Cien años atrás se estrenaba la película cubana «El rescate del brigadier Sanguily» en el Palacio Presidencial, donde oficiaba como presidente de la República el General del Ejército Libertador Mario García Menocal. Era diciembre de 1916 y se marcaba una nueva gesta dentro de la incipiente industria fílmica nacional.

El suceso elegido no fue casual, el cine que empezaba a entrar en La Habana bajo el nombre de cinema -y que a finales de la década de 1950 contaba en más de 150 los sitios dedicados a exhibir películas en la ciudad- lo hacía arrancando aplausos y emociones en los entusiastas asistentes. El gobierno y los productores vieron con buenos ojos representar una acción bélica que reflejara la valentía del bayardo Ignacio Agramonte cuando rescató a su amigo Julio Sanguily Garrite el 8 de octubre de 1871 con apenas 35 hombres en una misión casi suicida.

Sería el ilustre Enrique Díaz Quesada (1883-1923) el director cubano que dio forma a aquellas primeras producciones cinematográficas cuyo éxito no debe olvidarse. La fatalidad marcó la vida y obra de Díaz Quesada, quien, a su repentino fallecimiento con apenas cuarenta años, debe agregársele la pérdida de casi toda su producción debido a un incendio producido en los almacenes que guardaban en los años 30 las grabaciones originales.

De aquel desastre solo se salvó «El parque de Palatino» documental filmado en 16mm con una duración de 7 minutos que mostraba escenas del parque de diversiones Palatino Park inaugurado en La Habana el 8 de marzo de 1906.

enrique diaz quesada
Enrique Díaz Quesada

El conocido como «Padre de la cinematografía cubana» o «el Pathé cubano» alcanzó tal relevancia a comienzos del siglo XX en el ambiente cinematográfico cubano, junto a los empresarios Jesús Santos y Pablo Artigas, que 17 de los 40 títulos de ficción rodados durante el período 1907-1922 fueron realizados, fotografiados y coproducidos por él. No extraña entonces la expectación que generaba en la incipiente industria nacional el anuncio de cada nueva grabación del insigne director Díaz Quesada.

El rescate del Brigadier Sanguily, un suceso nacional

Por la prensa de la época sabemos que tras el éxito rotundo de la anterior producción histórica del cineasta capital de aquellos tiempos («Mujer Cubana» o «La Manigua«), los empresarios Santos y Artigas quisieron subir la apuesta y decidieron buscar un hecho patriótico de gran resonancia que fuese conocimiento, al menos de oído, de todos los cubanos.

«El rescate del Brigadier Sanguily» se impuso a otras ideas como la Protesta de Baraguá, el cruce de la trocha o la primera carga al machete. El apellido Sanguily contaba con gran reconocimiento y respeto en la sociedad cubana, pero no por Julio Sanguily Garrite (1845-1906), el protagonista de dicha acción militar -y considerado una de las figuras más confusas y polémicas de nuestra historia- sino por la prosa y actitud enérgica de su hermano Manuel Sanguily Garrite (1848-1925) -apodado como «el sabio» o «el político erudito«- cuya proverbial fluidez oral opacaba el resto de sus cualidades personales y que escribía para diversos periódicos de la época.

Por otro lado Julio Sanguily Echarte (1879-1935), hijo del brigadier mambí, había ganado en la manigua de la guerra de 1895 los grados de coronel. En la República siguió vinculado al Ejército y fue ayudante de campo del presidente Menocal hasta que fue nombrado jefe de Policía el 29 de junio de aquel año 1917.

