Dentro de la explosión constructiva subsiguiente a los primeros años de la República nacida en 1902, surgieron construcciones como el Palacio de Rubens al oeste de La Habana, La Quinta de las Delicias de Rosalía Abreu (conocida usualmente como Quinta de los Monos) y la residencia de Carlos Miguel de Céspedes en la desembocadura del río Almendares donde hoy se encuentra el Restaurante 1830.

El señorial barrio del Vedado que había sido proyectado en el siglo anterior, recibió el impulso definitivo con la constante construcción de residencias para las clases más pudientes de la sociedad que huían de la congestionada y ruidosa Habana.

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Detalle del interior del Palacio de Rubens, aún en construcción en 1906

¿Quién era Rubens?

Horatio (Horacio) Seymour Rubens no era un millonario excéntrico al uso. Sus contribuciones en materia legal a la causa independentista cubana y su amistad con Gonzalo de Quesada (al que había conocido en la Universidad de Columbia donde se graduó en Leyes) le hacían un conocido habitual de los círculos políticos y sociales de la incipiente República. Permitiendo que formase parte de las distintas comisiones que elaboraron algunas de las primeras leyes cubanas bajo el gobierno de intervención norteamericano en los dos períodos (1899-1902 y 1906-1909).

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Rubens había nacido un 6 de junio de 1869 en Nueva York, misma ciudad donde fallecería el 3 de abril de 1941. Vivió una parte de su vida en Cuba donde llegó a dirigir el consorcio de Ferrocarriles Consolidados de Cuba fundado en julio 28 de 1924 y que significó la unión de las compañías de el Ferrocarril del Norte y Cuba Railroad Company (Ferrocarriles de Cuba). Su última visita a la isla está fechada en 1938 y su alojó en el más reluciente de los hoteles cubanos, el Hotel Nacional.

Su cercanía con los asuntos cubanos había comenzado en 1893 cuando José Martí le contacto como asesor en temas legales. Esta relación fructificó y Rubens llegó a defender en varias ocasiones a los tabaqueros de Tampa, además de alquilar y comprar equipos y barcos a su nombre. Fue asesor jurídico del Partido Revolucionario Cubano y redactó entre otros documentos importantes, el alegato de beligerancia que el Delegado, Tomás Estrada Palma, presentó al secretario de Estado americano.

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Una caricatura de La Política Cómica del conocido caricaturista Ricardo de la Torriente, muestra a Liborio, símbolo del pueblo de Cuba, levantando al abogado neoyorkino Rubens mientras una mujer que representa a la República observa con satisfacción.

Su cercanía con Elihu Root, quien fue secretario de Guerra (1899-1904) y secretario de Estado (1905-1909) del gobierno estadounidense durante un período capital para la independencia cubana de España, y luego de dos intervenciones militares, para la independencia económica y política de la joven nación antillana respecto a sus vecinos norteños. El antiguo abogado Root, en cuyo despacho un joven Horacio Rubens sirvió de becario en los comienzos de su carrera, fue el gran impulsor de lo que terminaría llamándose Enmienda Platt, aunque dicho apéndice constitucional pasase a la historia con otro nombre.

El Palacio de Rubens

Ubicado en la apacible zona del Mariel levantó el abogado Rubens su particular palacete medieval. Enclavado sobre la loma de la Vigía (actualmente conocida como loma de la Academia) aquel elemento anacrónico e hipnotizante por naturaleza no tenía la función de servir como residencia personal del hombre de negocios neoyorkino, que ya tenía otra residencia en Marianao.

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Palacio de Rubens en construcción

Según algunas hipótesis el proyecto original tenía como objetivo crear allí un Casa-Club para regatas, emulando a los grandes complejos que luego surgieron en la zona de la Playa de Marianao, o en su defecto un gran centro de lujo con su zona de juego y diversión, pero los distintos problemas jurídicos que enfrentó una vez concluido el palacio de Rubens su dueño le hicieron desistir de esta idea y venderlo un par de años después de construido.

Mientras que para los repórters de EL FÍGARO aquel edificio les pareció «el mejor y más espléndido edificio de nuestra República«, para otros arquitectos y periodistas cubanos no pasó de ser un extravagancia constructiva que emulaba a destiempo a otras construcciones de este tipo que se habían levantado en zonas exclusivas como los Hampton en Nueva York.

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El palacio de Rubens está a una altura de 83 metros sobre el nivel del mar, conformado por un edificio de cuatro plantas con patio interior y cuatro torres, una en cada esquina a modo de atalayas y una galería que recorre el exterior del edificio.

Aquel faro visual que dominaba con embrujo y curiosidad la vista de la zona costó a su dueño cerca de trescientos mil pesos, y lo que pareció una locura en un primer momento por su lejanía de las zonas más urbanizadas de La Habana -al momento de iniciarse su construcción en el año 1905 estaba a casi tres horas en automóvil de la ciudad, aunque su dueño era uno de los pocos que contaba con vehículo automotriz- provocando que su idea de crear una zona residencial allí fuese desestimada.

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El palacio de Rubens fue comprado por la señora Claudia Lamar quien posteriormente lo vendió al patronato del Leprosorio de San Lázaro que finalmente ejecutó su proyecto en el conocido Rincón de Santiago de Las Vegas

Con el tiempo terminaría prestando servicio al gobierno cubano cuando el entonces presidente Mario García Menocal decidió instalar allí la recién creada Academia Naval del Mariel, que estuvo en activo hasta 1960, cuando debido a daños estructurales en la edificación se abandonó el palacio de Rubens.

La antigua academia contaba con excelente equipamiento, además de un observatorio meteorológico, un planetarium y un museo ictiológico considerado entre los mejores dotados de América.

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En la actualidad algunos símbolos como su imperial escalera o la elegancia de las terminaciones de sus torres han quedado seriamente dañadas. El edificio se considera en desuso aunque sigue perteneciendo al Estado cubano.