Extracto sobre La Habana publicado en el libro «Matanzas, primera urbe moderna de Cuba» de la autora Alicia García Santana.
En La Habana confluyen y se relacionan patrones urbanos diversos. Debido a sus traslados, el trazado del asentamiento final no se corresponde con lo que fue común en las décadas iniciales, sino que responde a los idearios urbanos definidos en períodos posteriores, cuando la ciudad encontró su asiento definitivo.
Fundada en 1514 en la costa sur occidental de la isla, sin embargo, la conquista del imperio azteca entre 1519 y 1520, y el descubrimiento de la corriente del Golfo —utilizada desde 1520 como ruta para el regreso a España—, atrajeron a los vecinos hacia la costa norte.
Según Jenaro Artiles el traslado de La Habana no fue un acto organizado, sino un progresivo flujo de sus moradores, desde el sur, hacia un sitio situado al norte que coexistió con el originario.
El primer emplazamiento al norte estuvo vinculado al río de Casiguaguas o de la Chorrera, más tarde llamado Almendares, pues el fácil acceso al agua era esencial.
Pero La Habana se acercó a la bahía de Carenas, protegida rada conocida desde el descubrimiento.
Manuel Pérez Beato sostiene que, desde muy antiguo, existió un asiento al fondo de la bahía, en la proximidad del río Uyanó (Luyanó).
Dicho asiento y el de La Chorrera fueron destruidos por un ataque pirata en 1537, lo que provocó el traslado de la villa
“desde el lugar que se conocía como el ancón del Puerto (ensenada de Guasabacoa y Atarés), al sitio que ocupan hoy el castillo de la Fuerza y sus inmediaciones”.
Por tal motivo el gobernador de la Isla y Adelantado de la Florida, Hernando de Soto —nombrado en 1537 y desembarcado en Santiago de Cuba en 1538—, ordenó al arquitecto Francisco de Aceituno, entonces vecino de Santiago de Cuba,
“Fuese con gente por la mar a reedificar la ciudad de La Habana, porque tuvo aviso que pocos días antes la habían saqueado y quemado corsarios franceses sin respetar el Templo”.
Un año después, Hernando de Soto recibió la orden real de hacer
“una fortaleza en la Habana […] así para guarda de ella como amparo y defensa de los navíos que van y vienen a las Indias”.
La fortificación, primera que tendría la ciudad, (puedes leer sobre ella aquí) cual torre de estirpe medieval acorde a la traza enviada por la corona a de Soto, fue semejante a las construidas en Santo Domingo y otros puntos de la región.
Como bien afirma Pérez Beato, La Habana encontró definitiva localización
“buscando sus habitantes el amparo del fuerte que por aquellos días construía Francisco Aceituno”.
A lo que podría añadirse otro atractivo: el abrigo de su protegida bahía para los barcos de la Flota que, a partir de 1539, comenzarían a reunirse en la rada habanera con el fin de regresar juntos a la Península.
Sobre el traslado, realizado bajo la conducción de Juan de Rojas, se dijo:
El Pueblo y villa que continuamente solía estar a la boca del río de la chorrera dos leguas de esta Villa. Y después se mudaron e hicieron sobre este puerto el pueblo y villa a donde ahora se reside que llaman Habana dejando las casas de población, que tenían en el otro con mucho daño lejanas de la costa ya perdidas, del don Juan De Rojas solo a fin de fortificar y tener seguro y proveído de abastecimientos este puerto para el despacho, acopio y seguridad de las armadas y flotas de su majestad que a él vienen y van.
Juan de Rojas llegó a América con Pedrarias Dávila y fue uno de los que se trasladó a Cuba, donde
“la ayudó a acabar de ganar y conquistar por que aún no lo estaba del todo cuando vino”.
A la muerte de Hernando de Soto, en 1542, Juan de Rojas asumió la gobernación de la Isla hasta el arribo del licenciado Juanes de Ávila en 1544. Fue la principal figura de la población hasta su muerte, acaecida en 1570.
Al amparo del primitivo fuerte encontró asiento definitivo La Habana Vieja, ubicación coherente con el pensamiento militar de esos años, que prefirió sitios similares a islas, que pudieran defenderse por tierra y por un solo lado; semejantes al que sirve de enclave a la ciudad de Cádiz y que sería adoptado también por algunas urbes de la región, como San Juan de Puerto Rico y Cartagena de Indias, entre otras.
En cuanto a su forma, como se aprecia en el plano anónimo de La Habana de 1567, la ciudad diseñada por Francisco Aceituno fue realizada en torno a una gran plaza central, según el modelo urbano de la cuadrícula, entonces en pleno desarrollo.
El lugar tenía ventajas militares pero resultó funesto por su falta de agua, de ahí que los vecinos se vieran obligados a traerla del distante río de la Chorrera. Para evitar ese inconveniente se construyó una de las obras de ingeniería civil más relevantes de la época, la Zanja Real, definitivamente resuelta por el ingeniero Bautista Antonelli en 1592.
La importancia de la villa fue reconocida desde muy temprano, al transformarse en
“puerto de grande escala donde vienen a parar los navíos y flotas de Nueva España y tierra firme y Honduras […] y es llave y puerta del embocamiento del canal de Bahamas por donde salen las naves para venir a España y es reparo de los pueblos y fuerzas de la florida”.
En 1561 el sistema de la Flota de Indias quedó oficialmente establecido. La ciudad se convierte en capital de la Isla y fue, desde entonces, una de las presas más codiciadas por corsarios y piratas, lo que determinó su fortificación, dilatado proceso que en el curso de tres siglos la tornó en plaza fuerte por excelencia del circuito comercial americano.
Como resultado La Habana se transformó, de villa agrupada en torno a una plaza central, en ciudad plaza-fuerte, policéntrica, amurallada y fortificada.
En 1586 Francis Drake destruyó las ciudades de Santo Domingo y Cartagena de Indias y amenazó a La Habana.
En consecuencia, disponen la realización de un ambicioso proyecto de fortificación en el área, a cargo de renombrados ingenieros militares, entre los que descollaron los italianos Bautista Antonelli, Juan Bautista Antonelli y Cristóbal de Roda. En la Habana se levantaron las imponentes fortificaciones de El Morro y La Punta.
Estos hombres eran expertos con formación teórico-práctica, y estaban al servicio de una política de Estado que para ese entonces España había perfilado en sus principales aristas y que fue la base de las Leyes de Población de 1573.
La reconstrucción y reorganización de La Habana en la segunda mitad del siglo XVI se condujo bajo la dirección de un cuerpo capitular cuyo poder político y económico derivaba del despegue de la villa a partir de 1561, cuando su bahía fue designada como punto de reunión de la Flota de Indias para el regreso a la Península.
Como se deduce de numerosos testimonios hallados en las Actas Capitulares, se aspiraba a alcanzar la regularidad y el orden preconizados por la modernidad, aunque fue imprescindible asumir las irregularidades viales ya establecidas. Todo ello se manifestó en la constitución de relevantes centros urbanos vinculados a la configuración de cinco plazas: de Armas o de la Iglesia, Nueva (actualmente Vieja), San Francisco, del Cristo, y de la Catedral.
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