Si un escritor del siglo XX tuvo una relación íntima con La Habana fue Alejo Carpentier. A él se debe el epíteto de Ciudad de la Columnas por el que se conoce a la urbe.

Curiosamente, y a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida en la capital cubana, quizo el destino que el inicio y el fin del escritor en su paso por el reino de este mundo ocurrieran lejos de la ciudad a la que dedicará tantas letras y desvelos.

De Europa a América… Don Alejo Carpentier

Aunque el joven y revoltoso Alejo Carpentier asegurara una vez que había nacido en la calle Maloja, en el corazón de La Habana, se trató sólo de un ardid para evitar ser deportado por el gobierno del general Gerardo Machado, con el que el escritor no se encontraba en felices términos.

En realidad su nacimiento se produjo en Lausana, Suiza, el 26 de diciembre de de 1904. Su padre que era de origen francés y su madre rusa se trasladaron a vivir a La Habana cuando Alejo Carpentier tenía apenas cinco años.

La Habana fue la ciudad de Carpentier, por más que no hubiese nacido en ella. En La Habana comenzó sus estudios de música y aprendió a leer y escribir en español, por más que sus padres, en casa, le enseñaran también en francés.

Entre 1913 y 1915 realizó su primer viaje por Europa. Visitó la Rusia de los zares, Bélgica y Francia antes de regresar a La Habana para continuar estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza.

Ya en esa época había escrito varios cuentos y novelas cortas, pero deseoso de complacer a su padre, decidió matricular en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de La Habana.

La marcha de su padre hacia Panamá y la ruptura familiar que esto provocó, liberó a Alejo Carpentier del compromiso de cursar una carrera que en el fondo no deseaba. Así, abandonó la universidad y decidió buscar empleo.

Comenzó a trabajar como periodista utilizando el seudónimo de Lina Valmont (1); un ardid para poder cobrar sus colaboraciones pues no tenía la edad legal para que algún periódico le contratara.

Un Carpentier de vanguardia

Pronto se reveló como un gran talento del periodismo y, alcanzada la edad legal, las revistas y periódicos comenzaron a disputarse sus trabajos. En una vorágine de artículos, Alejo Carpentier escribiría casi sin pausa para El Heraldo de Cuba, La Discusión, Chic, El Universal, Social, Hispania y Carteles (estas dos últimas lo nombrarían jefe de redacción en 1923 y 1924, respectivamente).

En esos años se integró al Grupo Minorista que propulsó la vanguardia en Cuba y del que formaron parte figuras de la talla de Eduardo Abela, José Antonio Fernández de Castro, Francisco Ichazo, Jorge Mañach, Juan Marinello, Emilio Roig de Leuchsenring y Rubén Martínez Villena, por sólo mencionar unos pocos.

A pesar de que, ni de lejos, el Manifiesto Minorista puede ser calificado como izquierdista (muchos de sus firmantes serían políticamente destacados militantes de derecha), Gerardo Machado acusó a los integrantes del movimiento como «comunistas» y los persiguió.

Alejo 1

Entre los que fueron a dar con sus huesos a la cárcel estuvo Alejo Carpentier, que sólo se salvó de ser deportado por la intervención del Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, quien le arreglo los papeles para que fuese declarado como «cubano por nacimiento».

Mas, entre una gestión y otra, Roig demoró un par de semanas que Alejo Carpentier permaneció encerrado en el buque prisión Máximo Gómez. Tiempo más que suficiente para que escribiera ¡Ecué – Yamba – Ó!, la primera de sus grandes novelas.

Hacia el reino de este mundo

Ante el aumento de la persecución por parte de las autoridades, Alejo Carpentier se vio obligado a cambiar La Habana por París. Para eso se valió de la ayuda del poeta Robert Desnos, quien durante el Congreso de la Prensa Latina, celebrado en la capital cubana en marzo de 1928, le facilitó documentación falsa para que pudiera escapar de la Isla.

