Como toda antigua ciudad, La Habana está llena de mitos y tradiciones, pero ninguna tan arraigada como aquella de darle tres vueltas a la ceiba del Templete la noche del 16 de noviembre.
Cada año, cuando se celebra el aniversario de la urbe, sus habitantes se dan cita en el vetusto monumento para dar tres vueltas en sentido contrario a las manecillas del reloj al árbol, bajo cuya sombra, según la tradición se realizó la primera misa y el primer Cabildo de La Habana en 1519.
El Templete
Para honrar tan importante acontecimiento, en fecha tan temprana como 1754, el Gobernador de la Isla, Francisco Cajigal de la Vega, ordenó construir una columna de tres caras, coronada por una imagen de la Virgen del Pilar. Con el paso de los años este monumento sería conocido como Columna de Cajigal en honor a su promotor.
Más de medio siglo después, el Capitán General Dionisio Vives mandaría a construir el Templete, un pequeño edificio de estilo neoclásico en el que el pintor francés Juan Bautista Vermay, director de la Academia de San Alejandro, reflejó en sendas pinturas la primera misa y el primer cabildo.
Con la construcción del Templete se puede afirmar que culmina el barroco en La Habana y la ciudad se abre por completo al estilo neoclásico, que entonces era muy popular en Europa y Estados Unidos; si bien es cierto que el neoclasicismo seguirá en Cuba sus propios derroteros y sólo un puñado de edificaciones muy tempranas como Templete se construirán, por ejemplo, con un pórtico columnar afrontado, muy popular en esas geografías.
El mito de la ceiba
Por supuesto que la ceiba original a cuya sombra se efectuó el acto fundacional desapareció con el paso de los años.
El primer intento por reemplazarla ocurrió a mediados del siglo XVIII, a poco de erigirse la Columna de Cajigal. Entonces se sembraron no una, sino tres ceibas, de las cuales dos se secaron al poco tiempo.
La tercera creció fuerte y sana, pero el Capitán General Dionisio Vives ordenó que se talara siete décadas después para facilitar la construcción del Templete.
Entonces se sembraron, otra vez, tres nuevas ceibas, y como en había ocurrido décadas atrás, sólo sobrevivió una de ellas que alcanzó la avanzada edad de 131 años en que enfermó y murió, a pesar de los notables y numerosos esfuerzos que hicieron las autoridades de La Habana por salvar a uno de los símbolos de la ciudad.
En 1960 se sembró un nuevo ejemplar, cuya vida fue considerablemente más corta que su predecesora, pues no alcanzó las seis décadas.
Finalmente, en 2016 se sembró la que hoy se puede observar en el Templete y que cada 16 de noviembre rodean los habaneros ceremoniosamente.
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