En su extensa carrera literaria y antropológica la escritora cubana Lydia Cabrera nos legó historias que sin su interés por conocer y preservar la memoria oral de las tradiciones afrocubanas no hubiesen sobrevivido al trote generacional. Hoy traemos a esta página algunas notas sobre el Santuario favorito de la deidad yoruba de Changó (Santa Bárbara).

En El Monte (1954), Lydia hace un recorrido por los principales tópicos de la cultura del “universo negro” que otros como Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, Wifredo Lam o Nicolás Guillén plasmasen en sus obras.

Sin duda, como lo ha señalado un africanista norteamericano, «Cuba es la más blanca de las islas del Caribe»; pero el peso de la influencia africana en la misma población que se tiene por blanca es incalculable, aunque a simple vista no puede apreciarse. No se comprenderá a nuestro pueblo sin conocer al negro.

Prólogo de El Monte por Lydia Cabrera.

En la aplicación de los principios martianos de entender nuestra raíz se sumerge Lydia en una tarea de escuchar todas las vertientes de los principales cabildos habaneros y matanceros, con el fin de unificar las herencias y evitar que se pierdan. «El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!».

Si es posible llegar a algún consenso al intentar abarcar una cubanía tan amplia, cuya simbiosis y transmutación cultural no se circunscribe solo a los negros africanos pues en los siglos XIX y XX en un proceso acelerado Cuba pasó de ser una isla, como todas las islas, a ser tierra de recepción de inmigrantes chinos, árabes, judíos y de otras regiones del norte europeo que traían su cultura y enriquecieron la criolla existente.

Quizás por lo atropellado de este proceso hemos perdido algunas de las aristas que hubiesen ayudado a entender mejor el complejo panorama del culto de la Santería cubana y sus ramificaciones producto del constante cruce con otras culturas (sobre todo el carácter musulmán de parte de esa áfrica negra que seguía llegando hasta la abolición de la esclavitud, el saludo “Nsala Malekun” para saludar al santo cuyo origen proviene del saludo árabe “Salam Aleikum”, es un ejemplo).

La reina de los campos para el Rey

La palma real es uno de nuestros símbolos patrios fundamentales. No es necesario extendernos en esta explicación, basta recorrer el paisaje rural, o desde el cielo observar cómo sobresalen, cual pequeños faros, del relieve prácticamente llano de Cuba. Pero dejemos que Lydia nos deleite con su prosa culta y al mismo tiempo accesible a todos.

El más popular de los orishas, Changó, «Alafí-Alafí», rey de Oyó y rey de reyes, Changó, Santa Bárbara, es inseparable del árbol más bello y sugestivo de Cuba. Changó Olúfina, como hemos visto, mora en las ceibas, pero a la incomparable palma real, que imprime al paisaje de la isla el encanto de su gracia altiva y melancólica, le cabe el honor de ser «la verdadera casa de Alafí», su vivienda predilecta. «Es su trono y su mirador».Si es Obbatalá el señor de todo, es Changó-Santa Bárbara el que refleja mejor la esencia del cubano como explicamos aquí. Junto a Oshún-La Virgen de la Caridad del Cobre reinan en los altares cubanos.

Continúa la escritora:

«Donde está la palma ahí está Changó, descollando en la rama y plantado como en la torre de su ilé olódin» —castillo—.Este cogollo que se eleva en el centro del airoso penacho que componen sus brazos, es un verdadero pararrayos que atrae las descargas eléctricas. Changó, el trueno —«el artillero del cielo»—, «va siempre a la palmera», «cae en la palma real». La asociación con el gran orisha se hace inevitable. Por el rayo, que fulmina todos los años un número considerable de estos árboles, sobre todo en la estación de las lluvias, Alábbi o la palma tiene también, en la economía religiosa de nuestro pueblo, un valor aproximativo tan sagrado e importante como la ceiba. «La ceiba es del Santísimo; la palma, de Santa Bárbara». «La palma coge el rayo y se lo guarda dentro». «Tiene potestad para amarrar al rayo».

Más adelante Lydia se hace eco de otra historia sobre el desengaño entre la palma, morada traicionera, incapaz de resguardar, nada menos que el tablero de até con el que Changó hacía sus augurios. Este había confiado a la palma el cuidado de tan valioso objeto y se fue a una de sus fiestas.

Palma Real y farola
La Palma Real, faro de la campiña cubana. Foto: Ruslan Olivares

Changó, como hemos mencionado en otro artículo, era mujeriego y bailador, un fiestero empedernido pero no por ello dejaba de atender con eficacia sus asuntos y responsabilidades dentro del panteón.

La ira de Changó

El caso es que la palma donde Changó depositó su tablero cayó dormida, no hay, como menciona Lydia, planta que dé más la sensación de adormecimiento cuando a media tarde el viento tenue mece sus hojas; y la palma parece en un trance danzario e hipnótico para quienes la miran. Ineficaz este arte en todo caso con Orula, que pasaba por allí y raudo tomó el tablero para coronarse a sí mismo.

Cuando Changó regresó de la fiesta, al llegar a eba odo, a la orilla de un río próximo a su palma, se encontró con Osain. Este le señaló el árbol; Changó no vio su tablero y comprendió. Le lanzó un rayo, y desde entonces castiga a la palma, porque no supo defender su tablero ni impedir que Orula se lo apropiara.

Puede ser que haya mucho de cierto en lo que cuentan estas fábulas; lo esencial es que el rayo «escoge» a las palmeras, y que esta predilección tan marcada es el signo evidente de una conexión en extremo sagrada y misteriosa: «Salta del cielo para meterse en la palma». «El rayo la hace santa».

Así nos cuenta esta fijación de Changó-rayo- con la Palma-hogar-. En una guerra constante y una paz volátil. La palma cubre al hombre de la ira de Changó y hace de canal para que este se comuniqué con la deidad.

Origen de Changó – Santa Bárbara

Más adelante Lydia nos regala otra historia que ayuda a entender la relación de Changó-Santa Bárbara.

«Una de las veces en que tuvo que esconderse de sus contrarios, porque si caía en sus manos le cortaban la cabeza, querían matarlo de todos modos, se metió en casa de Oyá. Sitiaron la casa y no había manera de escapar. Changó vaciló aquel día; entonces Oyá se cortó sus trenzas y se las puso; lo vistió con su ropa, lo adornó con sus prendas, sus collares, argollas y manillas, e hizo correr la voz de que iba a dar un paseo.»

Changó y Oyá tenían el mismo cuerpo. Tiposo como ella, Changó salió vestido de mujer, caminando igual que Oyá, altanera como es, saludando con la cabeza, muy ceremoniosa y sin hablarle a nadie —Oyá no es santa de rumbanzunga, es muy seria—. Por el pelo largo, la ropa, los movimientos, ninguno sospechó que no fuese la misma Oyá Ayabba en persona.

Los enemigos de Changó, muy respetuosos, creyeron que era la santa, le abrieron paso, y Changó pudo escapar.»Cuando ya no había peligro, salió Oyá de verdad, y ellos se decían…, pero, ¿qué es esto? ¡Que Changó se nos fue de entre las manos con esas trenzas y el traje de Oyá».

Para terminar sintetizando el rito cristiano con el santero.

«La Santa Bárbara que se adora en la iglesia es Changó, vestido de mujer».