Quizás el mayor error del teatro circo Jané (o de Jané) consistió en el deseo de su dueño de perpetuar, como algo definitivo, la magia fugaz del circo. Lo que en el campo y otras zonas de la ciudad era una novedad (la lona, el ajetreo, el espíritu del arte efímero) se quiso asentar en la esquina de Zulueta (Agramonte) y Dragones, sin mucho éxito.

Del mundo del tabaco venía el catalán Miguel Jané y sus buenos deseos se volvieron humo. No fue una mala idea su proyecto, la ciudad estaba llena de circos-teatros ambulantes, y no tan ambulantes, que encontraron en la zona del reparto Las Murallas, un eje geográfico-cultural excelente para luchar contra los soberbios teatros que circundaban al Parque Central.

Así como el Circo Habanero (más conocido como teatro Villanueva) sirvió para inspirar construcciones homónimas al otro lado del Atlántico como el Circo de Marte en La Palma; el teatro Circo Price madrileño, sirvió para inspirar la construcción del circo Jané, pues la idea de hacer una construcción que emulase a un circo en una zona céntrica de la ciudad, ya había sido materializada con gran éxito en Madrid y Lisboa por aquel irlandés de apellido Price que creó una marca que aún perdura.

Circo Habanero (Teatro Villanueva)
Circo Habanero (Teatro Villanueva)

A esta curiosa idea de vender la experiencia de un circo pero con las comodidades de un teatro se encomendó Jané y aunque la novedad al principio generó expectativas y buena acogida, la realidad fue sumiendo al teatro circo Jané en un agujero económico que obligó a su dueño a traspasarlo a una organización religiosa pocos años después de fundado.

Algunos circos de La Habana

En la zona del campo de Marte (actual parque de la Fraternidad Americana) se levantó alrededor de 1830 el teatro Circo. Una rudimentaria carpa de tablones y yaguas donde se hacían espectáculos circenses y de caballos, pero en el cual también se echaban a pelear gallos, que el costumbrista José Victoriano Betancourt detalla en una de sus crónicas, incidiendo en su estado ruinoso e improvisado. En esta misma zona se levantaría otra carpa aún mayor para unos bailes y una rifa casi veinte años después en celebración dedicada a la reina Isabel II.

Frente a la puerta de Tierra, en la zona que luego comprendería al reparto de Las Murallas, se levantó el circo Chiarini, en lo que vendría siendo la esquina de Zulueta y Monte, pero su recorrido no tuvo demasiadas alegrías. Más al norte, frente a lo que ahora es el edificio Bacardí se levantó la primera lona de Albisu, -quien posteriormente convirtió en teatro de igual nombre en la actual manzana del Centro Asturiano- uno de los más distinguidos teatros habaneros, y el preferido del público de gustos peninsulares.

En 1884 se fundó el Circo Argentino de los hermanos Pubillones en Carlos III que captó rápidamente la atención del público y significó la puñalada definitiva al circo Jané como epicentro del ambiente circense. El elenco de esta carpa hizo recorridos itinerantes por Jesús María, Casablanca y Regla sin abandonar definitivamente la privilegiada ubicación de Carlos III, cercana a la plaza de toros.

Carpa de Albisu, en la zona que ahora ocupa la Manzana de Gómez, la flecha amarilla indica la esquina del Teatro Villanueva. En primer plano el parque de Isabel II, antecesor del parque Central.

Santiago Pubillones también gestionaba un circo ecuestre en la esquina de Zulueta y Neptuno, cercano a la fábrica del acaudalado Joaquín Zulueta y hasta la que se dirigía -mediante un cable- una equilibrista a las seis y media de la tarde. Esta función gratuita fue un gancho de publicidad enorme en su momento como antesala del gran show de la noche, entre las ocho y las nueve.

Sin embargo, la Circular 17 de 1881 establecía que todos los circos ecuestres debían ubicarse al oeste de la calzada de Belascoaín y al Este de la bahía de La Habana. Esta medida, similar a otras tomadas un par de décadas antes en Europa, expulsaba a las carpas y circos itinerantes de los centros de las ciudades, incluso cuando se instalasen en buenas condiciones técnicas y artísticas.

Pubillones y sus filiales fueron los más damnificados, así que mediante distintas conexiones con el Ayuntamiento consiguió saltarse esta medida gracias a un acuerdo provisional firmado por el Gobernador Habanero. Este documento sería el inicio de una batalla legal entre Jané y Pubillones, quien conseguía mantener con un estatus semi-legal la carpa que tenía en la esquina de Zulueta y Neptuno. Dicha manzana pertenecía a don Jose A. Cortina.

