A medida que va ganando en amistades y seguridad el espíritu de Wifredo Lam se va fortaleciendo, creando la confianza para dar el paso definitivo: mostrar sus lienzos a Pablo Picasso.

Antes de atreverse a ello el chino ha ido exhibiéndole su trabajo a muchas de las figuras que rodean el grupo de grandes pintores, así poco a poco va venciendo al gaujirito sagüense, hasta que ya, armado de un valor crecido por los excelentes juicios recibidos, decide mostrar su obra a Picasso.

Wifredo Lam
Visage cubiste, 1939

Debe haber sido luego de enero de 1939, pues ya había caído Barcelona, cuando el chino Wifredo Lam, nervioso como si fuera su primera exposición, queda con Picasso:

Jamás olvidaré este momento. Lo guardo grabado en mi corazón y en mi espíritu y me lo rememoro sin cesar, como los grandes cuadros y los libros que hicieron al hombre que soy.  Manifestó su aprobación poniendo su mano y su brazo quedados libres sobre mi hombro. Entonces lo oí decir: – Jamás me equivoqué contigo. Eres pintor

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No sólo lo alabó, sino que lo tomó de la mano y se lo llevó a un nuevo taller, cerca de Montparnasse. Ya el chino dejaría de pintar a escondidas, en su pequeña habitación atiborrada de cuadros y dibujos, ahora trabajaría a la vista de todos, recibiendo a sus hoy ilustres amistades en el sitio donde sus creaciones escuchaban.

En su nuevo taller serán asiduos André Bretón, el propio Picasso, Pierre Loeb, Carl Einstein, etc. Su obra es toda una revelación, lo cual se ratifica en una exposición que en el propio año 1939 le realiza la Galería Pierre.

Pero la vida de Lam parecía gobernada por una letra de calamidad, también aquí, en París, lo persigue la desgracia, su esposa Helena Holzer -de nacionalidad alemana- es detenida en 1940 por los franceses y enviada a un campo de prisioneros en los Pirineos. Poco después los nazis acechan, y antes de la caída Wifredo Lam abandona la ciudad, un mestizo achinado como él no sería bien visto por los arios.

Destrozado por la nueva huida Lam recorre a pie el trayecto que lo separa de Burdeos, no va solo, como antes en España, cientos de emigrados buscan el camino del exilio. No tiene idea de cuál será su próximo puerto, solo sabe que Europa ya no es un sitio seguro.

Al final termina en Marsella, donde sus amigos surrelaistas y muchos otros intelectuales se han refugiado, allí está también su esposa Helena, que ha salido del campo de prisioneros.

La situación económica es preocupante, muchos terminan agrupándose en unas especies de comunas de arte, para poder subsistir. Sobre este periodo Wifredo Lam ha dicho:

Tuve contactos muy profundos con los surrealistas durante la Ocupación que formaban una familia muy grande, con Breton y Benjamin Péret, Victor Brauner y Domínguez que era español y un gran amigo, Max Ernst, Hérold, Mabille… 

Fui impresionado por el lado poético… un gran combate por la creación… trabajamos en grupo durante casi un año. Era la época de los cadáveres exquisitos y de muchas invenciones.

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En este exilio marsellés es que se profundiza la amistad entre Wifredo Lam y André Bretón, aprenden a estimarse, al punto que el surrelaista le pide que ilustre su poema Fata Morgana. Es un pedido importante, no tanto por el hecho en sí como porque el chino se esfuerza al máximo, y realiza centenares de dibujos, donde deja que su creatividad vuele con libertad, sin saberlo está perfilando gran parte de lo que será su obra futura. Finalmente eligen seis de ellos para el libro, que por motivos de censura no llega a salir. El capítulo marsellés de la pandilla surrelaista estaba agotado.

Un surreal barco errante

Cerradas las opciones, el grupo surrealista más Wifredo Lam y otros casi 500 intelectuales de todas partes del mundo deciden abandonar Francia definitivamente.

Cual peregrinos del arte, un variopinto grupo de artistas, escritores, investigadores, catedráticos, etc. abordan el 25 de marzo de 1941 el vapor Capitán Paul-Lemerle. En el  van figuras como: André Bretón, Wifredo Lam junto a su esposa, Jacqueline Lamba con su hija, Claude Lévi-Strauss, un antiguo compañero de Lenin, Anna Seghers y otros. Fueron despedidos con fanfarria, repudio y gritos de «chusma«, en el muelle marsellés, por guardias armados con metralletas y cascos de guerra.

