Desde el núcleo fundacional de la Plaza de Armas se fue extendiendo La Habana y la calle Obispo, que hoy tiene doce cuadras, fue una de las primeras en surgir.
Comienza la calle Obispo en la calle San Pedro (Avenida del Puerto) y se extiende hasta Monserrate, donde antaño era interrumpido su recorrido por la muralla de la ciudad.
De la calle de San Juan a la calle Obispo
Cuentan que el primer nombre que recibió la calle fue el de San Juan, porque conducía a la Iglesia de San Juan de Letrán. También se conocería como calle del Consulado, porque al comienzo de la misma, en 1794, se instaló el Real Consulado.
Sin embargo, el nombre que terminaría imponiéndose en el pueblo sería el de «calle del Obispo» o calle Obispo, pues en ella residirían, en distintas épocas, los obispos Fray Jerónimo de Lara y Pedro Agustín Morell de Santa Cruz.
En 1897 las autoridades coloniales le dieron el nombre de calle Weyler, en honor al Capitán General que, de forma despótico y sanguinaria gobernaba Cuba; pero al perder España su soberanía sobre la Isla, el pueblo de La Habana se lanzó a destruir todas las tarjetas que en la calle tenían grabado el ominoso nombre del Marqués de Tenerife.
Entonces el Ayuntamiento (en 1905) renombró la calle como Pi Margall, en homenaje al defensor entusiasta y constante que en España tuvo Cuba de sus derechos y libertades durante la Guerra de Independencia.
El pueblo, por su parte, permaneció ajeno a estas idas y venidas, y continuó llamando Obispo a la calle, como lo había hecho tradicionalmente.
Esta resistencia popular al cambió propicio que, en 1936, y a sugerencia del Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, la calle Obispo recuperará ese, su nombre original, que es el que hasta nuestros días ha llegado.
Emporio comercial
Siempre fue la calle Obispo una de las más importantes de La Habana intramuros, gracias a la circunstancia de formar parte una de sus cuadras de la Plaza de Armas, y levantarse entre ella y las de O’Reilly y Mercaderes, la Iglesia Parroquial Mayor, que al ser demolida cedió su espacio al Palacio de los Capitanes Generales.
Además, la calle Obispo fue adquiriendo al pasar de los años un gran empuje comercial, por encontrase en ella instalados numerosos y ricos establecimientos de todo tipo, que la convertían en visita obligada de todo aquel que pisaba La Habana.
Sería el Capitán General Miguel Tacón, quien en su afán urbanizador, pavimentara la calle Obispo, pues esta, y la calle O’Reilly eran las dos principales vías de acceso desde extramuros al Palacio de Gobierno. Al mismo tiempo, serían estas dos calles, las primeras de La Habana en establecer el sentido único de circulación con el objetivo de descongestionar el tráfico: Obispo sería la calle de entrada de extramuros y O’Reilly – en cuyo acceso a la muralla se construiría una monumental puerta doble – la de salida.
Así lo reconocieron cuantos cronistas extranjeros visitaron la ciudad y quedaron embobados por su inacabable sucesión de carteles y toldos. Uno de ellos, el norteamericano Samuel Hazard escribiría en su famosísima «Cuba a pluma y lápiz» de 1871:
Esta es una de las calles más animadas de la ciudad, donde se hayan los establecimientos más atrayentes, en toda su extensión, hasta fuera de las murallas de la ciudad, de la que se sale por la Puerta de Monserrate (…) Jamás se cansa uno de caminar por esta calle.
Linda la historia de la habana, he tenido la fortuna de pasear por sus calles y espero muy pronto volver a hacerlo.
La Habana y su gente, son únicos!!