El teatro Politeama fue uno de los más importantes de los que se construyeron durante el siglo XIX en La Habana.
Era el teatro Politeama un gran complejo que incluía además de dos salas de teatro: el Politeama Grande y el Chico, un café y un restaurante y sobre cuyos dos primeros niveles se levantaría luego el monumental edificio de la Manzana de Gómez.
Su construcción comenzó en 1890 por orden del potentado Julián de Zulueta quien aprovechó los fosos de la antigua muralla como un gran sótano y antes de terminar la obra la vendió al también millonario José Gómez Mena, por quien luego sería nombrada la susodicha Manzana.
Fue Gómez Mena quien abrió y luego cerró el teatro cuando decidió construir dos niveles más y dedicar el inmueble a comercios y oficinas, función que desempeñó por casi un siglo, hasta que el Gobierno cubano, dueño del edificio tras su nacionalización en los primeros años de la Revolución, decidió convertirlo en un hotel.
En sus escenarios actuó la flor y nata de los artistas cubanos y los extranjeros que pasaban por La Habana. Sus tablas vieron al tremendo Eliseo Grenet dirigir su orquesta cuando apenas era un adolescente y a una también casi niña María Teresa Vera cantar a los acordes de Rafael Zequeira.
Al comenzar a proyectarse las primeras películas cinematográficas en La Habana estuvo el teatro entre los establecimientos que más rápido adaptaron sus salas para el nuevo entretenimiento. Estaba abierto, además, a las más disímiles actividades corporativas y sociales: En sus salones, por ejemplo, sesionó el Congreso Nacional Obrero de 1914, se realizó la primera exhibición de jiujitsu en Cuba y actuó por años el famoso Circo Pubillones.
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