Comenzaría así una larga estancia en Europa que se prolongaría por una década y que convertiría Carpentier en un testigo directo de algunos de los acontecimientos que decidirán el destino del mundo.

Aunque establecido en París, donde trabajó como periodista y musicólogo, estuvo muy vinculado a los sucesos que por ese entonces convulsionaban a España y, en 1937, junto a Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez, Leonardo Fernández Sánchez y Juan Marinello, tomó parte en el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que se celebró en las ciudades españolas bajo control republicano, en medio de los bombardeos de la aviación fascista.

Regresó a Cuba en 1938 y de inmediato comenzó a colaborar con las revistas más importantes del ámbito cultural. Trabajos suyos aparecieron publicados en Nuestro Tiempo, Tiempo Nuevo, Orígenes, La Gaceta del Caribe y Revista Cubana, entre otros.

En 1940 incursionó por primera vez en el cine musicalizando El desahucio, que fue el primer filme cubano de temática social que se rodó en la Isla. Después colaboraría también con la banda sonora de otros tres documentales del mismo corte: El desalojo del Hato del Estero, Manzanillo pueblo alcalde y Azúcar amargo.

Alejo Carpentier permaneció en La Habana hasta 1945 en que se estableció en Caracas y comenzó otro período de larga ausencia de la Ciudad de las Columnas que se prolongó hasta 1959.

Sería en la capital venezolana donde concluiría El reino de este mundo, inspirada en el viaje que en 1944 realizará a Haití y que es considerada, con justicia, entre sus novelas más importantes. En el reino de este mundo estamparía el sello de lo Real Maravilloso, presente en toda la saga carpenteriana, y que tanto influiría en generaciones posteriores de escritores latinoamericanos.

Alejo Carpentier en su laberinto

En 1959 regresó definitivamente a Cuba, donde el nuevo gobierno de la Isla lo nombró administrador general de la Editorial de Libros Populares.

A lo largo de los años se desempeñaría, además, en las vicepresidencias del Consejo Nacional de Cultura y de la UNEAC; la dirección de la Editorial Nacional de Cuba y como ministro consejero de la embajada de Cuba en Francia.

Alejo Carpentier en su despacho.

En 1963 publicó El Siglo de las luces, novela que muchos consideran la cúspide de su genio; a la que seguiría El recurso del método (1974) y La consagración de la primavera (1978), que sería su última novela, aunque todavía publicaría un relato corto muy notable como El arpa y la sombra (1979)

El reconocimiento de su talento fue algo de lo que no careció Alejo Carpentier a lo largo de su vida. Sin embargo, en sus últimos años este reconocimiento se hizo cada vez más frecuente: en 1978 recibió el Premio Cervantes de manos del rey Juan Carlos de España y al año siguiente le fue entregado en París el Premio Medicis.

La muerte le sorprendió el 24 de abril de 1980 en la Ciudad de la Luz. En La Habana las autoridades cubanas le celebraron un funeral de Estado y tendieron su cadáver a los pies del monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, un homenaje que se le ha rendido a muy pocos en Cuba.

El autor y su obra

Autor muy prolífico, la obra de Alejo Carpentier abarca una variedad de géneros que van desde la poesía hasta la novela histórica:

Poesía

Liturgia1927

Relato

Viaje a la semilla1944
Guerra del tiempo 1958
El camino de Santiago1967
El Derecho de asilo 1972
El arpa y la sombra1979

Novelas

¡ Ecué-Yamba-O! 1934
El reino de este mundo1949
Los pasos perdidos1953
El acoso1956
El siglo de las luces1962
Concierto Barroco1974
El recurso del método 1974
La consagración de la primavera1978

Ensayos

La música en Cuba1946
Tristan e Isolda en tierra firme 1949
Tientos y diferencias1964
La Ciudad de las Columnas1970
La novela latinoamericana en víspera de un nuevo siglo y otros ensayos1981

Notas

  1. Por mucho tiempo se consideró que el segundo apellido de Alejo Carpentier era Valmont o Balmont, cuando en realidad era Blagoobrasoff.