El amor entre Catalina Lasa y Juan Pedro Baró es una leyenda acogida con los años por la cotidianidad habanera como muestra del amor sublime y total, no es un mal epílogo para una unión denostada en vida y que ha trascendido a la mera existencia de los cuerpos para rondar por el místico camino de la eternidad. La vida está llena de amores difíciles, esos llamados imposibles. Son muchos los casos de enamorados con distinto origen, clase social, religión, color de la piel y problemas familiares.

A lo largo de la literatura esta ecuación se ha repetido hasta el cansancio. Ejemplo de ello son Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Werther y Lotte, Beren y Luthien.

Pero no todos los amores son los primeros, no todos son castos y sí, en ocasiones salen dañados terceros. Este conflicto abundaba en el pasado, cuando la mayoría de los matrimonios eran por conveniencia, sin dejar espacio al más fuerte de los sentimientos.

Algo así sucedió en La Habana de inicios del siglo XX, un amor tan arrollador que ha quedado en la historia de la nación. También ha sido uno de los escándalos más sonados, pues involucra adulterio, acusaciones de bigamia y al Papa.
Esta es la historia de Catalina Lasa y Juan Pedro Baró, dos amantes que debieron enfrentar a la sociedad y a la justicia para permanecer unidos.

catalina lasa

Catalina Lasa del Río Noriega, matancera, era considerada una de las mujeres más hermosas de Cuba. Su piel tan blanca como el nácar, diosa de perfil griego, blonda y de unos cautivadores ojos claros; aunque dicen que sus mayores atractivos, eran la elegancia y su simple presencia. Ganadora de concursos de belleza, era conocida por la prensa como «La maga halagadora«.

El otro miembro de la pareja era Juan Pedro Baró, riquísimo hacendado habanero, con una fama de Don Juan que le había costado su matrimonio con Rosa Varona, madre de sus dos hijos. Esta dama había solicitado y obtenido el divorcio en los Estados Unidos por la causal de infidelidades reiteradas.

Se pudiera pensar entonces que no existían razones que impidieran este amor, pero lo escandaloso del caso radica en que Catalina Lasa era una mujer casada. Su esposo era Luis Estévez Abreu, hijo de la patriota Marta Abreu y Luis Estévez Romero, primer vicepresidente de la República de Cuba. El matrimonio tenía tres hijos y al parecer estaba muy consolidado. Todo hasta 1905, cuando Catalina Lasa y Juan Pedro Baró se conocieron en un salón de fiestas.

Catalina Lasa y su primer esposo Pedro Estévez
Catalina Lasa y su primer esposo Pedro Estévez

Comienzos de un amor

La atracción mutua fue instantánea, se pudiera hablar de amor a primera vista. No podían evitar sus sentimientos y comenzaron una relación clandestina, se encontraban en una suite del Hotel Inglaterra para vivir instantes de libertad. Todavía el divorcio no era legal en Cuba, por lo que esta pareja estaba aparentemente condenada a desaparecer o continuar en el silencio.

La aventura fue descubierta por la familia de su esposo y Catalina Lasa le pidió entonces la separación, sin dudas se sentía más ligera ahora que no debía esconder su amor. Luis Estévez Abreu se negó a conceder la interrupción de la vida conyugal, probablemente por despecho. Pero «La maga halagadora» estaba decidida a continuar su relación con Juan Pedro Baró y se marchó a vivir con él.

Es entonces que la acusan de bigamia y pierde el derecho sobre sus hijos. Ante la presión social los amantes abandonan Cuba y se establecen en París, pero estaban determinados a legalizar su unión. Es por esto que viajan al Vaticano, donde logran que el Papa los reciba, anule el matrimonio de Catalina y los bendiga.

Pueden regresar a la Isla en 1917, pues el presidente Mario García Menocal aprobó la ley de divorcio y tienen derecho a ser reconocidos como un matrimonio respetable.

Momentos de felicidad

Para agradar a su esposa y demostrarle de nuevas maneras su amor, Juan Pedro Baró mandó a construir una espléndida mansión de estilo ecléctico. La ejecución corrió a cargo de la constructora estadounidense Purdi and Anderson, mientras la decoración de los salones principales estuvo a cargo de la parisina Casa Dominique.

Construida con arena del Nilo, mármol de Carrara, vitrales emplomados, cristal Lalique. Este palacete se encuentra ubicado en el Vedado, en la Avenida Paseo, entre 17 y 19 y actualmente es sede de la Casa de la Amistad.

La mansión quedó inaugurada por la feliz pareja en 1926, en los jardines se lucía una rosa muy particular llamada como la dueña del palacete. Pero la felicidad era esquiva a estos dos seres, al parecer malditos por el simple hecho de amarse con locura.

Cuando más felices y tranquilos estaban Juan Pedro y Catalina, la salud de ella comienza a deteriorarse. Se trasladan a Francia para un mejor tratamiento y muere en los brazos del desconsolado Baró en 1930.

Epílogo de una relación

El cadáver de Catalina Lasa fue embalsamado y trasladado a Cuba, donde su esposo dispuso la construcción de un mausoleo donde ambos pudieran descansar. El encargado del diseño fue René Lalique, afamado joyero y vidriero francés, de quien la pareja fuera mecenas. Este último homenaje a la mujer que tanto amó costó medio millón de pesos y quedó terminado en 1932.

Un tesoro en alhajas, sin faltar el jade imprescindible, lucía la señora de Pedro Baró.

Siempre así Catalina Lasa.

Nació en un rango.

Rango de belleza y también de elegancia, espiritualidad y distinción.

Escribe Enrique Fontanills en el Diario de la Marina, 1 de enero de 1921.

Dicen que Juan Pedro Baró visitó el mausoleo diariamente hasta que murió una década después, la vida se le hacía muy amarga sin Catalina. Fue enterrado en el panteón, y sus tumbas quedaron clausuradas para el descanso eterno. El edificio forma parte de la más valiosa arquitectura del Cementerio de Colón y resulta indignante y doloroso que haya sido violentado para el saqueo. Aunque fuentes me informan que se encuentra en restauración.

No hay quien pueda sugerir que solo era pasión lo que unió a Catalina Lasa y Juan Pedro Baró, ellos se amaron hasta el último día. Debieron hacer sacrificios para permanecer juntos, las muestras de cariño mutuo son evidentes. Esta pareja quedará en la historia de esos amores difíciles y verdaderos que se vuelven leyendas.

Catalina Lasa, musa de su época

Era tanta la belleza de Catalina Lasa que sirvió de musa para un perfume y una rosa, elementos tan delicados y elegantes como ella misma.

El Habanita es un perfume femenino que revolucionó la industria de la perfumería en el año 1921, tanto en diseño del frasco, realizado por René Lalique, como su aroma, al convertirse en la primera fragancia oriental de la historia donde el vetiver, hasta la fecha reservado para las fragancias masculinas, seduce a las mujeres. Molinard, perfumista francés, quedó encantado al conocer a Catalina Lasa y la inspiración lo llevó a crear esta joya.

La rosa Catalina Lasa surgió en La Habana, es descrita como de textura suave y armonioso tono jaspeado rosáceo amarillento. Adornó los jardines del palacete que Juan Pedro Baró mandó a construir para vivir junto a su amada. Es una lástima que en la actualidad esta flor, que fuera la preferida por las novias cubanas para sus ramos, se encuentre solo en Europa.


Bibliografía:
– Picart, Gina, sitio Hija del Aire (https://ginapicart.wordpress.com/tag/catalina-lasa/)