Ernesto Pérez Carrillo fue un político cubano, representante a la Cámara y luego senador de la República por la provincia de Pinar del Río.

Afiliado al Partido Liberal fue electo representante a la Cámara marapor la provincia de Pinar del Río en 1946.

Al regresar a Cuba el expresidente Fulgencio Batista de su autoexilio en Daytona Beach, Ernesto Pérez Carrillo se sumó al Partido de Acción Unitaria (PAU), la nueva agrupación política, que con intereses electorales había creado el otrora hombre fuerte de Columbia.

Ernesto Pérez Carrillo del liberalismo al PAU

Figuró, desde entonces, como la cabeza del PAU en la provincia de Pinar del Río y la oposición al Gobierno en el Congreso de la República; lo que no evitó, para nada, sus veleidades políticas, como cuando en septiembre de 1949 sumó, negoció o vendió su voto (nunca ha quedado claro) junto a 13 de sus antiguos correligionarios liberales (todos de la bancada opositora) para que la ley del empréstito presentada por el gabinete del presidente Carlos Prío Socarrás pudiera ser aprobada en la Cámara.

Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 su carrera política despegó y aupado por el nuevo régimen de facto se convirtió a partir de 1954 se convirtió en senador de la República.

En 1955 – y, a pesar de haber sido electo al Senado por la provincia de Pinar del Río – Ernesto Pérez Carrillo presentó, junto con el también senador Manuel Benítez y el congresista José Luis Guerra Cabrera, un proyecto de ley que permitiría la mecanización total de la producción tabacalera nacional (hasta ese momento sólo se permitía en el tabaco de exportación); ley que sólo beneficiaba a las grandes empresas establecidas en La Habana [1].

La carrera política de Ernesto Pérez Carrillo terminaría, como la de la mayor parte de los políticos tradicionales cubanos, el 1ro de enero de 1959, cuando el Ejército Rebeld,. liderado por Fidel Castro derrocó el gobierno de Fulgencio Batista.

Notas y referencias

[1] La ley de Mecanización como se le conoció enfrentó una fuerte oposición del sindicato tabacalero y de los pequeños industriales, pues estos consideraban, respectivamente, que provocaría desempleo y arruinaría a las fábricas más modestas y los chinchales. Al final, la ley nunca sería aprobada a pesar de varios intentos posteriores dentro del Congreso.