Continuación del texto «Duelos surgidos en la acera del Louvre» del arquitecto Luis Bay Sevilla de su serie Costumbres Cubanas del pasado, publicado en el Diario de la Marina en marzo de 1947.
Otro duelo, también con trágico resultado, fue el que se desarrolló el día 12 de noviembre de 1890 entre Alberto Jorrín y el capitán Leopoldo D. Osouville, del Ejército español, con motivo del grave incidente ocurrido entre ellos al propinarle Jorrín una fuerte bofetada, castigando de ese modo las palabras vertidas por D. Osouville en sentido despectivo para los jóvenes de la Acera del Louvre.
Fueron los padrinos de Jorrín, Agustín Cervantes y Emilio Lafourcade, y los de D. Osouville los comandantes Vega y Bernal, quienes concertaron el duelo a sable con filo, contrafilo y punta, llevándose este a cabo en la Fortaleza de La Cabaña en un lugar próximo a la Playa del Chivo.
En este duelo, ocurrió algo extraordinario que causó general sorpresa y asombro Alberto Jorrín -y esto se conoció después del duelo- como consecuencia de la caída del caballo que montaba siendo jovencito sufría en ocasiones fenómenos de amnesia, teniendo a lo que parece la desgracia de ser víctima de uno de ellos al iniciarse el duelo, lo que motivó que mantuviera su brazo derecho en posición horizontal sin estar tan siquiera con la guardia cubierta, siendo por ello fácilmente atravesado su cuerpo por el sable de D. Osouville que lo introdujo en un a fondo hasta la cazuelet.
Que esto fuera así lo demuestra el hecho de que siendo Jorrín un hombre de constitución hercúlea y valiente a toda prueba, no le destrozara la cabeza a su contrincante con la cazueleta de su arma y continuara, según los testigos presenciales, sonriente e impasible cuando el sable de D. Osouville le tenía atravesado el cuerpo.
Jorrín fue cargado por Paco Romero, Pepe López Senén, Ernesto Jerez y César Aenlle que lo llevaron al pabellón que ocupaba el coronel Felipe Crespo en la propia Fortaleza donde el doctor Francisco Domínguez Roldán que acababa de llegar de París cubierto de gloria, lo examinó practicándole en las peores condiciones una difícil operación, falleciendo horas después.
En el año 1893 encontrándose Varona Murias en Madrid en compañía de Gustavo Robreño tuvo a presencia de éste un incidente con D. Osouville enviándole su representación y dándole ésta las explicaciones solicitadas. Años después en 1911 llegó D. Osouville a La Habana de paso para México a bordo de un barco español permaneciendo a bordo todo el tiempo que el trasatlántico estuvo en el puerto.
Otro duelo también trágico fue el que se llevó a cabo entre don Juan Palacios hombre fornido y de carácter provocador con el ex oficial del Ejército español Ángel Soler era de pequeña estatura y menos fuerte que Palacios. El duelo fue a sable y se celebró en el Teatro Payret, recibiendo Palacios heridas de tal gravedad que falleció horas después.
Otros duelos de la acera del Louvre
Nos referiremos también al duelo que tuvieron el general José Lachambre y don Agustín Cervantes motivado por la exagerada susceptibilidad del segundo pues Lachambre era muy cuidadoso en sus expresiones y siempre fue en su trato y especialmente con los cubanos amable y caballeroso. En este duelo resultaron heridos en el hipocondrio derecho el general Lachambre y en el hombro Cervantes. Fueron los padrinos de éste don Miguel Figueroa y don F. Varona Murias, los de Lachambre, Nicolás de Cárdenas y Benítez y Hortensio Tamayo.
El duelo surgido en el restaurante “Las Tullerías“, de calle San Rafael y Consulado por un incidente que tuvieron el doctor Eduardo Borrell y don Miguel de la Torriente, fue a sable y se llevó a cabo en la finca “El Morado“, de la propiedad del coronel Baldomero Acosta, situada en Marianao, resultando Torriente herido gravemente en un brazo.
Un duelo más fue el que surgió, por otro incidente ocurrido en la Acera, entre Vicente García Santiago y Paco Romero resultando éste gravemente herido en un brazo.
Se batieron a espada y ambos resultaron heridos, el propio Paco Romero y Héctor de Saavedra, lográndose después que ambos que eran muy buenos amigos se reconciliaron en el terreno. Para festejar el gesto caballeroso de estos jóvenes se acordó almorzar un arroz con pollo en el restaurante “Arana” de la Chorrera, almuerzo que alcanzó los honores de la posteridad, porque después de celebrado fueron todos a parar a un fonducho situado en el Paso de la Madama de la propiedad de un italiano y apellido Romano.
Negándose éste a abrirles la puerta, por lo que la forzaron y rompieron como castigo a su insolencia, muebles y lámparas, cargando luego con un órgano de manigueta que tenía en la sala para amenizar las comidas, llevándolo para la Acera del Louvre, donde lo destrozaron por completo. Enterado de la denuncia hecha por Romano, el marqués de Sandoval, que presidía el Unión Club pagó integrantemente la cantidad reclamada, por este gesto que al ser conocido de los “muchachos” motivó que le ofrecieran un espléndido banquete.
Otro duelo mucho más reciente pues data de pocos años, fue el que sostuvieron a pistola Rodolfo Warren y Hannibal J. de Mesa por un incidente surgido entre ambos en la Acera del Louvre, recibiendo el primero un tiro en el estómago que cortó horas después su existencia. En este duelo actuó como padrino de Mesa, el juez de campo, el doctor Orestes Ferrara.
Claro que en este relato no están comprendidos todos los incidentes ocurridos en la Acera. Sólo hemos querido por la índole de nuestros trabajos apuntar cada hecho, glosando solamente algunos de sus más interesantes aspectos.
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