Una de las mayores peregrinaciones que se producen en Cuba tiene como epicentro el Santuario Nacional de San Lázaro, ubicado al final del poblado de Rincón, perteneciente al municipio de Santiago de Las Vegas, en el límite de las provincias La Habana y Artemisa.
Las tradicionales festividades que se realizan desde días antes del 17 de diciembre, día de San Lázaro (Babalú Ayé), anteceden una jornada populosa en la cual concurren fieles de todas partes del país, y del mundo, a cumplir las promesas realizadas al santo. Uno de los que mayor devoción generan en los cubanos y motivo de que el antiguo leprosorio ostente hoy el solemne nombre de Santuario Nacional de San Lázaro.
Hagamos un poco de Historia…
De la caleta de Juan Guillén al Rincón
El origen del primer hospital para leprosos se encuentra en los terrenos donados en 1685 por Don Pedro Alegre, natural de Madrid, quien tenía un hijo enfermo con dicha enfermedad y decidió ceder su finca «Los Pontones» (cercana a donde se levantó posteriormente el Hospital de las Ánimas). En la finca se había levantado tiempo atrás una pequeña ermita, tres casas de guano, una cocina y tres bohíos primitivos, de tierra y guano, que servirían de improvisado sanatorio.
La única condición que puso Alegre fue que una de las casas se destinara exclusivamente como residencia de su hijo, y así se suscribió ante el Notario Público, Don Ignacio Núñez, el 30 de julio de 1681, considerándose el antecedente más remoto del actual Santuario Nacional de San Lázaro; pero debemos reconocer que pese a ese noble empeño no fue hasta el 9 de junio de 1714 que se obtuvo la Real Licencia que permitió el inicio de la fábrica de un edificio propicio para este fin.
Sin embargo ni siquiera la aprobación de Su Majestad pudo con aquella ubicación, lejana de una ciudad circunscrita aún dentro de las murallas, hecho este que no llamó demasiado la atención de otros donantes, provocando que el proyecto fuese abandonado. El Dr. Emilio Roig de Leuchsenring explica la nueva ubicación:
la obra no se comenzó hasta 1744, por el especial interés del capitán general Marqués de Casa Torres, en terrenos cedidos por un doctor de apellido Tenaza, frente a la antigua Caleta de Juan Guillen (posteriormente conocida como Caleta de San Lázaro y hoy parte del Parque Maceo), donde dice Pezuela, «la brisa marítima aparta de la atmósfera de la Capital los miasmas de esa dolencia contagiosa».
Emilio Roig – La Habana Apuntes Históricos tomo III
Todos los historiadores coinciden en señalar al Padre Gómez Marañón como la persona que aportó la mayor cantidad de los fondos necesarios para levantar nuevamente la obra en el año 1861, pues el antiguo Hospital de San Lázaro había sufrido un incendio en 1860 que destruyó gran parte de los pabellones construidos en el siglo anterior y de las reformas realizadas en 1853 por impulso del Padre Marañón.
«En 1861, durante la administración del Padre Marañón, fue construido el hermoso edificio en que hoy se encuentra instalado este establecemiento, obra grandiosa en relación con aquella época, que llevó a cabo este virtuoso sacerdote»
Doctor Manuel Alfonso, director de este establecimiento entre 1890 y 1899 en su «Memoria de la Casa Hospital de San Lázaro»
El padre Marañón, oriundo de Vizcaya, reunió sus sueldos durante ocho años con tan sublime fin, además de realizar campañas con la intención de captar donativos.
El nuevo edificio, ubicado entre las calles Marina y San Lázaro, quedaba adyacente al primer cementerio de La Habana, conocido como Cementerio General o de Espada, al cual las Hermanas de la Caridad, que se encargaban de la institución, vendieron parte de sus terrenos.
Este hospital, era un sobrio edificio rectangular con un gran patio porticado que daba acceso a las salas o pabellones perimétricos, en el centro del cual irrumpía trasversalmente el cuerpo de la capilla. Ésta era uninave, con cabecera cruciforme cubierta por una pequeña cúpula apoyada en cuatro arcos torales.
El cuerpo central exterior consistía en un pórtico afrontonado compuesto de tres arcos sobre pilares con pilastras adosadas; sobre el frontón asomaba el cuerpo de la nave coronado por una pequeña torre: asociación de frontón y torre tan frecuente en las iglesias cubanas de la segunda mitad del siglo XIX. A cada lado del pórtico, el edificio tenía diez ventanas en cada piso.
