Existe una imagen histórica, relacionada con la calle O’Reilly, que muestra al último de los Capitanes Generales de la Siempre Fiel Isla de Cuba en el recorrido que marcaba el fin del dominio español sobre la Gran Antilla.
Le correspondió a Adolfo Jiménez Castellanos recorrer aquel tramo de la calle O’Reilly desde el Palacio de los Capitanes Generales hasta los muelles el primero de enero de 1899. El militar aparece escoltado por algunos de sus hombres cuando fue inmortalizado a la altura del acceso lateral del castillo de la Fuerza.
Más allá de la curiosa instantánea, la importancia de la calle O’Reilly está enraizada en la ciudad desde su asentamiento definitivo a orillas de la bahía de Carenas. Por ella entró el poder español tras la restauración de 1763 y por ella salió en 1899, por tanto es curioso el vínculo que esta calle guarda con el poder colonial. Incluso el rompedor Plan Piloto de Sert respetaba esta calle como una de las vías principales de La Habana Vieja.
En los documentos más antiguos la calle O’Reilly se nos refiere como la calle del Sumidero, calle Honda, de la Aduana o del Basurero, todas como referencia al estado y función que tuvo a través del tiempo. Lo que sí parece notable es la trascendencia de su trazada como una de las pocas concebidas con cierta rigurosidad, en un recorrido de este a oeste similar a su trazada actual.
Tras la toma de La Habana por los ingleses en 1762, Alejandro O’Reilly ingresó por ella el 6 de julio de 1763 para certificar que la plaza era nuevamente española.
Estuvo muy poco tiempo en la ciudad el conde O’Reilly y en reconocimiento a su memoria sería conocida desde entonces como calle O’Reilly o de O’Reilly siendo elegida por el conde de Ricla como una de las calles que servían de límite divisorio de los barrios habaneros.
Los descendientes de O’Reilly se establecieron con posterioridad en la ciudad y algunos de ellos ejercieron incluso como alcaldes de la misma.
La calle O`Reilly de lo militar a lo comercial
Sería el Capitán General Miguel Tacón, quien en su afán urbanizador, pavimentara la calle O’Reilly, pues esta, y la calle Obispo, eran las dos principales vías de acceso desde extramuros al Palacio de Gobierno. Al mismo tiempo, serían estas dos calles, las primeras de La Habana en establecer el sentido único de circulación con el objetivo de descongestionar el tráfico: Obispo sería la calle de entrada de extramuros y O’Reilly – en cuyo acceso a la muralla se construiría una monumental puerta doble – la de salida.
Hasta que no se comenzó a urbanizar el reparto de Las Murallas, tras la demolición de las mismas, la calle O’Reilly recorría desde la verja lateral del cierre del Templete hasta las puertas de Monserrate. Con el tiempo la verja se desplazó más hacia los muelles y la calle O´Reilly prácticamente moría en el muelle de Caballería.
En la otra dirección, la demolición de las puertas de Monserrate facilitó que la calle O’Reilly llegase hasta la plaza de igual nombre, posteriormente nombrada como plazoleta de Albear tras colocarse allí la estatua del eximio ingeniero habanero, que dotó a la ciudad del gran acueducto que lleva su nombre.
En este recorrido estuvieron lugares significativos como el café La Dominica, la fonda El Correo y algunas de las principales imprentas de la ciudad. A pesar de que su nombre procedía de un militar, rápidamente este calle y su paralela del Obispo, se convirtieron en eminentes centros mercantiles y los negocios proliferaron en las mismas.
En un costado de la manzana de los dominicos se encontraba la Universidad hasta su traslado a la loma de la Pirotecnia Militar durante la gobernación estadounidense. Fue novedad también en esta calle otro suceso que causó revuelo en La Habana.
Durante el mes de agosto de 1890 se estuvieron exhibiendo en un saloncito al lado del tren de bicicletas de Graña, en O’Reilly, las primeras demostraciones del sorprendente invento de Edison, el fonógrafo, el cual oían por medio de unas gomitas que se aplicaban al oído varios espectadores, sentados en semicírculo, delante de la caja que guardaba el maravilloso aparato, despertando la curiosidad de los transeúntes que se detenían al verlos reír a carcajadas, o hacer otras demostraciones, causadas por lo que oían.
Antes lo habían exhibido en los portales del Hotel Pasaje, y en el Cefé Central, el catalán Miguel Lluch, antiguo
Federico Villoch sobre el fonógrafo en La Habana
empresario de todos estos espectáculos curiosos, el fonógrafo, el kinetoscopio, y más adelante, las primeras cintas cinematográficas.
El convento de Santa Catalina de Siena (o Sena) estuvo también sobre esta calle hasta su demolición para construir el edificio de La Metropolitana. Casi pegado al mar estuvo la dependencia de correo demolida durante la ampliación de la Avenida del Puerto.
