El 23 de septiembre de 1944 la nueva sede del Archivo Nacional de Cuba quedaba inaugurada con un gran acto que contó con la presencia, entre otros, del entonces presidente Fulgencio Batista, Dr. Emeterio Santovenia, presidente de la Academia de Historia de Cuba, el capitán del Ejército Libertador y jefe del Archivo, Joaquín Llaverías.
El acto celebrado a las once y media de la mañana desplazó hasta esta institución a Batista y todo su equipo de gobernación, entre los que se encontraban el director de Cultura del Ministerio de Educación, Dr. José María Chacón y Calvo y el eminente escritor e historiador Félix Lizaso en calidad de miembro del Consejo de Dirección de dicho ministerio, que en el Salón Martí pudieron observar la cuidada decoración del mismo, adornado con las banderas de las 21 repúblicas latinoamericanas.
Es imposible nombrar a todos los ilustres intelectuales nacionales, junto a los rectores de los archivos latinoamericanos, que allí se dieron cita para presenciar el histórico acto que hacía justicia a la encomiable labor del equipo del Archivo y a su rector el capitán Llaverías.
Casualidades históricas
La nueva sede del Archivo Nacional de Cuba estaba ubicada donde mismo estuvo el archivo durante casi 40 años (1906-1944) en el extremo sur de la calle Compostela, acera del oeste, en el mismo sitio que ocupase antiguamente el Cuartel de Artillería y Montaña (y los talleres de la Armería Nacional).
Esta zona antiguamente conocida como El Palenque por la presencia allí de un gran depósito y dormitorio de los negros esclavos criollos pertenecientes al rey que durante gran parte de la segunda mitad del siglo XVIII realizaron obras para el gobierno y fueron liberados, los sobrevivientes, a fines de dicho siglo, aún con Luis de Las Casas al frente de la Isla.
Posteriormente la brigada de Artillería fue destinada a aquel lugar, otrora extramuros de la ciudad, con el objetivo de que tuviese un taller y depósito en las mejores condiciones posibles temiendo el gobierno alguna intentona independentista. Con este objetivo se remodeló ampliamente el edificio y la zona entre los años 1860 y 1861.
En la esquina noreste de esta manzana estuvo durante muchos años la famosa iglesia (posteriormente convento) de San Isidro levantada en el año 1700, que dio nombre a la calle donde se encontraba, y el hospicio y casa cuna del barrio de San Isidro. La iglesia uninave, de gran simpleza arquitectónica, tenía un patio común con el hospicio que sería sede provisional del gobierno durante la invasión inglesa y la toma del Morro en 1762.
El conde de Ricla estableció, adyacente al hospicio, un hospital militar para que fuese atendido por los religiosos que en 1842 sería trasladado a la antigua Factoría de Tabacos, sí, este traslado provocó (como contamos en las entradas anteriores I y II) el primer cambio de sede del entonces Archivo General de la Isla de Cuba que había estado en aquella ubicación desde su fundación en 1840.
En esta historia de vasos comunicantes, como hemos podido leer, la nueva sede del Archivo Nacional de Cuba se erigió en una zona relacionada con el desarrollo del propio Archivo, aunque solo fuese con carácter tangencial.
Nueva sede del Archivo Nacional de Cuba
El famoso huracán de 1926 arrasó con gran parte del techo del antiguo edificio del Archivo Nacional de Cuba. El propio presidente de la República, Gerardo Machado, tuvo que enviar un telegrama urgente al Jefe de la Armería Nacional, capitán Nicolás Martínez para que «preste los auxilios necesarios al Jefe del Archivo Nacional, Sr. Llaverías, facilitándole personal y cuanto solicite para poner en salvo la documentación que en ese Departamento obra».
Era evidente que la integridad y riqueza de parte del patrimonio histórico de la nación estaba en peligro, se imponía la construcción de una nueva sede del Archivo Nacional de Cuba dada la complicada situación que este tenía, entrelazado con estancias de la Armería Nacional, sumado al precario estado que comenzaba a tener el antiguo Cuartel de Artillería que ya había sufrido algún que otro incendio.
Sin embargo no sería hasta la famosa Ley número 6, votada en el Congreso en mayo de 1942 y elaborada por el Dr. Santovenia, que el entonces Presidente Fulgencio Batista y Zaldívar aprobó, con el interés de proteger el legado histórico de la nación, que hasta entonces estaba laxamente regulado, la erección de una nueva sede.
En los artículos 13, 14, 15 y 16 dicha ley establece la necesidad de construir un nuevo edificio en el terreno que ocupa el Archivo Nacional, se hará mediante concurso público y el gobierno será el encargado de construir la nueva sede del Archivo Nacional de Cuba.
Para conseguir financiación se autorizó la emisión de tres millones ciento cincuenta mil estampillas de diez centavos moneda nacional con un valor total de trescientos mil pesos moneda nacional. El grabado de color anaranjado poseía en el frente la siguiente inscripción «1840.—República de Cuba.—1940»; en el centro, constaba su valor facial, y en la parte inferior, «Edificación del Archivo Nacional«.
Una joya arquitectónica
El ganador del concurso para erigir la nueva sede del Archivo Nacional de Cuba resultó el ingeniero y arquitecto Luis Dauval quien había dirigido el proyecto del Hospital Infantil de Tuberculosos Angel A. Aballí, el edificio del Colegio Metodista (junto al también arquitecto Miguel A. Chacón) situado en la calle Dragones esquina a Zulueta y la Escuela de Filosofía y Letras (1937).
Con posterioridad sería además ganador del Premio Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos en 1944. Durante el segundo mandato de Ramón Grau San Martín (1944-1948) se desempeñó como Director general de Arquitectura del entonces ministro de Obras Públicas y arquitecto él mismo, Juan Pedro San Martín. El segundo y tercer puestos fueron para Angel de Zárraga y Angel Cano, respectivamente.
La obra resultaría altamente elogiada por la prensa y los diferentes estamentos sociales de la época. Baste la nota que citamos a continuación.
La verdad quiere siempre diáfana sencillez y honesta exposición. Este maravilloso Exponente de la arquitectura, el soberbio edificio de severas línes que abriga a las viejas e inapreciables reliquias, pide esa claridad honrada que reclama la verdad para rendir homenaje a las distinguidas personalidades que han puesto todo su mayor esfuerzo y su mejor voluntad al servicio de este nobilísimo empeño.
El País, 23 de septiembre de 1944
Esta magnífica nueva sede del Archivo Nacional de Cuba dotó de todos los adelantos de la época a la institución, en futuras entradas daremos más detalles de sus cualidades arquitectónicas.
Estimados, me comunico con ustedes ya que soy historiador y me encuentro escribiendo la biografía de la artista Amelita Vargas. Me interesa saber si ustedes cuentan en sus archivos con material sobre Amelita, o si me pueden indicar dónde recoger esa información. Estoy especialmente interesado en información sobre sus comienzos en La corte Suprema del Arte en los años 1940s. Muchas gracias. Saludos desde Buenos Aires.