Pocos proyectos suscitaron tanto debate en la ciudad como el del parqueo soterrado del Parque Central. El dilema envolvió, sin poner de acuerdo, a destacados arquitectos, urbanistas, historiadores, periodistas, comerciantes y un sinfín de miembros de la sociedad con sus opiniones particulares.
Aunque usualmente los debates urbanísticos y arquitectónicos no trascienden a la opinión popular -en gran medida por la falta de cobertura de dichas cuestiones- este en cuestión suscitó una polémica prolongada durante varios años, y no quedó apagada del todo hasta la propuesta del Plan Piloto presentado por Sert y compañía.
La Habana de entonces contaba con un gran campo automotriz, sin entrar en los datos exactos, el antiguo núcleo urbano-comercial de San Rafael, Obispo, Monte, Galiano y Reina, carecía de las plazas de aparcamiento necesarias para hacer frente al tráfico vial de la ciudad. Los comerciantes de estas zonas, agrupados en sus respectivos colectivos, identificaron esta cuestión y aportaron fondos para diversos proyectos que resolviesen esta cuestión toda vez que la propuesta del Ayuntamiento de usar el lejano parque de la Avenida del Puerto resultaba poco práctico.
La antigua lenteja amurallada se había quedado obsoleta con sus callejuelas estrechas y sin espacio para aparcar. El Parque Central contaba con un espacio limitado, y la zona del Capitolio quedaba reservada en su mayoría para los asuntos oficiales del propio centro legislativo.
La ciudad necesitaba espacio muerto, algo de lo que carecía, para aparcar coches, y ante esta necesidad el parqueo soterrado era una opción seductora, viable; era el camino para hacer competitivas las zonas comerciales urbanas ante la amenaza de los centros comerciales de nueva creación en los anillos exteriores de la ciudad.
El parqueo soterrado del Parque Central
Varios grandes proyectos surgieron en la década de los años cincuenta: el parqueo soterrado de la Plaza Vieja (donde estuvo el Parque de Juan Bruno Zayas, y en activo hasta finales de 1995 cuando comenzó la demolición del mismo por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad), y los irrealizados del Parque San Juan de Dios, Plaza de Armas y Parque Central. El escribidor ha encontrado información sobre el hipotético del Parque de la Fraternidad, pero al no ser más que esbozos -sin traza ni proyecto- no se le incluye.
La finalidad de dichos proyectos era resolver el problema del parqueo en una zona, congestionada por la naturaleza estrecha de sus calles, y que comenzaba a perder la preponderancia mercantil que había ostentado durante décadas. La ciudad se expandía hacia el oeste con el Vedado y la Rampa como símbolos de la ciudad moderna, amplia, ventilada y fluida.
Las necesidades de reforma en la Habana Vieja llevó a los comerciantes a impulsar estos proyectos con el fin de reclamar la clientela perdida debido a los mencionados problemas de tráfico de la zona.
A fines de los años cuarenta Honorato Colette, el arquitecto que realizó diversos proyectos de remodelación de la Avenida del Puerto junto a Rita Longa, se unió a Charles Pemberton, reconocido Clubman americano, con el fin de lanzar estos parqueos soterrados bajo el amparo de la Compañía de «Estacionamientos Urbanos» S.A.
El nefasto resultado del parqueo soterrado de la Plaza Vieja provocó el rechazo general a estas ideas. A las cuestiones de carácter histórico relacionados con la primera estatua del Apóstol Martí en La Habana, se sucedieron otras más mundanales como el nefasto impacto para el parque arbolado de la ciudad, entonces a punto de sucumbir bajo la piqueta y el asfalto.
Finalmente los proyectos resultaron desechados por el Ayuntamiento de La Habana, recomendando futuros estudios destinados a parqueos soterrados debajo de las avenidas cercanas al Capitolio, o a la plazoleta de Albear, pero sin tocar los árboles y zonas verdes necesitadas de tierra y profundidad.