Finalmente ganaría aquel conflicto Jané pero para entonces el poderío económico del circo Pubillones no se resintió del desplazamiento de la zona céntrica de las murallas.

El circo Catalán

Don Miguel Jané era una figura fundamental para la comunidad catalana asentada en la ciudad. En una de sus propiedades del Paseo del Prado, frente al parque de la India, estuvo ubicado el Centro Catalán hasta que el crecimiento de la sociedad hizo imposible sesionar en él.

Por las condiciones arquitectónicas del teatro circo Jané, ideal para reuniones y mítines por su forma circular y reducida, el centro Catalán trasladó sus actos protocolarios al mismo, convirtiéndole en su sede de facto, ante la ausencia de un local céntrico, acorde a la cantidad de miembros que llegó a acumular esta sociedad.

En el teatro y circo Jané se hicieron diversas actuaciones que buscaban reunir fondos con distintos fines, desde mejorar la zona del Club Almendares -Casa quinta de recreo de los sociedad ubicada frente a la Quinta de los Molinos– hasta recaudar fondos para los afectados de un terremoto en Andalucía.

En la época de Carnavales se hacían seis grandes bailes de máscaras que buscaban emular a los otros grandes teatros clásicos en su decorado y esplendor. Para facilitar el acceso a la gran concurrencia se producía el acceso por Dragones y la salida por Zulueta. El teatro circo Jané se solía decorar con esmero y en torno a una temática concreta desde el propio acceso, con el fin de crear un ambiente bucólico y original.

Sirva esta descripción para imaginarse alguno de aquellos bailes.

Baile de las Flores- Dogma de todo elogio es la actividad desplegada por el Centro Catalán para convertir en un Edén el teatro circo Jané, con motivo del baile de las flores que debe efectuarse en el misma la noche de mañana domingo.

En el escenario transformado en bosque, se colocará la orquesta de José del Carmen Olivera, de la manera que se acostumbra en los entoldados de Cataluña.

Reina extraordinario entusiasmo para concurrir al mencionado baile, que promete ser muy brillante.

Diario de la Marina. 23 de mayo de 1886.

Era usual que siendo el centro de las festividades catalanas viniese desde esta región el artista encargado de hacer la magia decorativa en el circo Jané. En estos espectáculos no faltaban las piñatas y las rifas, y aunque para acceder era necesario ser admitidos por una comisión que examinaba los disfraces, la entrada no era exclusiva para los socios del Centro Catalán.

Historia breve

Los Carnavales y los bailes no duraban todo el año y entonces el teatro circo Jané no era más que un recinto menor en comparación con el resto de instituciones artísticas de la ciudad. Su bar-cafetería tenía cierto renombre pero su cartelera no podía combatir frente a las primeras espadas de la ciudad, y ya casi ni a las segundas.

Para mantener a flote el negocio Jané decidió abrirse a los espectáculos de lucha canaria, a algunas asambleas anarco-sindicalistas y como lugar de celebraciones religiosas. Sin embargo, su teatro circo Jané no era lo suficientemente grande para combatir con los espectáculos teatrales y el público afín al circo prefería a la competencia de los hermanos Pubillones.

El catalán Jané había intentado quedarse con el negocio de los circos en la zona céntrica de la ciudad al erigir su refinada carpa de acero, cuyo diseño exterior era similar al de la manzana donde se encontraba el Casino Español, posteriormente centro Asturiano, pero los agujeros legales que encontró Pubillones para mantener abierta su carpa de tela y tablas a unos cientos de metros fueron desangrando la ya maltrecha economía de Jané.

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Antigua fachada del teatro Circo Jané

Este había intentado un desesperado golpe de efecto en 1885 al intentar colocar un panorama circular -de alrededor de 62 metros de largo- donde se recreaba la legendaria batalla de Champigny. Estos panoramas mezclaban la iluminación, los elementos tridimensionales y el dibujo para crear una experiencia inmersiva.

Los visitantes accedían por un estrecho túnel que desembocaba en una pequeña torre, situada en el centro de la batalla. La experiencia en trescientos sesenta grados levantó elogios, pero los robos de carteras y la monotonía del espectáculo apagaron rápidamente el eco de la novedad. Entre los pintores involucrados estaba Miguel Ángel Melero, hijo del director de la Academia de San Alejandro y considerado uno de los grandes talentos de la pintura cubana, malogrado muy joven.

Luces y sombras

El circo Jané demostró con este panorama que si alguna virtud tenía era precisamente su arquitectura circular y las virtudes que presentaba este diseño para asambleas, debates y reuniones -entre sus paredes el Doctor Baralt estableció unas clases de idiomas para mujeres, emulando a lo que ya hacían Azcárate y Cortina en sus casas, estas clases sirvieron de base para el renacer del Liceo.

