Entre las obras ingenieras más notables que se construyeron durante la colonia ocupa un lugar de honor el desaparecido Puente de San Luis Gonzaga, un paso a nivel o malecón, que corría a lo largo de la hoy conocida como calle Reina (aunque su nombre oficial es Avenida de Simón Bolívar).

El puente, como muchas otros notables emprendimientos, que tan poco comunes fueron a la vaga administración española sobre la Siempre Fiel Isla de Cuba, fue iniciativa del inquieto Capitán General Miguel Tacón, quien se había propuesto convertir a La Habana en una ciudad hermosa y moderna.

Para ello ordenó pavimentar las calles, hacer cloacas, construyó la cárcel, hizo levantar el más espléndido de los teatros y abrió un nuevo paseo extramuros, el Paseo Militar o Paseo de Tacón (hoy calle Carlos III).

Sin embargo, llegar al nuevo Paseo de Tacón resultaba complicado pues la antigua calle de San Luis Gonzaga, que nacía en la calle Muralla, atravesaba el Campo de Marte y llegaba hasta el llamado Campo de Carmona (en la actual intersección de Reina y Belascoaín), se encontraba en pésimas condiciones: Su ancho variable y sus desniveles la hacían casi intransitable – aunque hasta las primeras décadas del siglo XVIII fue paradójicamente la principal salida de la ciudad hacia el campo -a lo que se unían dos planos inclinados en sentido longitudinal que espiraban hacia el medio de la vía y formaban una especie de cañada por donde descendían torrentes de agua cuando llovía.

En sus poco menos de un kilómetro de recorrido se conectaban con la Calzada de San Luis Gonzaga otras diez calles: Águila, Ángeles, Galiano, Rayo, San Nicolás, Manrique, Campanario, Lealtad, Escobar y Tívoli. El punto más bajo de la calle se encontraba en la intersección con Campanario y el más alto en el Campo de Carmona.

El Puente de San Luis Gonzaga

Fue entonces que al caprichoso Capitán General se le ocurrió salvar el desnivel existente mediante la construcción de un puente elevado que permitiera convertir a San Luis Gonzaga en un camino completamente horizontal desde el Campo de Marte hasta el Paseo Militar.

Los desniveles se eliminarían con la construcción de un paso elevado o malecón desde la calle Escobar hasta el punto medio entre las calles San Nicolás y Manrique y llevaría el pomposo nombre de Puente de San Luis Gonzaga.

Semejante proyecto presentaba grandes dificultades, no sólo desde el punto de vista técnico, sino también económico; sin contar, que Tacón debió enfrentarse a la oposición de las élites criollas que se nucleaban alrededor del Intendente de la Real Hacienda, Claudio Martínez de Pinillos, reacio a cualquier colaboración con el Capitán General.

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Miguel Tacón y Rosique, Capitán General de la Isla de Cuba entre 1834 y 1838

Sin embargo, no era Tacón hombre amilanarse ante las dificultades y encomendó las obras del Puente de San Luis Gonzaga a su cercano colaborador, el coronel de Ingenieros Manuel Pastor, quien realizó los primeros estudios topográficos y una vez comprobada la factibilidad de realizar el proyecto, asumió su ejecución.

Para la construcción del Puente de San Luis Gonzaga se emplearon negros esclavos propiedad del Estado, los que estaban retenidos en el depósito de cimarrones y muchos presos, tanto del país, como llegados de la metrópoli.

Ya terminado, el Puente de San Luis Gonzaga tuvo un total de 300 metros de largo, diez de ancho y apenas cuatro de alto. Para su construcción se utilizó piedra de cantería y se pavimentó con macadán, técnica que el propio Capitán General Tacón había introducido en La Habana. A ambos lados del mismo se colocaron bancos y farolas y sólidas barandas de hierro.

A ambos lados del Puente de San Luis Gonzaga, quedaron sendas calles que fueron destinadas para el tránsito de los carretones, quedando el puente mismo, exclusivamente para los carruajes y peatones.

El costo total de las obras se elevó a 70 000 pesos, una pequeña fortuna para la época; y aunque la obra demostró ser de utilidad para la expansión de la ciudad y la urbanización consiguiente de la zona aledaña, fue utilizada contra Tacón en el juicio de residencia que se le siguió al Capitán General en España una vez que terminó su mandato en Cuba.

Los vecinos de las zonas más bajas se sintieron perjudicados por el nuevo puente, pues no sólo las calles quedaron separadas por el muro, sino que muchas casas fueron prácticamente sepultadas por la altura del paso a nivel. También se vio interrumpido el tráfico de carruajes a través de las calles Campanario y Lealtad, lo que perjudicó a los que vivían a su vera.

Por si esto fuera poco, las pequeñas callejuelas que quedaron a ambos lados de los 300 metros del Puente de San Luis Gonzaga, se convirtieron en poco tiempo en lugares insalubres y peligrosos y las casas que a ellas se asomaban perdieron luz y ventilación, lo que obligó a sus propietarios a malvenderlas o bajar los alquileres de las mismas.

Al contrario de lo sucedido en las zonas bajas, en las cabeceras del puente sucedió todo lo contrario: se construyeron nuevas y suntuosas casas y el valor de los terrenos se disparó; lo que revela las contradicciones que el Puente de San Luis Gonzaga generó entre los vecinos de La Habana y explica el porqué en el juicio de residencia se presentaron tantos testimonios a favor como en contra de Tacón.

Como sea, Tacón ganó el juicio, pero el Puente de San Luis Gonzaga no le sobrevivió: el Capitán General falleció en Madrid en 1855 una década después de que el puente fuera derribado por el Ayuntamiento, que realizó una nueva reforma sobre la vieja Calzada de San Luis Gonzaga y la renombró como calle Reina.

Así, en apenas diez años desapareció el Puente de San Luis Gonzaga, una de las obras de ingeniería más atrevidas, caras, polémicas y efímeras que se construyó durante la colonia.