La cubanísima zarzuela Cecilia Valdés de Gonzalo Roig se estrenaba en enero del año 2020 en Madrid. En un acto de justicia tremendo, apoyado por un gran despliegue técnico llevado a cabo por el Teatro de la Zarzuela, una de las tres grandes Zarzuelas cubanas del siglo XX tenía el honor de ponerse en escena en el céntrico teatro, origen por antonomasia de este género.

Basada en la obra homónima de Cirilo Villaverde, el mejor novelista cubano del siglo XIX y de quién Benito Pérez Galdós dijese «nunca pensé que alguien del Nuevo Mundo pudiese escribir semejante obra«, la zarzuela hereda las principales reivindicaciones de la novela para ratificar el origen mestizo de la cubanía y reivindicar los derechos elementales del ser humano sin distinción de razas.

La zarzuela en Cuba

Cuenta la historia que la primera zarzuela registrada en Cuba data de 1853 cuando se estrenara en el teatro Tacón habanero El duende, obra que había arrasado años antes en los circuitos madrileños. Esta variación musical, más accesible que la ópera, arraigó en el cubano que, sin demasiado poder adquisitivo, se vio reflejado en el juego musical, tragicómico y colorido de las zarzuelas populares. Surgieron en esa época algunas obras eminentemente cubanas de las cuales apenas quedan registros como Todos locos o ninguno, El delirio paternal, Apuros de un bautismo y El carnaval de La Habana.

Teatro Alhambra

Era un hecho, La Habana acogía a la zarzuela y el carácter eminentemente popular de esta expresión que rivalizaba con las mejor, y más reconocidas, óperas de los grandes salones de la época. De este período apenas quedan registros de que las zarzuelas creadas en el archipiélago cubano realizasen el viaje de vuelta a la península, mientras que la mayoría de compañías españolas viajaban constantemente al nuevo mundo a realizar temporadas en varios países.

Aunque algunos historiadores mencionan, en cambio, el indudable influjo americanista de los tangos-habaneras en obras del Teatro la Zarzuela (fundado en 1856) como El relámpago (1857) o Entre mi mujer y el negro (1859), piezas ambas, del gran maestro de la zarzuela española, don Francisco Asenjo Barbieri. La primera de las mencionadas obras está ambientada en un ingenio cubano y la segunda de ellas en Nueva Orleans.

La zarzuela Cecilia Valdés

Tras el período de dominación española y con el advenimiento de la República de Cuba el coliseo de la zarzuela fue el Teatro Alhambra donde los empresarios Regino López y Federico Villoch crearon un subgénero de la zarzuela, el alhambresco donde la picardía del cubano, la rimbombancia escénica y el diálogo burlón y mordaz se asentaron entre la idiosincrasia habanera.

Teatro Marti en 1930

No podemos desconocer a otros nombres como Pepín Rodríguez o Jorge Anckerman, de quien ya hablamos y que fuera director musical del teatro Alhambra entre 1911 y 1935. La grandísima repercusión de algunas obras estrenadas en el Alhambra provocaron que algunos espectáculos, gracias a su popularidad, fueran presentados en teatros mayores, allanando el camino para que la zarzuela cubana resurgiese, trascendiendo los límites geográficos de la isla, en las musicales notas de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Rodrigo Prats.

No es de extrañar entonces que cuando Gonzalo Roig estrenó esta obra un 26 de marzo de 1932 en el teatro Martí. La obra fuese acogida con un éxito tremendo. Cierto es que antes el maestro Lecuona y su inseparable Gustavo Sánchez Galarraga intentaron llevar la novela al teatro lírico, se habían adentrado en las contradicciones de la lacra social del machismo y la esclavitud en la obra El cafetal (1928) de gran éxito, pero los herederos de Villaverde se negaron de pleno.