Volviendo a la calle O’Reilly, en el período republicano (acuerdo número 91 del 27 de abril de 1921) se renombró con el epónimo de «Presidente Zayas» en honor al Dr. Alfredo Zayas, sin embargo, aquel no caló demasiado pues en las guías turísticas de mayor tirada seguía apareciendo como calle O`Reilly con sus toldos y carteles publicitarios que le daban un aspecto colorido y pintoresco.
Destacaban en la calle O’Reilly las camiserías y tiendas de ropa en general, pero sobre todo estaban allí asentados casi todos los fotógrafos y pintores/grabadores de la ciudad en 1880.
El primer historiador de La Habana, Dr. Emilio Roig de Leuchsenring propuso por tanto la recuperación del nombre antiguo de calle O’Reilly en detrimento del de «Presidente Zayas», sin embargo el Presidente Provisional José Agripino Barnet en el Decreto-Ley aparecido en el número 11 de la Gaceta Oficial del 17 de enero de 1936 denegó esta petición y se mantuvo el oficial de «Presidente Zayas» aún cuando el uso de calle O´Reilly era el coloquial.
Posterior a 1959 se restituyó oficialmente el de «calle O’Reilly» pero quien esto escribe solo puede decir que fue entre 1960 y 1979 sin que pueda aportar una fecha exacta de este suceso.
En la esquina de la calle O’Reilly y San Ignacio se produjo el famoso enfrentamiento entre Sánchez Figueras y Moleón (más información aquí), aunque hoy en día quizás los dos residentes más ilustres son las estatuas de los reyes Carlos III y Fernando VII que descansan a un costado del Palacio del Segundo Cabo (más información sobre estas estatuas aquí).
O’Reilly, militar de renombre
En la biografía de Alejandro O’Reilly, conde de igual nombre, que la Real Academia de la Historia pone a disposición de los lectores se detalla de la siguiente manera la estancia y actividad de este militar en la ciudad.
El brigadier O’Reilly, regresó a España con el Ejército que había luchado en Portugal. Por los méritos en esa campaña fue ascendido a mariscal de campo (20 de marzo de 1763). Nueve días más tarde, el conde de Ricla recibió una “instrucción” para tomar posesión de La Habana, ejercer el cargo de capitán general de la isla y “atender a los reparos de las fortificaciones, reformar sus tropas regulares y las milicias”.
Ricla solicitó que O’Reilly le acompañara en esta misión (se había fijado en sus acciones en Portugal y hablaba inglés). Se le nombró “inspector general de las milicias de Cuba” y “cabo subalterno” (2.º jefe de la fuerza expedicionaria a Cuba). El 26 de abril de 1763 zarpó de Cádiz la fuerza designada. Dos meses después, desembarcaba en aquella isla.
Hasta el 6 de julio (fecha en que se devolvió a España la ciudad de La Habana), Ricla y O’Reilly mantuvieron varias reuniones con los mandos ingleses, para definir con todo detalle las actividades relacionadas con la devolución formal de la ciudad. Se les fijó la fecha del 10 de septiembre como límite de su estancia en la isla. Sería evacuada por todo el personal inglés, con sus efectos y criados.
No sería esta la última vez que pisase La Habana, lo haría en otras dos ocasiones. La última de ellas después de volver de la Louisiana, donde había sido enviado por el rey Carlos III para tomar posesión militar del territorio toda vez que una revuelta había expulsado a los representantes del gobierno español.
Al volver a la península de este encargo, a Alejandro O’Reilly se le recompensó con un «título de nobleza»: conde de O’Reilly, con el vizcondado de Cavan (1772). Por sus méritos y capacidad organizativa se convirtió en uno de los militares más competentes y respetados por Carlos III, algunos historiadores incluso lo consideran el militar de más prestigio de su época.
Junto al Secretario de Guerra, conde de Ricla, se le otorgaron varias misiones de alto rango que buscaban modernizar y renovar las instituciones militares para oficiales e infantería (más información aquí). Al fallecer el 23 de marzo de 1794 O’Reilly aún no había cumplido los 71 años -había nacido un 23 de octubre de 1723 en el condado de Meath, Irlanda-.
Tuvo varios descendientes con Rosa María de las Casas quienes se establecieron en Cuba, sobre todo a partir de que su cuñado, don Luis de las Casas Aragorri, tomó posesión de la Capitanía General de la Isla de Cuba, cargo que ostentó entre los años 1790 y 1796.
De las Casas tuvo gran recuerdo para los habaneros pues además de terminar el Palacio de los Capitanes Generales impulsó la fundación del Papel Periódico de La Havana.
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