Joaquín Weiss, La Arquitectura Colonial Cubana de los Siglos XVI al XIX
Finalmente en 1916 el lugar que ocupaba el conocido leprosorio de La Habana había sido absorbido por la expansión de la ciudad y tras una subasta pública, el empresario Regino Truffin se hizo con los terrenos por cerca de trescientos mil pesos, demoliendo y quemando toda la zona, con el fin de esterilizar los terrenos.
Mientras se construía el nuevo edificio, actual Santuario Nacional de San Lázaro, en la finca «Dos Hermanos» en el pueblo del Rincón, Santiago de Las Vegas, los enfermos fueron trasladados a la zona del Mariel, donde incluso se estudió la posibilidad de adquirir el antiguo Palacio de Rubens.
Algunas fuentes señalan que el traslado de los enfermos se hizo sin previsión alguna, obligando a acinarles en carretones sin higiene ni comodidad provocando un pantaleónico cuadro que despertó no pocas críticas en la prensa de la época. Sobre este período el asilado Oscar Benítez escribe:
Como por sobre ascua quiero pasar por aquella etapa de nuestro traslado al Mariel: harto conocido es de esta generación nuestras peripecias y tópicos de aquellos días, el escándalo que en toda la República y muy especialmente en la ciudad de La Habana, produjo la falta de tacto y previsión al ejecutar una medida que, si bien es verdad soy el primero en reconocer su necesidad, fui también en aquellos días aciagos el primero en protestarla.
Pasamos con la velocidad del rayo por sobre el montón de recuerdos de aquellos días de injusticia, dejemos que el tiempo con su manto de opacidad cubra aquellos recuerdos que entristecen y sublevan.
La edificación de el Rincón contaba en 1936 con el edifico de la Iglesia, un casino de mujeres y otro de hombres, 15 casitas para los matrimonios, seis parques con árboles frutales, un pequeño campo deportivo, zonas de cultivo con su tanque de agua, pozo y bomba y veintisiete pabellones para alojar a los enfermos, las Hermanas de la Caridad (las cuales prestan sus servicios desde noviembre del año 1854) y el resto de los empleados del Hospital.
Una devoción de color morado
Pese a la veneración del santo en Cuba, y su arraigo enraizado en las creencias afrocubanas, la historia del mismo es un tanto compleja. Aquí un buen resumen:
La devoción a San Lázaro la entiende el pueblo, como culto al San Lázaro de la parábola, al cual lo supone leproso y real: lo de leproso no parece tener fundamento evangélico, ya que habla de un pobre enfermo llagado, en contraposición a un rico y sano: lo de ser un personaje real, parece no ser tan extraño a la exégesis, ya que la Iglesia en su liturgia, nos habla de un Lázaro Pobre.
Oficialmente -sigue diciendo el autor- la Diócesis de La Habana ha orientado esta devoción hacia San Lázaro el hermano de Marta y María. el cual con ornamento de Obispo preside el altar mayor del templo del Hospital.
Cierta tradición supone que San Lázaro, siendo Obispo, padeció de lepra, pero otros exégetas sostienen no ser tan ajeno al texto evangélico suponiendo que Simón el leproso, curado por Jesús, sea el mismo Lázaro que resucitó Cristo.
El pueblo —termina el P. Chaurrondo— sigue dando referencia al Santo de las Muletas y del perro; interesándose poco por el San Lázaro Obispo. Al primero dedican los velorios del 16 al 17 de diciembre, y su imagen es quizás la más multiplicada de cuantas se reproducen en la isla de Cuba
P. Chaurrondo en el libro acerca del Hospital de San Lázaro y el centenario de las Hijas de la Caridad en el mismo
En los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo se fue remodelando la antigua finca «Dos Hermanos» y el culto al santo ganó mayor importancia en la población, llegando a convertirse el 17 de diciembre en un verdadero desfile de pueblo en dirección al Rincón.
En las décadas recientes
El actual Santuario Nacional de San Lázaro fue nombrado así a petición del reverendo Ramón Suárez Polcari, en la Conferencia de Obispos Católicos celebrada en Puebla, México en los años noventa del pasado siglo.
Con posterioridad se le fueron realizando modificaciones a la antigua estructura ampliando su espacio interior al ser añadidos dos altares secundarios que franquean el altar principal. Las mayores modificaciones se han producido en distintas etapas de su historia pero la realizada en el año 2014 fue galardonada con el premio nacional de Restauración, añadiendo al Santuario un nuevo hito en su historia.
Aunque el momento de mayor reconocimiento eclesiástico ocurrió en el año 1998 cuando el Papa Juan Pablo II visitó el Santuario Nacional de San Lázaro.
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