Este afamado escritor no nació en La Habana, sino en Matanzas, el 16 de octubre de 1866 (aunque erróneamente aparece el año 1868 en muchas antologías y crónicas), pero con dos años arriba a la capital para no mudarse nunca más, por eso cuando le preguntaban, Federico Villoch decía que era Habanero, que en esa ciudad había aprendido a ser escritor. Lo cierto es que de su huella en nuestra ciudad aún se escribe.

Se le calculan mas de 400 obras de teatro escritas, de las cuales apenas unas siete han llegado a nuestros días, la mayor parte de ellas escritas para esa antológica sala de la esquina de Consulado y Virtudes.

Federico Villoch el hombre que soñó el Alhambra

Educado en España Villoch estrena su primera obra en 1896, La Mulata María, un verdadero fracaso de público según la mayoría de las fuentes consultadas -Portuondo en su Diccionario de la Literatura Cubana refiere esta obra como un éxito-, en los cuatro años siguientes su estrella seguiría siendo oscilante, sus obras lo mismo pegaban que fracasaban en las exigentes tablas del teatro Martí, aunque su fama de buen libretista iba en aumento.

Confiando en su talento, y en su olfato de empresario teatral, un buen día abandonó aquel sitio y alquiló una pequeña sala, casi invisible en la vida cultural de la ciudad, que pasaría a la historia con el nombre de Teatro Alhambra, y cambiaría la escena del país en tan solo tres décadas de existencia.

Se nucleó de talentos como los hermanos Gustavo y Francisco Robreño, Jorge Anckermann, Regino López y él mismo, entre todos crearon esa leyenda, haciendo de paso carrera y dinero. Solo con ese núcleo de avezados profesionales se podían sostener tres funciones diarias, que abarcaban la bufa, el musical, la sátira y las zarzuelas ligeras. En todos esos géneros incursionó Federico Villoch, quien además se expandió al periodismo e incluso al cine -sobre esto último puede consultar el sitio CUBACINE .

Entre sus obras dramáticas conocidas encontramos piezas individuales y colaboraciones, como: Napoleón (1908), La casita criolla (1912), La danza de los millones (1916) y La isla de las cotorras (1923), siempre con música de Jorge Anckermann, aunque no fue este su único compositor musical si fue su preferido.

Federico Villoch
Fachada del Teatro Alhambra de La Habana anunciando la función de «La Isla de la Cotorras» de Jorge Anckermann y Federico Villoch

Otras obras dramáticas de su autoría son: La revista sin hilos, Aliados y alemanes, La carretera central, La chambelona, La república griega, Delirio de automóvil, El lobo segundo, El Patria en España, El proceso Dreyfus, Las travesuras de Venus, El rico hacendado, El alcalde de Chaparrea, El Castillo de Atarés, Cuba en la guerra, El ferrocarril central, El proceso de Mario Cuban, etc.

En la ficha de autor de Federico Villoch en el sitio “cubacine” aparecen dos obras, para las cuales hizo el guión:

“La zafra o Sangre y Azúcar” (1919)
Un joven pobre se enamora de una muchacha rica, hija del hombre que había arruinado a su familia. Durante una riña con el padre de su amada, dueño del ingenio azucarero donde trabaja, muere triturado por el trapiche. El padre de la muchacha enloquece ator…

“Manuel García o El Rey de los campos de Cuba” (1913)
Filme de aventuras basado en la vida del legendario bandido Manuel García, el rey de los campos de Cuba, que, en las últimas décadas del siglo XIX, contaba con la simpatía del pueblo porque se decía que robaba bienes a los ricos para distribuirlos entre los pobres.

Su labor de periodista no fue exclusiva de un medio, pese a ser fundador de la revista Luz y Sombra, sería muy respetado por los lectores como redactor de otros medios como: Fígaro, La Habana Elegante – en la que publicó sus “Cuentos a Juana”-, Unión Española, La Caricatura y La Iberia. Su columna, en el Diario de la Marina, “Viejas postales descoloridas”, iniciada luego de su salida del teatro, se mantendría activa por varios años y constituye hoy un archivo imprescindible de la historia teatral cubana.

