El macho por excelencia del cine cubano, un país lleno de galanes cinematográficos, fue el santiaguero Adolfo LLauradó, desde aquel día de 1966 en que Humberto Solás le entregó el protagónico de su mediometraje Manuela.
Llauradó, como le llamaba el pueblo, nació en Santiago de Cuba, el 29 de septiembre de 1941 y según sus amistades más cercanas desde niño quiso ser actor. Lo cierto es que debuta muy tempranamente, pues a los trece años ya actúa en las emisoras radiales de su ciudad y con quince parte rumbo a La Habana a perseguir su sueño, donde se abre paso desde la radio hasta el cine, haciendo una importante parada en el teatro.
A las tablas Adolfo llega en 1957, actuando en la obra Pájaros de la luna, de Marcel Aymée, bajo la dirección de su tocayo Adolfo de Luis, tiene en ese momento solo dieciséis años, y ya acumula experiencia en dos medios tan distintos como la radio y el teatro. Dos años después, interpreta un pequeño papel en un filme, Cuban Rebel Girls, que es mas bien un semidocumental, ese pequeño extra, de apenas 68 minutos, hoy no sería para nada recordado de no ser porque el mismo cuenta con guion y actuación del gran Errol Flynn.
Manuela, el inicio del Macho Adolfo Llauradó
En 1966, el destino Solás, unió en Manuela a Adolfo Llauradó y a Adela Legrá, ese mediometraje de Humberto fue el trampolín de ambos actores, pues la química que surgió ante las cámaras, unida al excelente desempeño de ambos, les garantizó el protagonico en el tercer cuento de Lucia, el primer gran éxito de Adolfo.
En Lucia Adolfo LLauradó se lució, pues:
…forjó la imagen de un hombre apasionado, celoso y dominador, con rasgos humanos y no de cliché, imagen que para algunos resultaba un vestigio del período prerrevolucionario, y para otros era un elemento permanente de la idiosincrasia del Caribe.
Jorge Ruffinelli. Cuba Ahora
Ese personaje lo persiguió a lo largo de toda su carrera en el cine, pues Adolfo LLauradó era casi siempre el gran malo, o el gran macho, el tipo que parecía que en cualquier momento estallaría. Era tan entregado y amante del arte que podía subir hasta las doscientas libras para dar vida a su personaje en El otro Francisco (1974), para acto seguido meterse en una rigurosa dieta que le permitiera verse sumamente flaco en el nuevo papel al que daría vida.
Es que Adolfo Llauradó era de esos actores para los cuales, el método y la fuerte caracterización eran vitales a la hora de actuar. Por ello, a lo largo de su carrera se le vió mancharse los dientes, untarse mantequilla en la cara, variar el peso… lo que fuera que los requerimientos del papel dictasen.
El respeto que sentía por el arte era tal, que pese a ser durante mas de veinte años, el macho por excelencia del cine cubano solía aceptar también pequeños papeles que le enviaban los directores que ansiaban trabajar con él. Asi sucedió en filmes hoy importantes como Capablanca, o El Elefante y la bicicleta.
Adolfo y Daysi
Su pareja con Daysi Granados, en Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega, fue otro de sus momentos cumbres, en gran parte debido a que el filme fue escrito expresamente para ambos, y en el cual gozaron de total libertad creativa e interpretativa, llegando a reescribir diálogos y a improvisar una buena parte de ellos. Su personaje, Tomás, de corte y nombre muy parecido a aquel de Solás, fue otro macho machista y celoso, que le granjeó innumerables críticas positivas.
Daysy Granados y Adolfo LLauradó, tenían esa química especial que trasciende la cámara y es notada por el espectador, la misma que luego se notó en las películas Habanera (1984), Amor en campo minado (1987) y Las profecías de Amanda (1999).
La escena internacional
1986 fue un año internacional para Adolfo, donde participa en los filmes Capablanca, coproducción cubano-soviética, dirigida por Manuel Herrera y con guion del mismo Herrera, y de Eliseo Alberto Diego. Pero su gran momento fue en la coproducción cubano-peruana El socio de Dios, película a la que según la crítica salva del olvido la memorable actuación de Llauradó, y su malvado terrateniente jugueteando con una serpiente enroscada al cuello.
El impulso internacional continuó en 1988 con la adaptación cinematográfica del cuento de García Marques, Un señor muy viejo con unas alas enormes, dirigida y protagonizada por el argentino Fernando Birri. Además, Cartas del parque, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea, con guión de Eliseo Alberto Diego, el propio Titón y Gabriel García Marques.
Adolfo Llauradó, el gran macho malvado del cine cubano, murió en La Habana, el 3 de noviembre de 2001. Su rara conjunción de interpretar personajes detestables y sin embargo ser querido por el pueblo fue expkicada por el mismo:
Yo he hecho personajes muy desagradables, que el público realmente rechaza. Pero para mí eso ha sido una experiencia muy grande, porque creo que hacer “el malvado de la película”, para un actor significa no solamente ser el malvado, sino la oportunidad de buscarle algunas cosas buenas, humanizarlo. Eso es lo que hace que no se convierta en un cliché, en una cosa enteriza. Buscar las bondades del personaje y humanizarlo: eso es importante. En El hombre de Maisinicú yo hacía un personaje terrible, y sin embargo el público acabó por tenerle afecto. Por otro lado, a mí me han encasillado, aunque hasta cierto punto, en una etapa determinada, me gustó hacer ese tipo de personajes. Por ejemplo, el personaje machista. En la calle a mí me dicen “el macho de la película”, y es por todos esos personajes que he hecho
Un actor creíble en todo lo que asumio con gran dominio interpretativo. Un valioso ser hummano.
Adolfo Llauradó fueun gran actor cubano que vivió para actuar en todos los medios