Esta cuestión de derechos provocó que surgiese, con una temática similar, la famosísima María La O (1930), curiosamente, y gracias al tremendo éxito alcanzado por esta zarzuela, los herederos de Villaverde cambiaron de opinión y cedieron los derechos a Roig. Así es como de un solo no nacieron dos de las zarzuelas más importantes, de las casi 3 mil, registradas en Cuba.

Fueron entonces Agustín Rodríguez, antiguo apuntador del Teatro Alhambra y letrista del bolero Quiéreme mucho -cuya melodía pertenece a Gonzalo Roig-, y el rico comerciante Manuel Suárez quienes olieron el gran momento del género y para ello alquilaron el Teatro Martí. Le dieron la batuta a Roig y este, basado en el libreto del propio Agustín Rodríguez y del español José Sánchez Arcilla -letrista de la zarzuela María Belén Chacón con música de Rodrigo Prats-, exprimió al máximo el conflicto amoroso que subyacía en la novela de Villaverde.

cecilia valdes peli
Fotograma de una película de 1940 sobre Cecilia Valdés

La zarzuela, más pasional, fatalista, melodramática y menos reivindicativa -la época era otra- se centró en elementos de carácter cultural más inminentes al espectador como la trascendencia del mestizaje y de los influjos culturales de la afrocubanía criolla. En el diario de la Marina del 28 de marzo de 1932 escribía Francisco Ichaso:

Lo afrocubano no tardará en ser lo popular por antonomasia y si algo tiene que decir Cuba en materia
de música, lo ha de decir —lo está diciendo ya— en aquel idioma. Donde quiera que el negro esté, aun
en el meridiano del mundo, proyecta la sombra de su música. Todo drama blanqui-negro, como Cecilia
Valdés, es, por tanto, un «drama musical».

La zarzuela cubanísima en el gran Teatro la Zarzuela de Madrid

Desde su estreno Cecilia Valdés se convirtió en un clásico de actualidad inmediata. Se sucedieron las adaptaciones y los reconocimientos para los tres autores, incluida la Medalla de Oro de la Ciudad de La Habana. El propio Roig realizó adaptaciones en la presentación de 1958, y en la navidad de 1961 se presentó en el Teatro Payret una versión definitiva (modificada sustancialmente del original con el fin de acercarla más a la novela) que forma parte del repertorio del Teatro Lírico Nacional de Cuba constituido en 1962.

Si yo soy Cecilia Valdés, yo soy Cecilia Valdés,

hierve la sangre en mis venas soy mestiza y no lo soy,

yo no conozco las penas yo siempre cantando voy,

siento en mi alma cubana la alegría de vivir,

soy cascabel, soy campana, yo no sé lo que es sufrir…

Una de las canciones de la zarzuela Cecilia Valdés, firmada por Gonzalo Roig, Agustín Rodríguez y Jose Sánchez Arcilla

La capacidad de vigencia de la obra quedó a prueba cuando en la ambientación actual de la compañía española se trajo a la obra de 1830 a 1950. En un muy arriesgado juego por parte de Carlos Wagner, pero que finalmente funcionó bien entre el público, los personajes y sus contradicciones son actualizados a otro contexto más cercano en el tiempo, pero a la misma distancia espiritual que el conflicto primigenio. No en balde el director musical de la representación, Óliver Díaz, presentó de esta manera la obra:

«Cecilia Valdés es una perfecta amalgama entre la gran tradición operística centroeuropea, la zarzuela y la música afrocubana. Gonzalo Roig es capaz de colorear e iluminar cada una de las acciones de la forma más sutil evidenciando los aspectos psicológicos de cada personaje con una maestría absoluta. Estamos ante una obra
con un absoluto protagonismo musical, donde el arte denuncia, una vez más, las injusticias sociales arraigadas en lo más profundo de las civilizaciones».

***

Bibliografía:

*-Ensayo de Enrique Mejías García, «Soy mestiza y no lo soy«: idas y vueltas de la zarzuela en Cuba.

*-Ecured

*-Revista Bohemia

*-José Ruiz Elcoro «Cuadernos de Música Iberoamericana. Volumen 2 y 3, 1996-1997