Federico Villoch

Su bibliografía activa publicada incluye los siguientes títulos:

– Por esos mundos, Impresiones de un viaje, Imprenta La Moderna, La Habana, 1892.
– A la diabla (Versos), A. Miranda, La Habana, 1893.
– La cruz de San Fernando (Zarzuela), Imprenta El Aerolito, La Habana, 1897.
– América en la guerra (A propósito), Avisador Comercial, La Habana, 1918.
– El peligro chino (Fantasía), Burgay, La Habana, 1924.
– Son siete colores (Revista), El Ideal, La Habana, 1926.
– El lobo segundo o La vuelta a Cuba en cuatro años, Imprenta de la Federación de Torcedores, La Habana, [192-].
– Viejas postales descoloridas, Imprenta de P. Fernández, La Habana, 1945.

ECURED.CU

Incursionó en la novela con una obra que fue publicando, por fragmentos, bajo el seudónimo de cascabel, en el Diario de la Marina, se titulaba “Marta Flores”, su trama se desarrollaba en la Guerra de Independencia, y quedó inconclusa cuando muere, en su Habana, el 11 de noviembre de 1954, a los 88 años de edad.

El poeta de la Patria

Otro de los episodios curiosos en su vida fue la respuesta que dio a las décimas hirientes publicadas en Madrid en los primeros meses de 1899. El periódico fue El Imparcial y la pluma que firmaba los versos que atacaban a Cuba y a los cubanos la empuñaba Francisco Javier de Burgos y decían más o menos así:

para ladrar en inglés.
No habrá ya Cucalambés
que os canten a maravilla:
'' y allá en la risueña orilla
que el Cauto baña en su giro,
iba montado un guajiro
sobre su yegua rosilla' .

Al conocerse en La Habana la existencia de estas (publicadas por La Discusión el 21 de abril de aquel año) se lanzó un concurso para encontrar al ágil poeta que respondiese a las afrentas. Elegido Federico Villoch el tono elegido no pudo ser más acertado, sin entrar en confrontaciones revanchistas expuso la situación cubana como un tema común y natural; la confrontación paterno filial.

A ESPAÑA-Federico Villoch

Oigo tu amargo cantar
que triste al alma me llega,
y que en lágrimas me anega
tu injusticia al recordar.
No pude nunca pensar
que así me hablases un día.
No existió la felonía
con que dices me he portado,
y si hay culpa en lo pasado,
tú la tienes, madre mía.

Atravesando los mares,
a ti fueron mis gemidos,
mas cerrastes los oídos
a mis cuitas y pesares.
Sumisa ante tus altares,
imploré años tras años. 
Me halagaron tus amaños,
y con paciencia esperé,
y como premio alcancé
tristezas y desengaños.

Hija ya mayor de edad
prendió en mi pecho el amor,
y en tono conciliador
te pedí la libertad.
Tú, sin razón ni equidad,
el pecho, a mi ruego, frío, 
usaste tu poderío,
mas era vano tu empeño, 
y ni lograbas tu sueño,
ni yo realizaba el mío.

Un generoso testigo
con su apoyo me brindó;
y gustosa acepté yo
la protección del amigo.
A su proceder me obligo,
y esperemos..., esperemos;
ante sus finos extremos
de amistad ¿qué he de decir?
Si cumple, supo cumplir;
y si no... ya lo veremos.

Por mi ideal lucharé
con los entusiasmos de antes;
¡Guerra! otra vez gritaré. 
Un bravo Cucalambé
me cantará sin mancilla
"y allá en la profunda orilla
que el Cauto baña en su giro,
me ha de esperar un guajiro
sobre su yegua rosilla".

Idioma, fe y religión;
todo lo que me has dejado,
mi ideal y tu pasado,
defenderé con tesón.
Que no llegue esa ocasión,
mas si es mi destino triste
que sufra lo que dijiste,
diré con hondo gemido:
madre, tú así lo has querido;
madre, la culpa tuviste. 

Las tres últimas décimas dejaban patente el ambiente de excepticismo que cubría a los cubanos ante la ocupación americana y el cumplimiento del acuerdo conocido como Declaración Conjunta.