El Convento de Santa Catalina de Sena (o Siena como se nombra a la sede actual) fue el segundo centro de culto de monjas dominicas en la Villa de San Cristóbal de La Habana y vio la luz, al final del túnel burocrático de la época, gracias al ímpetu de tres hermanas habaneras de apellido Aréchaga* y Casas.

La edificación era modesta, más bien tosca en comparación con el Convento de Santa Clara que había sido el primer edificio dedicado en exclusiva para este tipo de cultos. Tenía una fachada amplia con una torre de líneas severas y un portón que era lo más rescatable del diseño de dicho convento.

Convento de Santa Catalina en calle O'Reilly, Habana
Convento de Santa Catalina en calle O’Reilly, Habana

Estaba en la intersección de las calles O’Reilly y Compostela. En 1918 las monjitas se mudaron a un convento más amplio con un iglesia de estilo gótico ubicado en la manzana comprendida entre las calles Paseo, A, 23 y 25 como se observa en el mapa al final de esta entrada. La antigua edificación fue destruida y se levantaron dos edificios. En uno de ellos estuvo la Compañía de Seguros La Metropolitana y en otro el National City Bank de Nueva York.

Origen de la orden y fundación del Convento de Santa Catalina de la Sena

La orden de la cual surgiría el convento de Santa Catalina de Sena (de la Sagrada Orden del Padre Santo Domingo de Guzmán) se fundó allá por el año de 1686, previa firma de su Majestad el Rey, un día 2 de agosto de 1684, del decreto que permitía a tres monjas habaneras la posibilidad de abrir otra orden católica en la ciudad.


La historia se remonta a la construcción del Convento de Santa Clara, tras el cual su Majestad estipuló una serie de condiciones para poder erigir otra institución con estos finas. Tuvieron que pasar casi 50 años para que se pudiese construir un nuevo convento. Algunas de las complejas condiciones eran las siguientes:

Antes de comenzar la obra, debería estar reunida la cantidad necesaria para acabarla, «o por lo menos hecho el tanteo de las mandas»; para la dotación de las monjas debía haber «por lo menos 30.000 ducados antes de empezar dicha fábrica, de mandas ciertas y seguras»; el monasterio sería de religiosas descalzas y estaría sujeto al clero secular, no al regular; y, después de hecho, se tendría particular cuidado en que se administrase bien… «Todo lo cual es mi voluntad se ejecute puntualmente…»

Cabildo del 11 de marzo de 1634

Reunieron, no sin esfuerzo, todos los recursos necesarios para acometer la obra que desde 1678 venía rogando al Rey y demás autoridades, religiosas y políticas, sin desfallecer. Teniendo la firma de Su Majestad en el trono español y la de Marcial Mungía y Mena gobernador de la Isla, solicitaron al Sumo Pontífice una licencia para que 3 monjas del Convento de Santa Clara pudieran salir de este y unirse al suyo por los conocimientos que atesoraban sobre la organización y gestión de este tipo de instituciones.

Consiguieron en 1688 el último de sus deseos y dispusieron un ceremonial fastuoso para celebrar este hecho junto a la finalización de las obras de la principal estancia del Convento.

Doña Teresa, doña Ana y doña Francisca de Aréchaga y Casas

Estas tres hermanas, cual si de los tres reyes magos se tratase, convirtieron sus deseos de hacer vida monástica en un inusual derroche de dinero. Sus hermanos les donaron la dote que les hubiese correspondido de la herencia de su rico padre, el vizcaíno don Juan de Aréchaga que llegó a ser Tesorero de la Isla de Cuba, y gracias a esto no dejaron de ampliar y mejorar las instalaciones del lugar de culto.

Convento de Santa Catalina de Sena en calle O'Reilly,
Convento de Santa Catalina de Sena en calle O’Reilly, en un mapa de 1853. Se observa el tramo que debería corresponder a la calle San Juan de Dios que se cedió al Convento.

Entre las obras podemos mencionar la finalización en 1700 de la torre emplazada en la esquina de las calles O’Reilly y Compostela. Adusta en la decoración, sus tres alturas y el remate escalonado la hacían sobria pero reseñable para la bisoña arquitectura colonial que primaba en la ciudad.

Adjunta a esta estaba la nave correspondiente a la iglesia de 10 metros de ancho por 34 metros de largo. Tenía dos accesos que daban a la calle O’Reilly como se puede observar en las imágenes, una de ellas, como distinción, tenía un pórtico con dos columnas de estilo clásico.

En esta iglesia ejerció como Capellán el hermano menor de las monjas, don Vicente de Arechaga y Casas quien fallecía en 1691, fue miembro de la Santa Inquisición en la Isla de Cuba. Al morir todos sus bienes pasaron al Convento, en sus exequias participó don Juan Arechaga y Casas, otro de los hermanos, quien fue Catedrático de Derecho de la Universidad de Salamanca y oidor** más antiguo de la Real Audiencia y Cancillería de la ciudad de México.

Convento de Santa Catalina de Sena en calle O'Reilly, en 1835
Vista desde la entrada del puerto de La Habana en un antiguo mapa de 1835.

El claustro era de dos plantas muy semejante al Convento de Santa Clara y con el pequeño patio interior que servía a las 15 monjas como sitio de esparcimiento privado.

EN 1721 se cerró la Calle San Juan de Dios y se adjuntaron solares adyacentes ampliando las zonas comunes de la institución, teniendo espacio para su propio Cementerio. Dicha calle quedó abierta al público en 1918 tras el traslado hacia la nueva ubicación, antes mencionada.

La venta del Convento de Santa Catalina de Sena se estimó en ochocientos mil dólares. La sociedad que se hizo con los terrenos estaba encabezada por el señor Ángel González del Valle y otros grandes capitalistas de la época.


*-En las distintas fuentes consultadas para hacer este trabajo el apellido aparece escrito de diversas maneras, siendo el que usamos aquí el más repetido pero hemos observado también las siguientes variaciones: Arechaga y Arechagas.

**Oidor era la denominación de los jueces miembros de las Reales Audiencias o Cancillerías, tribunales colegiados originarios de Castilla, que se convirtieron en los máximos órganos de justicia dentro del Imperio español


Ubicación de la actual Iglesia y Convento de Santa Catalina de Siena