Entre el 24 y el 26 de octubre de 1810 azotó al occidente del país una de las tormentas más terribles que en la Habana se tiene memoria, la conocida como la Tormenta de la Escarcha Salitrosa.
Había sido una década tranquila en cuanto a efectos de huracanes, luego de un fin de siglo XVIII bastante fuerte, incluso ese año 1810 se había caracterizado por una fuerte seca. Por lo que a inicios de octubre nada hacia presagiar, a los habitantes de San Cristóbal, que estaban a punto de vivir un diluvio universal a la habanera.
La tormenta de la escarcha salitrosa: botes por la calle Obispo
Todo comenzó el 24 de octubre, con vientos del Sureste y una abundante lluvia que se extendería por doce días, con algunos momentos de aparente calma que duraban poco.
El 25 en la mañana había una calma aparente que duró hasta el mediodía en que los vientos comenzaron a soplar con más fuerza del Sur sureste, arreciando en toda su furia en horas de la noche, según el DrC. José Rubiera
al pasar el viento a gran velocidad sobre el mar se llevaba agua salada y depositaba sal con la lluvia en tierra.
Cubadebate
De ahí toma su nombre de «Tormenta de la escarcha salitrosa», aunque según crónicas de la época -recogidas por Desiderio Herrera en su libro «Memoria sobre los huracanes en la isla deCuba» de 1843-, dicho epíteto le fue dado en la zona de Vueltabajo, donde tuvo un comportamiento similar.
En total fueron cinco horas de vientos fuerza tres, soplando casi estacionarios sobre la capital, desde las nueve y media de la noche del 25 hasta las dos y media de la mañana del 26, lo cual unido a la mucha lluvia que desde el 24 estaba cayendo sobre la ciudad provocó importantes destrozos y derrumbes.
Una medición de presión realizada arrojó una mínima barométrica de 993 hPa, que no corresponde al centro del sistema, por lo que existe cierto debate acerca de si en verdad la «Tormenta de la Escarcha Salitrosa» fue un categoría tres o superior.
El amanecer del 26 no fue de calma y recuperación, pues los cambios del viento provocaron cierta resaca, que levantó olas de hasta siete metros de altura, las cuales llegaron hasta el nivel de las fortalezas de la bahía.
Un dato interesante es recogido por Orihuela y Orosco, los cuales apoyándose en fuentes de época consignan, que en la ciudad de Matanzas –La Tormenta de la Escarcha Salitrosa– generó unas inusuales temperaturas bajas, siendo considerada como un frente frío. Realizando similitudes de cercanía, podemos asumir que similar comportamiento debe haber ocurrido también en La Habana. Esta información daría más sentido al nombre con el que fue bautizada.
En los tres días que estuvo La Habana bajo los efectos directos de la tormenta, se midieron unos 800mm de lluvia, no teniendo este escritor constancia de la mediciones de los nueve días posteriores.
En total el saldo destructivo de todos los elementos combinados fue considerable: en el apartado marítimo, al igual que pasaría años después -con «La cólera de San Francisco«-, se reportaron -según el Diario de La Habana- unos 75 barcos totalmente perdidos, algunos por haber sido hundidos, otros por irse a pique mar afuera al romper amarras, e incluso botes de pescadores llevados desde la bahía hasta la Plaza de Albear, o la esquina de Obispo y San Ignacio.
En cuanto a las construcciones, el saldo luego de esos doce días fue bastante terrible, la Calzada de San Lázaro quedó irreconocible, un número elevado de casas quedaron sin cubierta, mientras muchísimas fueron totalmente destruidas.
Este fue, además, el huracán que tumbó la antigua Ermita del Pilar, cuando estaba situada en el Horcón. Anegó el Hospital de San Lázaro y dejó destruido el camino a la Chorrera y los Hornos de Cal.
Por otra parte, el saldo de escasez fue una de las consecuencias más duraderas, ya que la agricultura, que venía sufriendo por un año de seca fue sumamente golpeada, particularmente el apartado de los frutales, la caña,el café y las vegas de Tabaco, que constituían los renglones ma importantes del ramo.
El saldo humano no parece haber sido recogido, o al menos no ha trascendido, lo que si es notorio son las brigadas de rescate que, en botes de pescadores, comenzaron a recorrer desde la bahía hasta la altura de Obispo y Bernaza, donde luego estuvo La Moderna Poesía, organizadas en su mayoría por los vecinos de Intramuros.
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