Rita Montaner, mujer de belleza criolla que vio la luz el 20 de agosto de 1900 en el habanero barrio de Guanabacoa. Su padre blanco y su madre de origen africano, este mestizaje marcó la carrera artística de La Única y la hizo representante indiscutible de la canción popular cubana, esa de tema negro.
Desde niña fue evidente su pasión por la música, que estudió en el Conservatorio Peyrellade. Se graduó de piano, canto y armonía en 1917.
En los inicios de su carrera interpretaba los clásicos de Europa: Tosti, Puccini, Schumann y Rossini; pero el maestro Ernesto Lecuona vio en ella una versatilidad vocal, escénica y una gracia natural que sería capaz de engrandecer esta música más criolla.
No se equivocó Lecuona, Rita reveló su gran vis cómica, explotó esa personalidad al máximo, instuyó que podía ser cantante de cualquier estilo. Es que era imposible resistirse a esa risa amplia que calentaba como el sol tropical. Se convirtió en un fenómeno, de todas las cantantes cubanas que hicieron la mulata en los teatros ninguna tuvo las cualidades histriónicas ni artísticas de Rita, ni la potencia en la voz que ella desempeñaba en sus papeles.
Rita le imprimía su ser a los temas, en ocasiones los cantaba totalmente distintos a como los concibieron los autores, pero ellos respetaban sus aportes. Como Esther Borja, ella tenía el don de convertir las canciones en suyas, y los intérpretes que vinieron después siguieron las pautas marcadas por ellas. La Única tenía la facilidad de lograr esto en otros idiomas.
Los más destacados compositores del periodo se inspiran en la tipología de Rita Montaner al dedicarle varias partituras.
Tales son los casos de Eduardo Sánchez de Fuentes, Jorge Anckermann, Emilio Grenet, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Gilberto Valdés, Julio Cueva, Rafael Blanco Zuazo, Alberto Zayas, Orlando de la Rosa, César Portillo de la Luz, Arsenio Rodríguez, Nilo Menéndez, Chano Pozo e Ignacio Villa. A este último sería ella con sus ocurrencias quien lo bautizaría como Bola de Nieve.
El tema “¡Ay, Mamá Inés!”, de Eliseo Grenet, sella su triunfo personal y deviene el mayor éxito de «Niña Rita«, primera obra cubana que puede llamarse zarzuela como tal e iniciadora de la etapa dorada del género en el país.
También son inolvidables sus interpretaciones de “El manisero”, de Moisés Simons; “Siboney” y «El cafetal«, de Lecuona; «Sangre africana«, de Gilberto Valdés y la mismísima «Cecilia Valdés«, de Gonzalo Roig.
Alejo Carpentier afirma que Rita
“en los dominios de lo afrocubano, resulta insuperable (…) Se ha creado un estilo: nos grita, a voz abierta, con un formidable sentido del ritmo, canciones arrabaleras, escritas por un Simons o un Grenet, que saben, según los casos, a patio de solar, puesto de chinos, fiesta ñáñiga y pirulí premiado…”.
Fue la primera voz femenina en escucharse durante el programa de variedades artísticas que en 1922, desde la emisora PWX, inicia las transmisiones radiales en Cuba y el resto de América Latina.
Con esa frescura y carisma que le ponía a sus interpretaciones se presenta en diversos escenarios por el mundo. Actúa en el Palace de París, recorre Estados Unidos; es aclamada en España, Venezuela, Perú y Puerto Rico. En México recibe incontables muestras de cariño de Arturo de Córdova, Pedro Infante, Elvira Ríos, Lucha Reyes, Gloria Marín y Andrés Soler.
Esta experiencia se repite en sus viajes a Argentina, donde actúa junto a figuras como Libertad Lamarque, Hugo del Carril, Enrique Santos Discépolo, Juan Carlos Thorry, Nini Marshall, Mercedes Simone y Lola Membrives.
En la Isla recibe contratos en las mejores radioemisoras, ofrece recitales muy variados que abarcan desde arias de óperas hasta los géneros más populares de la música cubana. Es contratada en el cabaret Montmartre y durante años mantiene presentaciones en Tropicana.
Esto no le impide continuar su participación en espectáculos junto a reconocidos artistas como Edith Piaff, Benny Moré, el Trío Matamoros, Sindo Garay, Marta Pérez, Miguelito Valdés, Celia Cruz, Olga Guillot, María Cervantes, Rosita Fornés, Esther Borja, Dámaso Pérez Prado y Luis Carbonell.
A lo largo de su carrera aparece en aproximadamente quince filmes que se ruedan en Cuba y México. Entre ellos se cuentan «Sucedió en La Habana«, «Romance en el Palmar«, «María la O» y «La Única«. Al inaugurarse la televisión cubana, su presencia es notable en programas musicales, cómicos y dramáticos; formó parte del elenco artístico del Canal 6 (CMQ Televisión).
Quienes compartieron vida y escena con Rita Montaner dan fe de su rebeldía, podía ser temible e impredecible. Al decir del maestro Gonzalo Roig, «Llevaba ella no sé cuántos cabildos metidos en el cuerpo.» Con su registro vocal y su gracejo se convirtió en una genial imitadora que podía interpretar cualquier personaje.
«Era la persona más estudiosa que yo he conocido en ese estilo de música cubana, y también muy buena pianista. Estudiaba la música cubana de varios autores y tenía sus predilectos, tocaba a Debussy y a Beethoven en los momentos de descanso. Era una mujer muy instruida, una gran pianista y de un gran refinamiento.»
Gilberto Valdés
Es Nicolás Guillén quien le otorga el calificativo de Rita «de Cuba»
“porque su arte expresa hasta el hondón humano lo verdaderamente nuestro (…) pues solo ella, y nadie más, ha hecho del ‘solar’ habanero, de la calle cubana, una categoría universal”.
Al ser diagnosticada con cáncer de laringe, porque la vida puede llegar a ser muy irónica, el 10 de octubre de 1957, desde los estudios del Canal 6 (CMQ), se le dedica el más grandioso homenaje tributado en Cuba a una artista. En el mismo participan las máximas figuras nacionales y extranjeras que en ese momento se hallaban en La Habana.
Murió el 17 de abril de 1958, después de 30 años de quehacer profesional, y fue sepultada en la necrópolis de Colón; acompañada con la música de sus éxitos y el pesar de ese pueblo que tanto la admiraba.
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