madera, pero lo que sí es seguro es que, en la primera década del siglo XX sólo se conservaba, casi como una reliquia, el mencionado tramo de la calle Tacón entre el Palacio de Gobierno y la Plaza de Armas, habiendo desaparecido las otras, junto con las chinas pelonas al ser sustituidas por los adoquines de piedra.

La calle de madera de la calle Tacón sufriría todavía un último asalto, pocos años después de 1959, cuando algunos funcionarios de la ciudad, que la juzgaban anacrónica y de difícil mantenimiento, pretendieron echar sobre ella una capa de asfalto.

Sólo sería salvada entonces por la obstinada oposición de un muy joven discípulo del Historiador de la Ciudad, de nombre Eusebio Leal, quien, aseguran algunos testigos, llegó a acostarse sobre la calle Tacón para evitar que se consumara ese atentado contra la historia y el patrimonio.

Integrada a la calle Tacón se encuentran, además, los restos arqueológicos de la antigua muralla de mar, parte del sistema defensivo de la ciudad.

La muralla de mar que fue construida al mismo tiempo que la de tierra, se extendía por el borde de la bahía de La Habana, desde el Castillo de la Punta hasta el Muelle de Caballería, frente a la Fuerza.

En 1984 sus restos arqueológicos comenzaron a ser rescatados a iniciativa del Dr. Eusebio Leal que comenzó a excavar junto al único resto visible que de ella quedaba, la garita y baluarte de San Telmo.

cortina de Valdés
La Cortina de Valdés, desaparecería tras la demolición de las murallas y las obras de ampliación de la Avenida del Puerto

Se desenterraron entonces algunas viejas piezas de artillería, los cimientos del magnífico edificio de la Maestranza y quedó expuesta la Cortina de Valdés, el paseo construido durante el mandato del Capitán General Jerónimo Valdés y Sierra.

Ya en pleno siglo XXI se descubrieron los restos (junto al Castillo de la Fuerza) de la batería de Francisco Javier, en la cual, según los planos de la época se emplazaban los cañones de 18 y 24 libras.

Todo eso y más puede ser admirado por el visitante si decide emprender un pequeño paseo por ese viaje al pasado que representa caminar por la calle Tacón del Centro Histórico de La Habana.