La calle San Lázaro se extiende de este a oeste a través de tres municipios (Habana Vieja, Centro Habana y Plaza de la Revolución) desde el Paseo del Prado hasta la escalinata de la Universidad de La Habana, donde nacen las calles L y Ronda.
Considerada como una de las más importantes entre las que enlazan la parte más antigua de la ciudad con el moderno Vedado, la calle San Lázaro se cruza en su recorrido con otros importantes ejes viales como Galiano, Belascoaín e Infanta.
En el pasado tuvo la calle San Lázaro una marcada importancia comercial que se fue deprimiendo de forma sostenida a partir de 1959 hasta desaparecer casi por completo en algunos tramos, como el que se extiende entre el Paseo del Prado y la calle Belascoaín. En la misma medida en que disminuía la actividad comercial y de servicios, los inmuebles y locales se iban adaptando a viviendas, en muchos casos precarias, lo que, unido a la falta de inversión y mantenimiento y la cercanía del mar, provocaron la depauperación alarmante de la vía.
¿Por qué se llama calle San Lázaro?
La calle San Lázaro recibió ese nombre por el leprosorio del mismo nombre que se estableció en el año 1746 en las inmediaciones de la caleta de Juan Guillén, donde hoy se encuentra el Parque Maceo.
Durante la colonia se le conoció, además, como calle del Basurero y, oficialmente, como Ancha del Norte, aunque nadie la llamara jamás así.
Por acuerdo tomado el 17 de noviembre de 1905, el Ayuntamiento de La Habana decidió modificar su nombre a Avenida de Maceo y, cuatro años después, el 6 de diciembre de 1909 por el de Avenida de la República.
De la Avenida de la República a la calle San Lázaro
En 1936, durante la alcaldía de Guillermo Belt Ramírez, el primer Historiador de la Ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, propuso que se le restituyera el nombre tradicional de calle San Lázaro, pues si bien la República merecía un homenaje, no se juzgaba a esta calle con la importancia, belleza y suntuosidad necesarias para llevar ese nombre.
Así, la antigua calle del leprosorio, tras haber pasado por varios nombres rimbombantes e ilustres, volvió a sus humildes orígenes y recobró su nombre tradicional, el cual se hizo oficial por la Ley que en enero de 1936 refrendó con su firma el entonces presidente de la República, José Agripino Barnet y Vinageras.
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