La Plaza de la Catedral, por Emilio Roig de Leuchsenring, Comisionado Intermunicipal de La Habana. 1923.

La Plaza de la Catedral

En cuanto a plazas, las dos únicas que tienen más sabor de época y pueden ser conservadas con su carácter colonial son la Plaza de la Catedral y la Plaza de Armas.

Pero más que la Plaza de Armas, es digna de atención y de cuidado la Plaza de la Catedral, el rincón colonial más bello que poseemos.

Catedral de La Habana en 1895
Catedral de La Habana en 1895

Vamos a glosar la descripción que de ella hace el historiador Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico, estadístico e histórico de la Isla de Cuba, publicado en el año 1863.

La Plaza de la Catedral es un cuadrilongo más caracterizado, aunque de menos extensión que la Plaza de Armas, porque mide cien varas de largo de Norte a Sur y 80 de Este a Oeste.

Es singular tanto por su forma como por las fachadas de los edificios de sus lados, exceptuando el de la Catedral que ocupa toda la del Norte.

En el lado Oeste se encuentra la Casa de los Marqueses de Aguas Claras, con portales de sillares y arquería que sostienen columnas, compuesta de altos y bajos. Hoy está convertida en casa de vecindad, completamente descuidada y abandonada (1).

A su lado y más hacia dentro de la línea de construcción hay un almacén, que desentona por completo con el carácter de la Plaza (2).

El frente Este lo ocupa la casa de los Peñalver, que su heredero, el Marqués de Arcos, reformó para dedicarla a correos. A su lado, la casa que fue de los Pedroso y es hoy del Dr. Ricardo Dolz (3), única bien conservada.

En el frente meridional está una casa que fue residencia y en la que después, hasta hoy, han estado instaladas las oficinas del periódico La Discusión (4).

Los edificios más notables de la Plaza de la Catedral son, en primer término, la Catedral de La Habana, y después las tres antiguas casas de Aguas Claras, Peñalver y Pedroso, que ofrecen el sello típico de la antigua gran residencia particular habanera de la época colonial.

Notas

(1) En la época en la que Emilio Roig realizó su descripción de la Plaza de la Catedral, el Palacio de los Marqueses de Aguas Claras, se encontraba, efectivamente, en total estado de abandono y convertido en una casa de vecindad. La antigua casa fue construida a mediados del siglo XVII, pero la gran fachada que luce hoy en día data de una fecha posterior, cuando se drenó la Plaza de la Catedral, antaño llamada Plaza de la Ciénaga.

Terminó de edificarse hacia 1775, cuando fue ocupada por Don Antonio Ponce de León, primer Marqués de Aguas Claras, quien la vivió hasta principios del siglo XIX y del cual tomó su nombre el inmueble. Cuidadosamente restaurado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, el Palacio de los Marqueses de Aguas Claras está ocupado hoy por el Restaurante El Patio.

(2) El almacén al que se refiere Emilio Roig «hacia dentro de su línea de construcción» era la antigua Casa de Baños, en la esquina de San Ignacio y Callejón del Chorro. En comparación con las demás edificaciones que rodean la Plaza de la Catedral, su construcción se puede considerar reciente. Se edificó a finales del siglo XIX sobre el antiguo aljibe del que se aprovisionaba de agua la ciudad y la flota y en el que desaguaba la Zanja Real.

La Casa de Baños fue el primer establecimiento de baños públicos que existió en Cuba. Cuidadosamente restaurado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, la antigua Casa de Baños está ocupada hoy por una galería de arte en su planta inferior y viviendas en el segundo nivel.

(3) La Casa de los Pedroso, en la que viviera en la década del 20 el Dr. Ricardo Dolz, y que menciona Emilio Roig, se construyó en 1741. A lo largo de tres siglos ha sido sometida a múltiples reformas hasta llegar a su aspecto actual. También se le conoce como Palacio del Conde de Lombillo, por José de Lombillo, quien se casara a finales del siglo XIX con una de las descendientes de los Pedroso.

(4) Ocupado hoy por el impresionante Museo de Arte Colonial, la antigua casona colonial de Don Luis Chacón fue construida a inicios del siglo XVIII. Desde mediados del siglo XIX perdió su carácter residencial y tuvo muy diversos usos: Real Colegio de Escribanos de La Habana, Colegio Notarial, oficinas del periódico La Discusión y por ultimo oficinas del Ron Arechabala. Debido a tan diversos usos, el inmueble sufrió numerosos cambios que afectaron sus valores patrimoniales, hasta que fue rescatado por la Oficina del Historiador de la Ciudad y convertido en Museo de Arte Colonial.