¡Ay mamá Inés!, todos los cubanos cantamos a Eliseo Grenet. En una isla bendecida por el más variado registro sonoro el nombre de Eliseo Grenet retumba en los charcos de las callejuelas de la Habana Vieja, buscando el malecón.
En ese recorrido musical los acordes del compositor pasan de los solares a los portales del Teatro Nacional «Alicia Alonso» (antiguo Centro Gallego), continuando por el Paseo del Prado para fundirse en la eternidad del oleaje que cincela y da brillo a La Habana.
La monumental obra de Eliseo, nacido en La Habana un 12 de junio de 1893, fue un constante rescate del folklore nacional frente a las influencias extranjera, sin desmerecer las sonoridades modernas buscaba la forma de cubanizar los acordes de moda para componer algunas de las más cimeras y reconocidas creaciones de los distintos estilos que cultivó.
Eliseo Grenet al piano
Eliseo Grenet Sánchez llegó a esta tierra a componer música, a tocar el piano para traer alegrías y a dirigir orquestas y zarzuelas. Con un talento descomunal, que en parte heredaron sus hermanos menores Emilio «Neno», pianista, y Ernesto, baterista y fundador de la orquesta Tropicana.
Sus dotes naturales fueron moldeadas por Mercedes Valenzuela y Leandro Simón Guergué, padre de Moisés Simón. Con trece años ponía sonido a la pantalla del cine La Caricatura, con 16 años dirigía la orquesta del Teatro Politeama Habanero (actual Manzana de Gómez) y tras eso integró la orquesta de la compañía de Regino López donde compuso varias zarzuelas, entre ellas «La toma de Veracruz».
En esa época trasciende a la canción popular con composiciones como «Si me pides el pescao·», «Si muero en la carretera», «Allá en la Siria hay una mora»… Hacia el año 1926 encabeza el conjunto musical del teatro cubano de Arquímedes Pous dando a conocer pregones como «El tamalero», «El botellero y el Aguacatero» y por supuesto el rumboso «Papá Montero».
Consolidado en la cima de la música cubana de ese momento decidió arriesgar y musicalizar los Motivos del Son de Nicolás Guillén. Aquel «Negro Bembón», «Tu no Sabe Inglé» o «Sóngoro Cosongo» saltaron de los libros al compendio sonoro de una nación que comenzaba a mirarse al ombligo africano que tenía y dejaba de mirar por encima del hombro la potente herencia que venía de los congos, carabalíes, mondongos, lucumíes y mandingas.
Se tuvo que exiliar en 1932 por enfrentarse a la dictadura de Gerardo Machado, gracias al soplo de Julio Leblanc que le dijo que pretendían atentar contra su vida por componer Lamento Cubano. Un son abiertamente en contra del gobierno dictatorial del llamado Asno con Garras.
LAMENTO CUBANO, canción de Eliseo Grenet
¡Oh! Cuba hermosa, primorosa,
¿Por qué sufres hoy
Tanto quebranto?
¡Oh! Patria mía,
¡quién diría
Que tu cielo azul
Nublara el llanto!
¡Oh! En el susurro del palmar
Se siente el eco resonar
De una voz de dolor
Que al amor llama
¡Oh! Al contemplar
Tu ardiente sol,
Tus campos plenos de verdor,
Pienso en el tiempo aquel
Que se fue Cuba
¡Oh! Cuba hermosa, primorosa,
¿Por qué sufres hoy
Tanto quebranto?
Ya por esa época era uno de las autores preferidos del público del Teatro Alhambra, además de colaborar con sus amigos Ernesto Lecuona (famosísima su Niña Rita junto a esta para la joven Rita Montaner) y Gonzalo Roig.
Tras partir a España recorre varios países europeos y Estados Unidos. El camino europeo se lo había abierto Aurelio Riancho quien era el autor del libreto de «La virgen Morena» que alcanzó más de mil representaciones en suelo español, en Madrid constató el éxito tremendo de su «Mamá Inés» por la cual cobró 53 mil pesetas en concepto de derechos. Orgulloso se sintió al saber que esta melodía isleña recorría el mundo rivalizando con la excepcional «El Manisero» del maestro Simmons.
De Madrid a París donde su hermano Ernesto le esperaba en el cabaret «La Cueva» donde desarrolló un espectáculo cuyo eje sería la conga, tomando tomando inspiración directa de las comparsas habaneras. Tras ese periplo europeo tocó el turno de Estados Unidos y Argentina, ejercía Eliseo Grenet como embajador de la música tradicional cubana.
De vuelta a Cuba decidió potenciar la sonoridad conocida como sucu-sucu originario de la Isla de Pinos. No le gustaba la influencia del mambo y otras sonoridades externas en la música cubana contemporánea. En ese rescate del folklore cubano estuvo los últimos años creativos de su vida.
Que no pare la música
El genio del sucu-sucu ya lo decía en una de sus canciones «Mi vida es cantar». Así que no extrañó a nadie que su despedida fuese de las más sonoras y solemnes de La Habana. Se encontraba en pleno apogeo musical, sus últimas composiciones estaban de nuevo entre lo más popular de la nación cuando el 4 de noviembre de 1950, el corazón de Eliseo Grenet detuvo su compás.
El sucu sucu «Felipe Blanco» había levantado gran controversia en aquel momento y algunos decían que el gobierno de Prío quería censurarlo por considerar inmoral el carácter jocoso-erótico de la canción, aunque algunos iban más allá y decían que era una crítica solapada al gobierno de la época.
Su letra sugerente decía con el humor vernáculo que le caracterizaba a Eliseo Grenet «Los majases no tienen cueva, Felipe Blanco se las tapó… Se las tapó que lo he visto yo…«
El día 3 de noviembre, antesala del fallecimiento, se encontraba en los estudios de la CMQ junto al Trío de Servando Díaz preparando los arreglos de este sucu sucu. El 3 de diciembre tendría un gran concierto en el Teatro América y quería sorprender nuevamente a La Habana. El disgusto que se llevó por el run run de la censura le provocó un dolor de cabeza, era una persona hipertensa, y se marchó a un acto en la Embajada de Colombia junto a su esposa María Eugenia García.
El dolor persistió y se retiró a su casa. A las 2 de la mañana entraron los médicos y a las 6 de la mañana del día 4 de noviembre se certificaba su fallecimiento por los doctores Rogelio Lavín y Armando Hernández.
Apenas tenía 57 años cuando nos dejó, tras una agonía de 4 horas producto de una hemiplejia, uno de los más grandes compositores cubanos del siglo XX, y cuando decimos uno de los más grandes no desconocemos que ese período está repleto de genios musicales. En su honor la Banda Municipal de Gonzalo Roig entonó en cementerio el famosísimo Lamento Cubano del maestro.
Cuenta la leyenda que el vaciado en yeso realizado a sus manos tras su fallecimiento las inmortalizó en la postura de tocar el teclado, como si en el rictus final el maestro intentase componer por última vez.
Sin dudas el panorama sonoro nacional quedaba de luto, se había ido un compositor de un talento inigualable para fundir la música popular y el humor criollo, con aroma de solar y bembé, rescatando la rica herencia africana y sintetizándola con los más refinados acordes de la música de esmoquin y Hollywood.
No sabía que había compuesto Ay, mamá Inés pensaba que era fe Bola de nieve