Desde la loma sobre la cual se asienta la fortaleza de la Cabaña, en fecha tan temprana como 1593, sentenció el ingeniero del Morro Juan Bautista Antonelli: «quién domine esta elevación dominará toda la ciudad«*. Sus palabras serían recogidas por las tropas inglesas en la toma de La Habana, apertrechadas desde estas alturas dispusieron el asedio al castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, bombardearon la Plaza Parroquial Mayor (hoy Plaza de Armas) y a cuanta edificación quedaba al alcance del hierro y la pólvora.
La importancia de las fortificaciones en la entrada de la bahía (castillo del Morro y La Punta) disminuyó ostensiblemente en los futuros siglos debido a la estrategia la realizada por las tropas del Conde de Albemarle y de Sir George Pocock; cuyo plan de mostrar una presencia marítima para fijar a los cañones costeros mientras se producían desembarcos en los flancos, menos protegidos, de la Chorrera y Guanabacoa demostraron que estas construcciones defensivas estaban virtualmente obsoletas.
El gran despliegue de tropas inglesas, bien preparadas y profesionales con mandos experimentados tomó la ciudad no sin esfuerzos, contrario a lo mencionado en otras publicaciones las tropas españoles, limitadas logísticamente y careciendo del nivel de formación de las tropas enemigas, presentó batalla durante más de 40 días. Sería indispensable reconocer a las milicias ciudadanas que opusieron resistencia por encima de sus capacidades militares.
No es de extrañar entonces que España, en la figura de su Rey Carlos III, ordenase la mejora total de las construcciones militares existentes en la ciudad tras recuperar el dominio de esta, adicionando nuevos baluartes defensivos dotados de mejor apertrechamiento técnico.
Así es que se retoma el plan profético de Antonelli fortificándose la loma de la Cabaña con el castillo de San Carlos de la Cabaña y el fondo de la bahía con el castillo de Atarés.
Historia de la loma de La Cabaña
En el lejano 1581 el capitán Francisco Calvillo había propuesto montar un fortezuelo en la loma de La Cabaña con el fin de proteger el acceso a la zona más elevada de la ciudad. Durante la construcción del castillo del Morro el ingeniero Antonelli, antes mencionado, destacó nuevamente la importancia del lugar pero nada se hizo a corto plazo. Aunque hay que precisar que se construyó la batería de La Pastora, pero esta resultó fácilmente burlada por las tropas inglesas debido a la complejidad de defenderla por su posición alejada del castillo del Morro.
El castillo de San Carlos de la Cabaña es otro ejemplo de una constante en las construcciones militares habaneras que fueron construidas en la colonia a posteriori de las grandes acciones de guerra; cumpliendo estas más como fortificaciones disuasorias de futuras agresiones y que no entrarían activamente en las acciones de combate para las cuales fueron diseñadas. Similar situación que las murallas de la ciudad o el Castillo de Atarés.
Menciona José Félix Arrate en su obra fechada en 1761 (pero impresa en Cuba en 1830 por José Antonio Saco) «La Habana llave del Nuevo Mundo» que:
A representación, según considero, de Don Francisco Cajigal, se ha dispuesto últimamente por el Rey se construya una ciudadela sobre la serranía de la Cabaña, para la que se están preparando los materiales y operarios precisos que requiere semejante obra, de que no puedo dar noticia.
Señalando de esta manera uno de las primeras comunicaciones oficiales para armar la fundamental elevación. En esta misma línea el historiador Pedro J. Guiteras menciona una orden de aprobación dada desde la Corte española para fortificar la zona que data de finales 1761.
A su vez Joaquín Weiss señala que Bruno Caballero, coronel de ingenieros que proyectó el Castillo de Jagua así como otras obras militares en La Habana dejó a su muerte, acaecida en La Habana en 1745, unos proyectos de fortificaciones para la capital de la Isla en los que se incluía «la ciudadela que se propone construir en La Habana«.
No han sobrevivido estos planos pero no es desdeñable que sea otra referencia a la idea de construir una fortificación en la susodicha loma. Su sustituto como coronel de ingenieros de la Isla de Cuba, Jorge Abarca dejó indicios de un proyecto similar a esta al morir de fiebre amarilla en 1759. Por lo tanto es plausible suponer que sobre estos dos planos Silvestre Abarca, hermano de Jorge, ejecutaría en 1763 el proyecto definitivo para la construcción de la fortaleza.
Como hemos leído hasta aquí, las fuerzas españolas conocían la importancia de este emplazamiento, y buscaban la forma de fortificar el Cerro, pero las burocracias de la época provocaron que llegasen tarde las órdenes y decisiones pertinentes de construcción. Esta actitud facilitó, indirectamente, la toma de la ciudad por parte de los ingleses que en 1762 quienes hicieron de esta elevación su base de operaciones.
Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, el bastión de la ciudad
A un coste de 14 millones de duros de la época se erigió la monumental estructura defensiva. Debe su nombre al Rey Carlos III y al cerro de la Cabaña en el cuál se erigió. Los terrenos pertenecían a don Agustín de Sotolongo quien los cedió gratuitamente al gobierno español, allí habían algunos bohíos y cabañas por los cuales era conocido como el Cerro de las Cabañas. Se cuenta que al saber del costo de la obra el rey pidió unos anteojos pues «obra tan costosa debe verse desde Madrid».
En su momento considerada la estructura defensiva más ambiciosa y sólida de América por sus muros y fosos junto a sus 700 metros de largo, desde su posición cubría la zona de la bahía y el canal de entrada a la misma. En palabras de Emilio Roig de Leuchsenring:
Tiene un polígono de 420 varas (351 metros) exteriores con sus baluartes, terrazas, caponeras y revellines flanqueados. Lo circunda un foso profundísimo abierto en la peña viva, y un camino cubierto con dos bajadas que llegan hasta la ribera de la bahía. Tiene vastos cuarteles y almacenes. Estuvo siempre dotada por el gobierno español de gruesa artillería manteniéndola en perfecto estado de defensa.
Por su parte el arquitecto Joaquín Weiss destaca que «con una extensión de diez hectáreas, es sin disputa la mayor y más formidable de las fortalezas que los españoles construyeron en el Nuevo Mundo. En su tiempo es seguro que debió ser inexpugnable, y quizás por eso nunca fue puesta a prueba por los enemigos de España». Destaca también el eminente arquitecto los detalles arquitectónicos de su puerta exterior y el frente de la capilla, asociados a Pedro de Medina.
En tiempos de las guerras de independencia contra la Metrópoli española la fortaleza de La Cabaña fue el lugar destinado como prisión y escenario de torturas y fusilamiento a los insurrectos mambíes. En uno de sus fosos llamado «el de los laureles» una tarja recuerda la sangre cubana vertida en sus piedras.
En el período Republicano se usó como prisión política por parte de los distintos gobiernos que la usaron con el mismo fin que el antiguo gobierno español. Mucho dolor y angustia encierran sus ahora mudas piedras. En la actualidad acoge diversos museos militares.
El rito del famoso cañonazo de las nueve que anunciaba el cierre de las murallas de la ciudad es otra de las huellas del arraigo de la fortaleza en el ecosistema cotidiano de la ciudad. En la actualidad forma parte de la ruta turística del complejo histórico.
*– También se encuentra esta frase en otras fuentes de la siguiente manera: El que fuere dueño de esta loma, lo será de La Habana».
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