El llamado Cementerio de la Playa fue el tercer camposanto de Marianao, luego del cementerio parroquial de San Francisco Xavier y del llamado «de los Hornos«, al que vino a sustituir como sitio de enterramiento de los vecinos del municipio.

Seencontraba situado en la antigua estancia de Casanova, a la vera del Camino de la Playa y muy cerca del Tejar Jaimanitas y la estancia Alambique; terrenos todos que años después serían ocupados por el elegantísimo residencial Country Club.

Del Cementerio Viejo de Marianao al Cementerio de la Playa

Ante los problemas de salud pública que acarreaba a la municipalidad el Cementerio Viejo de Marianao y los consiguientes enfrentamientos con la Junta de Sanidad, las autoridades eclesiásticas de las que dependía este campo decretaron su clausura en 1888 y adquirieron 10 000 varas planas en la estancia Casanova a la señora Leandra Martínez de Teuna para construir un nuevo cementerio.

Este nuevo camposanto, que sería conocido como «Cementerio de Casanova», «de Acevedo», «de Corojos» y con más frecuencia como «Cementerio de la Playa» fue bendecido ese mismo año de 1888 e inmediatamente comenzó su uso.

La considerable distancia que existía entre el núcleo poblacional y el Cementerio de la Playa fue resuelta de una forma tan efectiva como curiosa: tanto los fallecidos como sus dolientes eran trasladados hasta las cercanías del camposanto en el ferrocarril de Marianao.

Si sse toma en consideración que este tren hacia la playa siempre tuvo una función recreativa, se puede afirmar, sin temor a equivocaciones, que en Marianao a cada muerto se le hacía un último paseo.

En 1899, durante la Intervención, el Cementerio de la Playa fue secularizado por el municipio de Marianao, que lo mantuvo en uso hasta el año 1926 en que fue clausurado.

Su cierre se debió tanto al hecho de haber superado su capacidad de enterramiento, como a los deseos especulativos de poderosos intereses inmobiliarios.

Como era costumbre entonces, al clausurarse el Cementerio de la Playa, parte de los restos allí existentes fueron trasladados a la Necrópolis de Colón y los demás se abandonaron en el lugar.

Para sustituirlo la municipalidad construyó un nuevo cementerio en la finca Santa Teresa, en el barrio de La Lisa; mismo que ha llegado hasta nuestro días y que todavía continúa en uso.