Armando André fue un hombre rebelde, un habanero lanzado y de armas tomar como pocos. Hoy apenas se recuerda su nombre pese a los grandes méritos realizados en vida, ha quedado relegado por la historia de Cuba. Este valiente cubano junto Julián Valdés, el Dr. Montero y un español conocido como El Asturiano fueron los que llevaron a cabo el atentado, fallido pero no por ello menos trascendente, al terrible Valeriano Weyler.
Su muerte, acaecida en la madrugada del 20 de agosto de 1925 ha quedado marcada como la primera de carácter político realizada por la dictadura de Gerardo Machado.
Operación Valkyrie a la cubana
En plena ebullición tras el alzamiento del 24 de febrero de 1895, Armando André fue hecho prisionero en Remedios, provincia Las Villas, en marzo de ese mismo año, mientras intentaba unirse a las tropas mambisas. Como no hay mal que por bien no venga, en la prisión coincidió con el General Francisco Carrillo.
Fue puesto en libertad y expulsado a los Estados Unidos por tener nacionalidad de esa nación. En territorio norteamericano se alistó en la infortunada expedición que preparaba el General Enrique Collazo (a los hermanos Collazo debemos una entrada extensa, no lo hemos olvidado) y en esas andaba cuando Tomás Estrada Palma, Delegado de la Revolución en el exterior, se cruzó en el camino de este joven ansioso por cumplir su deber con la patria.
Se ofreció Armando André a servir de correo exprés entre el Delegado y el Generalísimo Gómez. Le entregaron varios documentos confidenciales que incluían el plan de desembarco de la expedición del General Collazo y un audaz plan del Dr. Montero que pretendía volar por los aires el Palacio de los Capitanes Generales con Valeriano Weyler en su interior.
Era el día 26 de febrero cuando volvía a tocar tierra cubana, lo hacía por el puerto de La Habana en el vapor «Mascotte» bajo el nombre de Federico León. El apellido era una premonición.
En La Habana la Junta de Conspiración le facilitó el trayecto hasta la manigua. En aquella junta habían nombres como los de Angel y José Llanuza, Alfredo Zayas, José Valladares, Hubert de Blanck y el infame traidor de Miguel Beato Betancourt, curiosamente sería este último el que le facilitaría el traslado a la manigua.
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En su trayecto contactó con el General Antonio Maceo quién se encontraba acampado con sus hombres en el Ingenio Saratoga. El Coronel Guillermo Acevedo le condujo al sur de Matanzas donde encontró el final de su misión. Entregar los documentos al Generalísimo.
Desencuentro con Máximo Gómez
Según Armando André en su libro Explosiones en La Habana en 1896, publicado en 1901, la entrevista con el veterano mambí fue horrible. Allí fue testigo del ajusticiamiento del Comandante Betancourt y su hijo adolescente, acusados por Gómez de bandidaje y robo.
Tras este hecho se produjo el siguiente relato, contado siempre en palabras de Armando André:
-De dónde es usted?- pregunta Gómez.-De La Habana (hizo una mueca).
-Pero dónde estaba usted que se aparece ahora, cuando ya se ha acabado la guerra. (Corría el mes de Marzo de 1896).-En Tampa, donde me disponía a venir en la expedición del General Enrique Collazo.
Tomado textualmente del libro antes citado.
-¡Va, va, Collazo no es General ni nada! Usted se recomienda muy mal… los habaneros son una partida de saltimbanquis y bailadores, que no vale, dos pesetas, más inútiles que las mujeres… (y agregó de los habaneros ofensas que no quiero repetir, ofendiéndome, por ende a mí, directa y gratuitamente).
Posterior al diálogo anterior, continúa relatando André, le llamó «don explosivos», mofándose del plan del Dr. Montero. Armando André asegura que hasta ese momento su idea no era otra que unirse a la manigua. Abochornado y expulsado por el General de su campamento consiguió reunirse nuevamente con la tropa de Maceo, que casualmente se encontraba en la zona pues se había reunido con el General Gómez, Quintín Banderas y Lacret en el ingenio «El Galeón».
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El carácter del General Gómez era el de un recio militar, no fue Armando André el primero en llevarse una reprimenda de ese tipo del Generalísimo, aquel hecho reafirmó las ganas de demostrar su valía en el joven e impetuoso Armando.
El Titán de Bronce le recibió en su campamento y tras disculparse por la actitud del viejo Máximo, quitándole importancia al asunto al tiempo que lo exhortó a ejecutar el plan del Doctor Montero. Había que volar el edificio donde radicaba el poder colonial. Si La Habana se sumía en el caos, el General Maceo pensaba ocuparla y con esta acción acelerar las opciones de victoria del bando insurrecto.
Armando André, en busca de dinamita para Weyler
El General Maceo le dio varias cartas de recomendación para que recibiese ayuda del Partido Revolucionario Cubano con el fin de conseguir lo necesario para la, casi, suicida idea de volar a Weyler en las barbas del poder colonial. ¿Confiaba Maceo en la viabilidad del plan de Armando André y el Dr Montero?
La realidad es que las cartas del bravo General le abrieron las puertas, y las arcas, del Partido en Estados Unidos adonde se desplazó, nuevamente bajo el nombre Federico León, el mambí Armando André. En Nueva York recibió de parte de Estrada Palma el beneplácito para llevar a cabo el plan, este le envió con el Sr. Fernando Figueredo, Agente de la Delegación en Tampa, que proporcionó 200 pesos oro americano y varias libras de dinamita.
Estaba iniciando el complot más arriesgado de cuántos se pensaron en llevar a cabo en la ciudad de La Habana. ¿Cómo era el plan y quiénes lo llevarían a cabo? La historia continuará… AQUÍ
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