Uno sólo puede llegar a imaginar qué hubiese pasado con el arte de la segunda mitad del siglo XX, si a ese pequeño vapor le hubiese ocurrido algo.

Finalmente los surrealistas peregrinos desembarcan en Martinica, donde Wifredo Lam sufrirá nuevas revelaciones y asimilará códigos desconocidos por su temprana partida de las Antillas, de las cuales había salido diecisiete años atrás.

En la pequeña isla, bañada por el mar Caribe y repleta de vegetación exuberante, leyendas descarnadas y talento insospechado, tendrá el chino Lam un reencuentro con sus raíces negras, de la mano del poeta Aimé Césaire y la revista Trópicos.

Se ha dicho que la estancia martiniqueña de Wifredo Lam, y su relación con Césaire, terminó de definir su estilo, pues termina la época de la vacilaciones artísticas, luego de dos décadas de crecimiento profesional. Según Loeb, se notó enseguida como su pintura cambió, y adquirió dosis de lirismo. Césaire dirá: «Lam es poeta«, y le llamará:

el gran artista de la pintura neo-africana

En su número del 2 de julio de 1941, dos meses después de la partida de los peregrinos surreales, la revista Trópico saludará:

el paso de Wifredo Lam, el asombroso pintor negro cubano en quien se encuentra al mismo tiempo la mejor enseñanza de Picasso, las tradiciones asiáticas y africanas, curiosamente y generalmente mezcladas.

La etapa martiniqueña de Lam demostró que en materia de arte, ninguna influencia está sujeta al tiempo, sino a mecanismos mucho más sutiles y estéticos.

Nuevamente a la mar

El 16 de mayo de 1941 los exiliados del ingenio se hacen de nuevo a la mar, detrás han dejado una huella que subsistirá aún, en cambio se llevan con ellos una insospechada influencia caribeña.

Esta vez el carguero Presidente Trujillo los lleva a Dominicana, donde realizan labores de visados que rompen el grupo, pues ni el chino Lam ni Serge reciben visado para México. El destino entonces, la isla natal del mestizo achinado, a la cual llegará en agosto del 41.

Cuba el largo regreso a ninguna parte

Es un caluroso día de verano y La Habana ignora a Wifredo Lam, quien reclinado en la baranda de su barco contempla una ciudad desconocida, que pronto le resultará extraña, vana, asfixiante, culturalmente estancada y artísticamente deplorable.

La parte emocionante, el reencuentro familiar y el largo abrazo de los parientes isleños al aventurero singular, que en vez de pertenecías mundanas ha llegado ataviado de lienzos, cuadernos, notas, bocetos, y óleos. Tienen que redescubrirse, volver a crear los lazos del amor filial, dormidos tras casi dos décadas de ausencia.

De a poco el ambiente artístico del país va cambiando, gracias al regreso de otras figuras como: Carlos Enríquez, Carpentier,  Manuel Altolaguirre, Guillén, entre otros. Además, Cuba se vuelve escala para los emigrados en su viaje hasta México o Estados Unidos. Por otro lado, Lam mantiene un fructífero intercambio epistolar con sus amigos surrealistas, como Bretón, quien cumple su promesa de gestionarle venta y exposiciones en New York, lo cual se materializa a través de la Galería de Pierre Matisse.

La exposición en tierra norteña sería al año siguiente, Wifredo Lam había encontrado el detonador de tiempo que haría explotar, en un estallido de formas y símbolos, su obra pictórica.

Wifredo Lam
La silla

Explotará el arte africano, pero lo hará desde un sentido propio, desvinculándose del arte folclórico y político del país. Ira más allá, convertirá sus creaciones en actos de protesta y denuncia, contra todo lo desdeñable que a su alrededor observa.

Las creaciones de este periodo muestran un asimilación, a nivel profundo, de los códigos surrelaistas, sin que se pueda decir que son totalmente pertenecientes a esta corriente artística. En ellos estará, además, la poesía negra de Césaire, mezclada con los códigos negristas de Picasso, o de los etnólogos franceses. Todo envuelto en un delirio de naturaleza, de vegetación salvaje e implacable, códigos subvertidos de denuncia a distintos tipos de explotación.

Más Lam está económicamente indefenso, por lo que pinta dónde puede, y con lo que puede. Es curioso, pero esa experimentación obligada por la necesidad es causante de resultados asombrosos, como Huracan, pintado en un saco de yute.

