En la antigua plaza del Monserrate se levantó el monumento a Albear. Mirando hacia el Parque Central y la estatua de Isabel II (la que los habaneros bajaron tres veces) este homenaje del pueblo habanero hacia el ingeniero Francisco de Albear es uno de los más finos y mejor conseguidos del período colonial cubano.

Múltiples fueron las obras en las cuales se involucró el Coronel de Ingenieros Albear, sin embargo, una emerge por encima de todas: el acueducto de Vento (aunque desde 1887 conocido como de Albear por un acuerdo del Cabildo). Esta obra se concluyó posterior a su muerte pero demostró la capacidad y conocimientos que poseía el ingeniero y desde el primer momento se mostró eficaz para paliar el problema del agua en la ciudad, un maleficio que parece imposible de erradicar aún en nuestros días.

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Evolución de la zona de la plaza del Monserrate. Con la cercanía de las puertas de igual nombre y los baluartes del Monserrate y del Polvorín. En ella se levantó el monumento a Albear.

Sobre el ingeniero hemos escrito anteriormente por lo que este artículo se centrara en su estatua, situada en una posición estratégica que la convierte en una de las más fotografiada por los turistas nacionales e internacionales.

Plaza del Monserrate

El actual parque Albear se levanta donde estuvo la antigua Plaza del Monserrate por encontrarse en ella, frente a las puertas de igual nombre, la ermita del Monserrate. Esta fue trasladada a la calle Galiano entre los años 1836 y 1838 por el entonces Capitán General Miguel Tacón y Rosique por considerar que obstaculizaba el recorrido de las volantas y carruajes en la zona.

De esta forma quedó un pequeño espacio entre las murallas y la puertas de Monserrate, y las calles Obispo y O`Reilly. No olvidemos que Tacón solía tomar esta ruta con bastante asiduidad para dirigirse al Teatro Tacón (esquina de Prado y San Rafael) con el fin de presenciar los espectáculos que en él se presentaban.

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Uno de los modelados de la obra de Vilalta. En ella destaca el término latino «Ob benefacta eius civitas» inscrita en el pedestal. Esta inscripción en el monumento a Albear fue modificada posteriormente.

En esta plazuela para puestos menores -según se lee en algunos mapas de la época- se instauró un improvisado mercado y sirvió como sitio de celebraciones relacionadas sobre todo con el integrismo español. Toda vez que desde 1869 en la actual manzana del Centro Asturiano se instauró el Casino Español, máxima fuerza conservadora en la ciudad.

No muy lejos de allí, en la acera oeste del Paseo del Prado, se encontraba el sitio representativo de los deseos independentistas criollos que se reunían en la famosa Acera del Louvre. Sin las señoriales puertas de Monserrate la visión de Isabel II se centraba en esta plazoleta y su famoso farol.

Hasta el año 1895, en el sitio en que se encuentra hoy el monumento a Albear existía una gran farola que al ser erigida en aquella en dicho año fue trasladada al cercano parquecito de Monserrate y Progreso, que tomó el nombre de Jerez (hoy de Supervielle)

Federico Villoch

Sirva esta pequeña apreciación para señalar la importancia simbólica que reunía esta pequeña plazoleta dentro del complejo engranaje de fuerzas políticas y simbólicas de la ciudad. El monumento a Albear vino a significar un intento de unificar a las corrientes opuestas por antonomasia -integrismo e independentismo- en una figura querida y respetada como lo fue el ingeniero, reconocido a ambos lados del Atlántico.

El monumento a Albear

El 12 de mayo de 1895 se inauguró finalmente el monumento a Albear en la plazoleta que llevaría su nombre desde entonces. Habían pasado casi ocho años desde su fallecimiento y el subsiguiente acuerdo del Ayuntamiento de realizar alguna obra cívica que llevase su nombre.

Además de renombrar el acueducto que había sido su obra de mayor desvelo se valoró darle su nombre a una calle, sin embargo algunos consideraron que esto era poco reconocimiento para sus virtudes y se aprobó un presupuesto de seis mil pesos oro para levantar un monumento formal en su honor.

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Imagen de la inauguración del monumento a Albear.

El lugar elegido para el monumento a Albear fue el de la plaza del Monserrate -descrito anteriormente- y pese a la importancia que desde el Ayuntamiento y el Gobierno Militar se le prestó, las obras se fueron dilatando. La escultura se encargó a José Vilalta y Saavedra, el gran escultor criollo que radicaba en Europa y a quien debemos algunas de las obras más significativas de las últimas dos décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.

El acto protocolario

La Habana era muy distinta entonces. La Manzana de Gómez no era más que un edificio de una sola altura que intentaba renacer del proyecto primigenio de gran centro comercial que pretendió el empresario Zulueta. Desde el techo de esta se colocaron banderas y aprovechando la gran visual desde ésta, múltiples habaneros se agolparon allí. El precio a pagar fue de veinte centavos y los cobró un empresario -cuyo nombre no trascendió- que avispado como pocos le alquiló la azotea a su propietario Andrés Gómez.