El otro rescate de Sanguily

Décadas después siendo jefe del Cuerpo de Aviación del Ejército, lanzó por la radio la noticia de la sublevación militar que dio el golpe definitivo a la dictadura de Gerardo Machado, forzando a este a salir del país el 12 de agosto de 1933. Tras la caída del régimen el presidente interino o provisional Carlos Manuel de Céspedes y Quesada (hijo del Padre de la Patria de igual nombre) lo nombró jefe del Estado Mayor del Ejército, con el consiguiente ascenso de coronel a Mayor General.

general-julio-sanguily- el rescate del brigadier sanguily

No fungió apenas el cargo pues dos días después del nombramiento tuvo que ser intervenido quirúrgicamente de una úlcera, estando de recuperación se produjo el golpe de estado del 4 de septiembre de 1933 (la Revolución de los Sargentos que encumbró a Fulgencio Batista) y fue destituido de todos sus cargos. Temiendo por su vida se alojó en el Hotel Nacional donde se hospedaba el embajador americano, algunos de sus antiguos oficiales, expulsados también, imitaron su decisión provocando el conocido combate del Hotel Nacional el día 2 de octubre tras días de tensión extrema.

Sanguily no tomó parte directa en los pormenores de dicha acción bélica pero, quizás a su pesar, era el hombre que representaba a la vieja oficialidad desplazada por «la sargentada«. La rendición del hotel convertido en baluarte llegó tras diez horas de desigual intercambio y, pese a las promesas de los asaltantes, una vez se entregaron los sublevados fueron ultimados muchos de ellos en el propio patio del Hotel.

Salvó la vida Sanguily gracias al valor del teniente Belisario Hernández quien interpuso su rango y su integridad física, y la de los hombres que le acompañaban, para trasladar al veterano mambí y sus hijos hasta la fortaleza de La Cabaña donde quedaron detenidos.

Quizás este rodeo pueda parecer innecesario pero es crucial para entender el profundo arraigo que el apellido Sanguily llegó a tener en el ejército, la política y la sociedad cubana del primer tercio del siglo pasado.

Un cine de vanguardia

Decididos a marcar una impronta con la película «El rescate del Brigadier Sanguily» los empresarios Santos y Artigas -los mismos del circo- permitieron a Enrique Díaz Quesada contar con un presupuesto exorbitante para la época, aunque curiosamente no trascendió el montante total.

camara agfa de enrique diaz quesada

La refinada pluma del periodista Eduardo Varela Zequeira, uno de los más reputados hombres del oficio en aquella Cuba, fue la elegida para adaptar el guión. Desde las páginas del periódico «El Mundo» el veterano cronista había cautivado a los lectores y el salto al cine no fue menos elogioso.

Junto a Díaz Quesada y Varela Zequeira abordaron el tren con destino a los bravos campos del Camagüey, donde grabarían la película, el 12 de mayo de 1916, las actrices Úrsula Garrido y María Marsal junto a los protagonistas Paco Lara (representando a Julio Sanguily Garrite) y el teniente médico Santamaría (Ignacio Agramonte) del cual no ha trascendido el nombre.

pablos santos y jesus artigas enrique diaz quesada

El realismo de la película fue mimado al extremo como reconocieron las críticas de la época tras ser estrenada en el Teatro Payret el 9 de enero de 1917, al precio de sesenta centavos la luneta. Baste el detalle de pedir a Julio Sanguily Echarte la silla de montar original que usaba su padre, con cierta discapacidad provocada por una herida de guerra, haciendo uso de ella en la filmación.

«El asunto es de todos conocido y al pasarlo al cine no ha perdido nada de su grandeza, pues muchos de los que temaron parte en aquella acción guerrera, lo hacen también en la película, así como muchas de sus escenas están tomadas en el mismo lugar donde se desarrollaron los hechos.

La más estricta verdad se admira en toda la película, pues eso ha sido el empeño de sus editores, que no cesan en sus propósitos de trasladar al cine valiosas páginas de nuestra historia sin reparar en sacrificios.»

Nota de la prensa de la época

Otro entusiasta de la filmación fue el General Menocal quien facilitó tropas cubanas y otros medios necesarios para la grabación. En carta fechada el 5 de enero de 1917 y remitida a los productores y el director señaló:

«Aprovecho esta oportunidad para felicitar a ustedes por el alto grado de desarrollo que con la impresión de esta película demuestra haber alcanzado por lo acertado del tema que les ha servido para argumento y que seguramente habrá de avivar en nuestra juventud el arte cinematográfico en Cuba, así como el sentimiento de la nacionalidad, que es la base primordial sobre la cual descansa el porvenir de la República.