Otra de las ideas expuestas entonces por José María Bens de Arrarte, a la sazón Arquitecto Jefe de la Sección de Obras Municipales, fue la de remodelar completamente la zona de la plaza del Cristo, entonces una parte de esa zona servía como improvisado parqueo, para conseguir un proyecto homogéneo que integrara varios conceptos urbanos sin atentar contra el entorno natural y el precario parque arbolado de la Habana Vieja.
Breve resumen del debate en los medios
Se mostraban a favor, entre otros, Charles Pemberton, en su función de promotor, el Ingeniero Horacio Colette Guerra, autor del proyecto; el arquitecto Horacio Navarrete, experto en planificación y urbanismo. Por su parte un amplio conjunto de Asociaciones Comerciales apoyaban estos proyectos en su función de futuros beneficiarios de estas mejoras en el parqueo cercano a sus locales y negocios.
«El proyecto de parqueo subterráneo no cambia sustancialmente el Parque Central, no afecta la estatua de Martí. Lo hemos comprobado en la maqueta y planos y con la información facilitada por el reputado arquitecto Honorato Colette»
Otro que se mostró a favor fue el historiador Gonzalo de Quesada y Miranda (Gonzalito) quien desde las páginas de -Patria- nov 1956, se mostraba favorable a la idea.
Entre quienes se mostraban en contra de este proyecto se cuenta a Mario Guiral Moreno -ingeniero, historiador y periodista-; a José María Bens Arrarte– urbanista, arquitecto, historiador y director de la revista Arquitectura-;
el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring como presidente de la SOCIEDAD CUBANA DE ESTUDIOS HISTORICOS E INTERNACIONALES -quien lo hizo mediante una carta directa al Presidente Batista, e incluso individuos relacionados con la política como es el caso de la líder auténtica Conchita Castañedo.
Las noticias sobre los parqueos no dejaban de surgir en la prensa de la época, probablemente más como globos sondas de opinión o con el fin de presionar al Ayuntamiento, la realidad es que constantemente se mencionaban estudios, proyectos, deseos y acuerdos en ese sentido. El siguiente es uno de los titulares de 1956.
LOS COMERCIANTES DE LA CALLE REINA proyectan otro en la antigua zona del Campo de Marte
La ORGANIZACIÓN NACIONAL DE ESTACIONAMIENTOS PÚBLICOS, a través de su presidente Jose Fraga Camba recordaba al alcalde de la ciudad, Justo Luis Pozo, que de acuerdo al decreto ley 2068, de 27 de enero de 1955, la decisión sobre dicho particular es de exclusiva competencia de esta institución. Seguía rodando la bola de los aparcamientos soterrados, las competencias y los fondos.
En esta línea los señores Charles Pemberton y Honorato Colette (a nombre de la COMPAÑÍA DE ESTACIONAMIENTOS URBANOS S.A) presentaron en mayo 15 de 1957 una nueva solicitud para usar el subsuelo del Parque Central. El posible parqueo tendría sitio para 374 autos, no afectaría a las zonas de parqueo existentes en el parque actualmente y las salidas darían a las calles Neptuno y San José. El coste estimado será de 800 mil pesos.
No se le dio resolución a este asunto y como un deseo cíclico volvía a la palestra pública cada cierto tiempo. De ahí que en 1958, y ante las grandes transformaciones hoteleras y turísticas que sufría el país, el asunto siguiera coleando.
El nuevo proyecto del parqueo soterrado del Parque Central elevaba a 850 mil pesos la inversión a realizar. El proyecto original de Colette Guerra se remontaba a 1949 y 1950, cuando el precio del metro cuadrado no había llegado a los 400 pesos de 1956. Los estudios del Ministerio de Obras Públicas señalaron que a veinte pies se encontró terreno firme.
Aunque los distintos proyectos se movían entre las cifras de 360 y 390 autos, ninguno consiguió la aprobación necesaria de los estamentos competentes porque las necesidades generales de plazas de aparcamiento no se resolvían. De forma más organizada el Plan Piloto de La Habana abordaba esta cuestión con una propuesta global e integradora -aunque agresiva con la historia de la zona-, sin embargo tampoco fue puesta en práctica tras los sucesos del 1 de enero de 1959.
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