Moisés Simón se convirtió en viral antes de que existieran las redes sociales. Su nombre, y sobretodo su música, llegaron a todos los rincones del mundo en la prodigiosa década de 1930. Apenas unos años antes (algunas fuentes aseguran que se estrenó en agosto de 1927, aunque la inmensa mayoría cifra en 1928 el suceso) Rita Montaner había grabado su obra cumbre, «El Manisero«, un pregón-son que sería la canción gancho del repertorio de las orquestas cubanas durante las décadas siguientes.

El éxito descomunal de esta composición provocó que, junto a «La Guantanamera«, de Joseíto Fernández, y «Mamá Inés«, de Eliseo Grenet, se convirtiera en el sello de identidad de la música cubana de la primera mitad del siglo XX y en embajadoras de la cultura nacional.

Al punto de que incluso la legendaria banda de rock and roll, The Beatles, la grabaran en una versión informal, donde improvisan con la palabra Brasil mientras fluyen en un ritmo muy cercano a la bossa nova, durante las famosas Let It Be Sessions. La banda, que en sus inicios realizó múltiples sesiones de versiones de canciones famosas, no fue exenta a la fiebre rumbera de los años 30 que provocó esta canción.

Dolor y olvido

Pese al éxito abrumador que acumuló con sus creaciones, Moisés Simón sufrió incontables tragedias a lo largo de su vida. El peor de todos esos momentos fue cuando en plena II Guerra Mundial terminó en un campo de concentración alemán en Francia. Estuvo cerca de dos años en aquellos terribles centros de reclusión y exterminio donde fallecieron millones de seres humanos, judíos en su inmensa mayoría.

El cubano residía desde comienzos de los años 30 en París y había recibido unos meses antes la sugerencia de americanizar su nombre, como medida profiláctica ante el avance nazi, pues al Moisés, de origen hebreo y bíblico, le seguía el Simón, también de origen judío, razón por la cual cambió su apellido a Simons (también se puede ver como Simmons) pero sin conseguir ningún tipo de excepción por parte del régimen nazi.

Tras conocerse en Cuba las trágicas noticias de su encierro se lanzó una campaña internacional lanzada por la revista Bohemia, y su gran amigo Miguel de Marcos, que consiguió su liberación. Regresó a Cuba en 1942, recibiendo un gran homenaje de parte de la Corporación Nacional del Turismo, que presidía José Cidre, en una majestuosa gala donde también se homenajeó a los excelsos compositores Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet.

Pero no encontró en la isla el espacio ideal para su música y su talento. Puso entonces rumbo a España donde ya había triunfado con la obra «La Virgen Morena«, la famosísima opereta-zarzuela que provocó que Josephine Baker le invitase a su residencia de París. La fenomenal vedette de origen americano le propuso adaptar dicha obra al francés pero pese a los esfuerzos de ambos no se consiguió nunca concretar dicha unión. En 1931 en el Teatro Calderón de Madrid había estrenado también su famosa comedia «Niña Mercé«.

moisés simón
Una de las últimas fotos realizadas a Moisés Simón en Cuba

Aunque no volvería a recibir el éxito que había tenido anteriormente en Europa, y en especial en París con «Toi c’est moi«, escrita junto al conocido novelista francés Henri Duvernois, los restos mortales encontrarían el descanso final en Madrid un 28 de junio de 1945, lugar donde sería enterrado.

En palabras de su amigo Miguel de Marcos:

«Moisés Simón ha muerto, pero El Manisero le sobrevive. Es el pregón de La Habana, el éxtasis y la filosofía risueña de la ciudad, una cubanidad con minúsculas que tiene su voz y su canto, un canto entre litúrgico y malicioso, que resiste al tiempo, que no se extravía, que no se apaga, porque siempre tendrá como llama de renuevo, el alma de la noche cubana, el alma transparente y diáfana, de la noche habanera».

«Desde 1934, Moisés Simón, el magnífico artista que ahora acaba de morir en Madrid, había triunfado en París. La victoria era sobre «Toi c’est moi». Es verdad que Simón (Simons) hizo concesiones al público francés, a sus gustos melódicos, en un género de larga tradición parisiense. pero «Toi c’est moi» conservaba todo lo entrañablemente cubano en la música; la rumba y el pregón, aquella en liturgia y en misterio, este en fragancia callejera, en populismo raigal, que es siempre la sonrisa y el hechizo de la ciudad cuajados en trova».

Quien lo compuso murió lejos de Cuba. Lo enterraron en España, acaso entre los ritos de un funeral religioso. Pero, en verdad, en la hora de su tránsito , cuando la mano de las escrituras melódicas se le quedó inmóvil, cuando calló para siempre su alma sonora, como una despedida, como la mejor de las despedidas, fueron a visitarle los compases de «El Manisero», fantasmas ligeros que llevaban en los labios, con sabor a Cuba, un pregón delicioso, una sonrisa divertida, un ofertorio sin abolición, un cucurucho de maní».

Moisés Simón, los orígenes de un genio

Las notas armónicas serían el hilo conductor de la vida de Moisés Simón Rodríguez nacido un 24 de agosto de 1889 en La Habana, hijo de un músico vasco, Leandro Simón Guergué, quien además de ser su primer maestro aportó a la cultura cubana las primeras y valiosas lecciones que recibiera un jovencísimo Eliseo Grenet al piano.