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Flecha morada muestra el costado de la Manzana de Gómez por la calle Monserrate -como se observa no había terminado de reformarse homogéneamente el edificio-, al frente se observa la gran ferretería Monserrate -flecha roja- una de las más conocidas del período finisecular habanero, a su lado un almacén ocupan el lugar que tuvo el Antiguo Panorama -flecha azul- desde donde se lanzaron los fuegos artificiales en el acto nocturno. La flecha verde muestra la calle Monserrate y el lugar donde se levantó la grada principal del evento. La imagen de la zona del monumento a Albear es de comienzos del siglo XX.

En la acera este, esquina de Monserrate y O`Reilly estaba la ferretería Monserrate que ya tenía dos alturas y desde los balcones del segundo piso se tenía una espléndida perspectiva. Incluso en el techo de la misma y sobre los jarrones que remataban el muro de la azotea se encaramaron algunos temerarios. Parecía que cualquier esfuerzo era poco por presenciar un hecho que -habiendo estallado la guerra independentista Martiana- impulsaba los valores del integrismo moderado.

Sin embargo, pese al interés de ciertos sectores de la sociedad y el deseo desde el Ayuntamiento de dar cariz político al acto, la realidad es que el monumento a Albear fue un homenaje sentido del pueblo habanero a una figura fundamental en las obras cívicas de su pasado reciente.

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Donde se encuentran los dos niños al frente del monumento a Albear se colocaron cuatro columnas adornadas con la enseña española. Como se observa el monumento estaba encerrado por una reja que impedía el acceso a los escalones y a los platos circulares que mostraban el gran mérito de Albear -en la actualidad rara vez se les ve con agua-.

Es lógico que habiendo estallado la revolución los órganos del poder colonial intentasen convertir el acto inaugural del monumento a Albear en una reivindicación política de apoyo al gobierno, sin el resultado deseado vistas las crónicas que reseñaban las donaciones de múltiples habaneros para la finalización de las obras del parque y los elementos decorativos que acompañaban a la estatua.

UN BUSTO DE ALBEAB.—El escultor y coroplástico don José Ramos Almeyda, en objeto de que los habitantes de esta Isla posean la imagen del ilustre Brigadier de Ingenieros señor Albear, autor de las obras del Canal de Vento, y cuyo monumento se inaugurará muy en breve, en la plazuela del Monserrate, ha modelado un pequeño busto de este sabio hijo de Cuba, habiéndonos obsequiado con un ejemplar, que por el parecido y pormenores acredita al artífice.

Mil gracias por la fineza. De paso advertiremos que los mencionados bustos se pondrán a la venta el día en que se descubra la mencionada estatua. El señor Almeyda vive en San Nicolás 110, Acudan a él los que deseen adornar su biblioteca o su gabinete de estudio con esa obra de arte.

Los habaneros no tardaron en buscar la forma de ganar de dinero con el suceso, baste el anterior clasificado extraído de la prensa de la época.

El día de la ceremonia inaugural del monumento a Albear en la grada principal estaban las más altas autoridades de la ciudad y el país. También el hijo de Albear y su principal ayudante, quienes expresaron unas palabras de agradecimiento. Faltaba el escultor Vilalta quien tuvo grandes problemas para hacer frente al pago del monumento a los marmoleros de Carrara.

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Nos detenemos brevemente en este hecho pues el escultor tuvo que poner de su bolsillos los casi veintitrés mil francos que costó el mármol usado en el monumento a Albear, toda vez que el primer envío desde La Habana apenas fue de cinco mil francos. Solo un tiempo después fue que el Ayuntamiento giró el resto del dinero alcanzando la cifra fijada en el presupuesto de 1887 de seis mil pesos oro (treinta mil francos).

Quizás estas tensiones entre el Ayuntamiento y el escultor fueron la causa de que este no llegase a tiempo para el acto, aunque sí viajó a la ciudad en días posteriores gracias a un presupuesto de quinientos pesos extras que aprobó el Ayuntamiento para su pasaje y para alojarlo en el Hotel Inglaterra mientras Vilalta iba de homenaje en homenaje por la ciudad que admirada seguía desde lejos los éxitos del cubano.

Volviendo al acto inaugural del monumento a Albear, en la mañana se realizó la ceremonia oficial con toda la pompa y la formalidad esperada. Algunas de las asociaciones de la ciudad donaron las cuatro columnas que se levantaron entre la estatua y la grada principal que estaban adornadas con los colores de la corona española y frases de exaltación patriótica.

Por la noche siguió la retreta, desde el Antiguo Panorama de Albasi se lanzaron multitud de fuegos artificiales y petardos que hacían palidecer a la orquesta que tocaba alrededor del monumento a Albear.