De ustedes atentamente,
(f) Mario G. MENOCAL

Carta del Presidente Menocal a la productora Santos y Artigas, radicada en la calle Manrique 138
estudio de enrique diaz quesada 1906

Pero si alguna repercusión fue bien recibida por los creadores fue la carta firmada por Manuel Sanguily Garrite y Julio Sanguily Echarte que terminaba diciendo lo siguiente:

«…pueden ustedes estar satisfechos de haber reanimado, en cuanto cabe, lo más extraordinario y capital de aquel acontecimiento, que fue la carga decisiva de los treinta y cinco centauros del Camaguey; porque ella sobreviene tal como debió haber sido, con el mismo ímpetu fulgurante, revelando la suprema resolución que se la desató como una tromba, a tal punto, que viéndola se comprende lo indefectible del éxito final dándose cuenta el espectador de la sobrehumana generosidad que la inspiró y que será siempre el timbre de gloria que ha colocado a Ignacio Agramonte entre los héroes más dignos del amor y el respeto de los hombres.

Carta fechada el 9 de enero de 1917 y firmada por los referidos mambises

Cubanos contra españoles, el cine y su repercusión

Como era de esperar los cubanos tomaron aquella representación con el patriotismo que ameritaba el esfuerzo realizado por los involucrados en la realización del filme. El temor de algunos sectores sobre posibles trifulcas en los cines tenía todo el sentido del mundo, La Habana seguía contando con un núcleo de población española elevado.

Para evitar posibles choques se decidió separar en algunos cines a los cubanos de los españoles, según refieren los investigadores Arturo Agramonte y Luciano Castillo en su Cronología del cine cubano I (1897-1936):

En una función dominical del cine París, ubicado en la Calzada de La Ceiba y Puentes Grandes, cercano a varias industrias como la Papelera cubana, La Tropical, La Polar y varias fábricas de galletas y chocolate que entre sus trabajadores contaban con muchos inmigrantes de procedencia española que, asentados en la Isla, asistieron, por supuesto, a la exhibición de El rescate del brigadier Sanguily. El «gallinero» estaba atestado de público. De un lado estaban sentados los españoles y del lado opuesto los cubanos. Hasta la mitad de la proyección todo parecía rutinario, pero al llegar la escena en que las tropas mambisas perseguían a las españolas, se escuchó un grito proferido con el peculiar acento de que: ¡Los españoles no corrían así!. El cronista relata la atmósfera reinante:

«Enardecidos los ´ánimos, al poco rato aquello no era un teatro. Aquello se tornó una babel ensordecedora. Los cubanos la emprendieron a piñazo limpio con los españoles y estos a trompadas con los cubanos, al extremo que hubo que encender las luces del teatro y la policía desalojar el salón, con una balanza de varios heridos de ambos bandos y un sinnúmero de lunetas rotas y bancos de tertulia levantados y echados al patio de lunetas. Aquella función se había convertido en campo de Agramonte

Temiendo más acciones de confrontación entre españoles y cubanos los productores se vieron obligados a publicar una nota en todos los periódicos de la época una nota que comenzaba así aclarando: «Esta película que hoy dedicamos a la juventud cubana, rogamos a los cubanos y a los españoles que no vean en ella otra cosa que páginas de la historia y de ninguna manera, deseo, nuestra parte, de resucitar antiguos resentimientos ni herir susceptibilidades».

Como se suele decir la sangre no llegó al río y el Ayuntamiento de La Habana otorgó a Santos y Artigas, que un año antes habían fundado su circo, la Medalla de Oro de la ciudad por el interés en promover un filme con representación histórica. En 1923 con la muerte del eminente Enrique Díaz Quesada los productores abandonaron la producción fílmica que tantos éxitos les había granjeado.


*-En honor a los hermanos franceses Pathé cuya empresa Societé Pathé Frères (compañía Hermanos Pathé) fundada el 28 de septiembre de 1896 en Francia está considerada la productora más grande del cine mudo de comienzos del siglo, además de ceder su apellido a diversos equipos de grabación y reproducción fílmico de la época.