Wifredo Lam
Huracán

Además estará en estado de creación absoluta, pues su propia casa de Marianao en La Habana es un reflejo de su obra -o al revés-, una residencia de amplio jardín, que algún amigo llamó «lujurioso«. Sobre este estado de creación absoluta ha dicho su amigo Pierre Loeb, que por ese tiempo estaba en Cuba:

Era su suerte, retomar contacto con los Trópicos, los aspira, los penetra. Hace uno con ellos.

En este ambiente de creación hogareña existía un sistema muy particular, Lam pintaba de noche y madrugada, mientras su esposa Helena le leía textos que traducía para él del francés, el inglés o el alemán.

Doña Lydia Cabrera, Alejo Carpentier, el universo Yoruba y lo Real Maravilloso

En algún momento de 1942, esa fuerza tremenda del mundo negro que fue Lydia Cabrera, le es presentada en La Habana, probablemente por Carpentier, quien comienza a frecuentarla por algún tiempo en este periodo.

Los estudios etnográficos de Lydia van a encontrar, en el alma artística de Wifredo Lam, un terreno que ya ha sido preparado para ello desde los años de infancia, en que su madrina santera trató de iniciarlo en las creencias de los antepasados africanos.

A medida que va profundizando en el mundo de los orichas, asistiendo a toques, charlas, escuchando disertaciones académicas, conversando con babalawos y teniendo largas tertulias con Carpentier y Lydia Cabrera, Lam va creando, en su obra, su propia visión de lo Real Maravilloso, matizada por cierto toque de surrealismo, esoterismo, y espiritismo.

Wifredo Lam
En una finca en Bauta, Wifredo Lam, Lezama Lima, Bella García Marruz, Portocarrero

Por estos tiempos su círculo social ha ganado en calidad, contando entre sus amistades a figuras como Virgilio Piñera, Lezama Lima, Gastón Baquero, Jorge Mañach, etc. Todos ellos van a ser testigos privilegiados de la obra que revolucionará su próxima exposición en New York, su sobrecogedor lienzo La Jungla, donde Wifredo Lam plasma mucho de esa visión Real/Maravillosa, natural y negrista que en estos años cubanos ha ido ganando.

Muchos testimonios dejaron sus amistades del efecto que causó en ellos esta obra -surgida en papel Kraft por el simple motivo de no tener otro medio donde hacerla-, pero ninguno tan atrevidamente elogioso como el de su amigo Pierre Mabille, quien en esos meses estaba de paso, y que llegó al punto de compararla con el descubrimiento de la perspectiva, pues según planteaba, en el cuadro:

(…) la vida estalla por todas partes, libre, peligrosa, dispuesta a todas las mezclas, todas las transmutaciones, todas las posesiones.

Por esta época también ilustra, con tres dibujos, el importante poema de Césaire «Retorno al país natal«, que tan honda impresión le había causado en Martinica.

Se encuentra en franca libertad creadora, lo cual lo lleva a incursionar en otros campos del arte, como la música, a la cual se acerca a través de las sonoridades del mundo negro y las ceremonias abakuas en que participa. Pero Wifredo Lam es todo arte, y en algún momento, a partir de 1944, se convertirá en vicepresidente de la Orquesta de Música de Cámara (orquesta Filarmónica) de La Habana. Ignora este escritor, hasta que punto su romance con este género artístico fue a nivel profesional, en el sentido de tocar el mismo algún instrumento.

Wilfredo Lam
La jungla

1945 es un año de éxito, su cuadro La Jungla es comprado en New York por el Museo de Arte Moderno (MoMA) para ser exhibido junto a «Señoritas de Avignon«, de su amigo Picasso. Además su ciudad natal le nombra «Ciudadano de Honor«, a ella acude Lam, para devolver en gratitud aquella lejana beca que le permitió convertirse en el pintor que entonces es.

En esta época de libertad creativa, ilustra libros de amistades, como el de su amigo Loeb, «Viajes a través de la pintura«, hace portadas para la revista Orígenes y View, etc.

Sobre el Lam de este momento dijo entonces Loeb a la revista Trópicos de Césaire:

Lam sabe dibujar y pintar, leyó todo, conoce muy bien la música, es hermano de los poetas modernos más sensibles; […] tiene en sí mismo la magia que se desea, se busca, se implora.