Desde su casa entonces traía Moisés Simón el deseo de hacer música y triunfar, sería su hermano Fausto, gerente del lugar, el que le consiguió una oportunidad de mayor relevancia al ser contratado para amenizar el famoso roof garden del Hotel Plaza. Antes de eso ya se había curtido Moisés en el coro de la iglesia y en distintas compañías profesionales de la época.

Corría el año de 1924 y Moisés Simón comenzaba a ser algo más que un notable pianista de concierto y compositor, empezaba a destacar además como respetado investigador de los orígenes de la música cubana. Aquello le permitió armar un gran combo musical y disponer de las herramientas necesarias para ejecutar, en aquel importante período de reconocimiento de la identidad «afro-cubana» como expresión sonora nacional, sus creaciones más arriesgadas.

El nombre de Moisés Simón era tratado con respeto y admiración por los grandes maestros de la década dorada de la música cubana. Aquel período entre las guerras mundiales (1918-1939) reunió en La Habana a Alejandro García Caturla, Amadeo Roldán, Ernesto Lecuona, Eliseo Grenet, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Jorge Anckermann entre otros importantes compositores y directores de orquesta de alcance internacional.

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Moisés Simón junto a la vedette francesa Mistinguett

El momento estaba servido y tomando como experiencia sus anteriores trabajo en las compañías de zarzuelas y operetas de los Teatro Martí y Payret compuso su gran creación musical, el son-pregón «El Manisero«. Pieza que le inmortalizaría opacando a las demás composiciones que realizaría durante su vida como Hoy como ayer– que el Benny Moré haría suya-, Marta– interpretada entre otros por el Trío Los Panchos y Plácido Domingo-, Cubanacán, Chivo que rompe tambó– Ignacio Villa, el inigualable Bola de Nieve, la hizo fija en su repertorio-, Paso Ñáñigo o Serenata cubana

El Manisero, himno tropical

La gran Rita Montaner tiene el honor de grabar por primera vez una pieza antológica que ha sido versionada más de 400 veces, ella fue una de las principales intérpretes de esta obra, llevándola al cine en su famosa película El romance del palmar (1938).

Entre las más ilustres interpretaciones de esta pieza hay que resaltar la de Antonio Machín, en aquella antológica grabación de 1930, con la Orquesta Havana Casino del olvidado Don Azpiazu. En la gran meca de la industria que era Nueva York aquella grabación reportó a la RCA Victor, según se dice, más de un millón de copias, siendo la primera composición latina en superar dicha cifra, toda una proeza para la época.

No debe extrañarnos aquel suceso, dicha orquesta, además de al gran Machín, tenía al trompetista Julio Cueva -quien en los años 30 acogería a Eliseo Grenet, y al propio Simón, en su cabaret de París, Parisien, renombrado como «La Cueva» por su presencia en él- y al legendario saxofonista Mario Bauzá -quien luego sería el arreglista de la Orquesta de Francisco Raúl Gutiérrez Grillo, el gran Machito. Aquella banda, Afro Cuban All Stars, fue el estandarte del latin jazz durante más de tres décadas. La capacidad de Bauzá para comprender la sinergia natural del jazz y la música cubana ya había quedado de manifiesto cuando tuvo la ocurrente idea de juntar a Dizzy Gillespie y Chano Pozo-.


En el vídeo que se muestra a continuación se observa a Antonio Machín realizar una performance promocional de la canción «El Manisero». El interés de la productora Paramount por crear un corto con la imagen del vendedor de maní, representado por Machín, responde a la rumba-manía que se desató en el mercado norteamericano gracias al pegajoso estribillo de la creación de Moisés Simón. Aquella fiebre cruzó el barco hacia Europa como pudo constatar el autor en 1930.


Además de las versiones mencionadas resaltan las del Trío Matamoros, la de Mario Bauzá y sus Afro Cuban Jazz, la realizada por Antonio Machín para su Cuarteto de Machín, la orquesta de Xavier Cugat la incorporó a su repertorio en 1935, Miguelito Valdés hizo lo propio con su Orquesta Casino de La Playa. En 1948 Damaso Pérez Prado la adaptó a su gusto y tempo musical haciendo de esta pieza un clásico atemporal, cuya musicalidad no entiende de épocas ni fronteras.

La primera versión en inglés está firmada por L. Wolfe Gilbert y Marion Sunshine, quienes la grabaron a comienzos de los años 30. Una versión de California Ramblers fechada el 2 de diciembre de 1930 se apoyaba en el estribillo en español original y lo mezclaba con el resto de la canción en inglés. Esta versión fue grabada también por el genio de la trompeta Louis Armstrong en 1931 junto a Sebastian New Cotton Club Orchestra Okeh.

Versiones sinfónicas

Alfonso «Al» D’Arteaga realizó arreglos sinfónicos a «El Manisero» creando una versión poco conocida del mismo cuyo título «The Peanut Vendor» parece una traducción simple del son cubano al lenguaje de orquesta clásica pero esconde unos acordes entusiastas que se alejan del pregón sin esconder el lenguaje directo de la composición original. La pieza se grabó junto a la New York Festival Symphony Orchestra en 1958 con la colaboración de Rosa Linda como pianista invitada.

En la obra de George Gershwin, Cuban Overture (Obertura Cubana-1932) se aprecian rasgos evidentes del influjo de la pieza magistral de Moisés Simón, aunque uno de los motivos del cambio de nombre de la pieza -con el título de Rumba se presentó por primera vez en Nueva York- fue precisamente, en palabras de su autor, para que el público no pensase que iba a escuchar a El Manisero o algo de ese estilo. Declarando posteriormente que Échale salsita de Ignacio Piñeiro era la principal inspiración de su composición.