El 16 de mayo de 1886 se realizó una reunión de asturianos en el circo Jané que está considerada como la fundación oficial de lo que sería el futuro Centro Asturiano, una de las grandes Sociedades de Beneficencia para naturales de la península. En estos años también sirvió para acoger eventos como el gran Walking Match, un evento de andarines, antecesor de los maratones cubanos.

Agobiado por los problemas económicos de sus negocios tabacaleros, al punto de que algunos cargamentos de tabaco fueron embargados y subastados por sus acreedores, y por los litigios legales que sostenía con Pubillones a don Miguel Jané no le quedó otra que negociar un acuerdo con una congregación Bautista, que había celebrado varios eventos con anterioridad en el teatro circo Jané, para traspasarles la propiedad del inmueble, aunque dicho acuerdo no afectó de forma inminente al bar-cafetería «de Jané» ni a los billares que se mantuvieron abiertos en los bajos durante varios años.

Innovación y estilo

En su ensayo «La urbanización de Las Murallas: dependencia y modernidad» el destacado investigador Carlos Venegas Fornias elogia los detalles técnicos del teatro circo Jané y en particular al maestro de obras catalán Juan Pagé. El interior del recinto con «su pista circular encuadrada en crujías de doble planta, que constituían los frentes hacia las calles en esquina y contenían establecimientos anexos, como salones de billar y juego, cafés, así como salas de estar» era una solución extraordinaria en La Habana.

Aunque la joya de la corona del circo Jané era la cubierta de hierro y sus artísticos remates, que a diferencia del Teatro Payret, estaban visibles para los asistentes. Este perfecto encaje entre funcionalidad y remate del cuerpo central, de forma conopial, de la pista era sin dudas la mayor de las atracciones visuales de la arquitectura del teatro Circo Jané, aunque fue fundida en La Habana no ha trascendido el nombre de la fundición que llevó a cabo semejante obra, quizás la que mejor correlación e importancia tiene con el hierro en la ciudad.

Interior teatro circo Jané, iglesia Bautista el Calvario
Una imagen de lo que fue el teatro circo Jané, en la actualidad iglesia Bautista El Calvario (foto montaje realizado con imágenes tomadas de internet)

Venegas Fornias ensalza aún más la fábrica y observa «que para complementar la audacia técnica y artística de
esta construcción habanera… el tratamiento de la fachada se hacía a base de pabellones laterales y un cuerpo central, separados por azoteas, en el piso superior, disposición de los edificios monumentales académicos que se apartaba de la acostumbrada hilera de fachadas continuas del Reparto
«. Aunque señala que «los motivos aplicados en los guardapolvos y remates eran de factura clásica muy acusada«.

Para combatir los arcos circenses de Pubillones y su equilibrista callejera, Jané construyó un gran arco luminoso que era visible incluso desde el Parque Central y mediante el cual se anunciaban las funciones del teatro circo Jané. En el interior el decorado permanente fue obra del pintor Francisco Piera (o Pierá) y por la profusión de imágenes y detalles representativos de la dramaturgia española -junto con las gruesas alfombras rojo bourbon- ayudaban al asistente a evadirse de la función y desentenderse de los espectáculos.

Algunos críticos fueron más ácidos y directamente consideraban al teatro circo Jané como «la jaula de Dante«, por el calor de la sala y sus paredes cargadas de imágenes.

Alrededor de 1889 dejó de funcionar como teatro para pasar a ser propiedad de la Iglesia Bautista de Gethsemaní que la bautizó con el nombre de El Calvario. En sus instalaciones estuvo un seminario, una imprenta y otras dependencias relacionadas con esta asociación religiosa hasta que en 1906 se convirtió en la sede de la Convención Bautista de Cuba Occidental.

calvario-1908-1 circo jané tomada de acbocc.org
Templo El Calvario, imagen de 1908 tomada de la página de la Asociación Convención Bautista de Cuba Occidental (acbcocc.org)

Los religiosos realizaron modificaciones en la edificación desde su adquisición para adecuar el antiguo teatro circo Jané a la función religiosa. En 1913 y 1938 se realizaron las más significativas de estas remodelaciones, esta última firmada por el afamado arquitecto Luis Dauval, quién entre otros proyectos realizó el edificio del Archivo Nacional de Cuba.

Desgraciadamente el accidente que provocó la terrible explosión del Hotel Saratoga en mayo de 2022 dañó seriamente la estructura y la cúpula de acero, sello arquitectónico de la edificación.