El general Emilio Núñez reúne en sí mismo todos los dones de nuestros patricios y también gran parte de sus vicios republicanos. En sí mismo se juntan las vertientes de Generales y Doctores que bien describiese Carlos Loveira en su celebrada novela.

Aquella radiografía novelada de la generación que alumbró, con sus muchas luces y sus mismas sombras, a la República de Cuba el 20 de mayo de 1902 mantiene una vigencia notable al acercarnos a figuras trascendentales para la independencia cubana.

El general Emilio Núñez evolucionó de un hombre de acción y batalla -en los campos de Cuba Libre- hasta la figura de gestor notable y organizador incansable de las expediciones de la contienda martiana.

Su historia se inicia durante la Guerra de los Diez Años (julio de 1876). Durante esta contienda dejó muestras de arrojo y capacidad organizativa ganándose los grados de teniente como ayudante del general de Brigada Henry Reeve. Participó en el combate de Yaguaramas donde cayó «el Inglesito» y poco después fue designado por el mayor General Carlos Roloff a operar en la zona de Sagua la Grande, cercana a su lugar de nacimiento.

De la primera de nuestras gestas emancipadoras salió Emilio Núñez con los grados de Comandante, pero donde realmente mostró su entrega a la causa independentista fue en la guerra Chiquita pues formó parte del contingente villareño que fue el último en deponer las armas (siendo él mismo el último de los jefes en abandonar las armas) y aunque algunas fuentes no se aclaran con los datos, todo parece indicar que acabó el conflicto con los grados de Coronel.

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Juan Emilio de la Caridad Núñez Rodríguez en un dibujo de 1888 durante su estancia en Philadelphia. Durante la guerra Necesaria en Cayo Hueso se estableció un club de señoritas en su honor.

Lo que si queda de manifiesto es que durante los movimientos del plan Gómez-Maceo estos últimos grados le serían ratificados (u otorgados, según el caso) al tiempo que desde Nueva York se destaca como uno de los principales caudillos de la conspiración junto a otros veteranos como Agustín Cebreco, Flor Crombet o Eusebio Hernández.

De teniente a general

Al término de la guerra del 98 constaba Emilio Núñez como general de División del Departamento de Expediciones. Su hermano José Manuel (Chichí) Núñez Rodríguez ejercía como Coronel y ayudante suyo en este mismo cuerpo. El general Emilio Núñez recibió de parte del Mayor General Carlos Roloff, al cual había servido durante de la Guerra Grande, las liquidaciones correspondientes al licenciamiento de dicho cuerpo al finalizar la contienda armada.

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El general Emilio Núñez y su Estado Mayor en el cual destacan el brigadier Rafael Rodríguez, su hermano el coronel Núñez, el comandante Justo Carrillo y el coronel Fernando Méndez Capote, hermano del vice Presidente de la República de Cuba en Armas Domingo Méndez Capote y futuro Secretario de Sanidad durante el segundo período del General Menocal.

Sobre sus acciones durante dicho conflicto Arturo Roca en la revista Cuba en Europa escribe:

El 24 de marzo de 1896, en el vapor “Bermuda», llegó el general Emilio Núñez con una expedición que desembarcó en la ensenada de “Maraví», costa Norte de Cuba, y que, sin duda, fue la mayor de las que llegaron á la Isla, pues además de los 2,000 remingtons de fino calibre, 500 remingtons Lee, 500 mausers, 1.000,000 de tiros, dos cañones, medicinas, etcétera.

Aportó a la insurrección un contingente de 71 hombres, entre los que se encontraban el Mayor general Calixto García Iñíguez y su hijo Carlos, el general Avelino Rosas, Cosme de la Torriente, doctor Eusebio Hernández, Pedro Mendoza, Alfredo Arango, Pedro Betancourt, Pablo Menocal, Vicente Carrillo, José M. Tarafa, José D’Estrampes, Nicolás Jané, Almanzor Guerra, los hermanos Eduardo y José Laborde, etc.

Sus conexiones antes y durante la guerra fueron fundamentales para su consolidación como una de las figuras políticas más influyentes de las primeras décadas republicanas. En otra de sus expediciones (fechada esta el 23 de junio de 1898) que desembarcó por «Palo Alto» trajo entre otros al veterano brigadier Rafael Rodríguez, futuro Jefe del Estado Mayor del Cuartel General del Ejército Libertador -al frente del cual estaba Máximo Gómez- tras la renuncia del general de brigada Bernabé Boza.

General Emilio Núñez, de la manigua a la política republicana

El fracaso de la guerra Chiquita forzó al general Emilio Núñez a refugiarse en los Estados Unidos. Al igual que muchos de los conspiradores se nacionalizó para evitar represalias por parte del gobierno colonial español. En Philadelphia, ciudad donde residió durante años y en la cual nacieron todos sus hijos a excepción de la pequeña América (1903), estudió medicina dental y ejerció este oficio.

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Imagen del general Emilio Núñez en 1898. En la actualidad la calle Emilio Núñez en el Cerro lleva su nombre.

Cuando el gobierno estadounidense interviene en la guerra de independencia cubana (tras los sucesos del Maine), el general Emilio Núñez es uno de los altos mandos criollos que se muestra favorable a colaborar con los militares yankees para lograr la independencia definitiva, aún cuando esto derive en algún tipo de dependencia futura.

Su visión de la intervención estadounidense y de la gestión o tutelaje que el gobierno de este país realizó durante los primeros veinte años de República difiere del carácter nacionalista a ultranza que defendían otros veteranos. Se mostró siempre favorable a recibir conocimientos e influencias de la nación del norte sin sentir que por ello se ofendía a los caídos por la independencia de la isla.

Aunque muchos de estos mambises devenidos en políticos relevantes en la primera hornada republicana han sido repudiados por parte de la historiografía patria, hombres como el general Emilio Núñez, Domingo Méndez Capote o Rafael Montoro obraron con la convicción de hacer un gran bien a la nación, aunque como señalan algunos de sus detractores, aquel bien comenzase por sus propios bolsillos. La mayoría de estos patricios provenían de una familia acomodada por lo cual juzgarlos por su nivel de vida no parece el más acorde de los juicios.

Partiendo del punto orgánico y natural de las decisiones humanas y su posterior repercusión en lo que conocemos como historia. Las actitudes y decisiones como funcionario y político del general Emilio Núñez pueden ser confrontadas, siempre desde el respeto, mas poner en duda su patriotismo es un ejercicio de rectificación hipócrita de la realidad que vivió.

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Una imagen del general Emilio Núñez en 1915 durante un viaje oficial a Estados Unidos. Como Delegado a la Asamblea Constituyente de la primera Constitución cubana planteó un sistema de elección política de cuatro años que hubiese significado un gran paso de avance para la política republicana, sin embargo no recibió los apoyos necesarios.

Lo que parece indudable es que sin las conexiones personales que muchos de ellos tenían en aquel momento hubiese sido casi imposible conseguir las garantías económicas y políticas que permitieron al país renacer de las cenizas del período independentista (1895-98).

No nos corresponde realizar acusaciones anacrónicas ni enarbolar falsos idealismos (amparados en el bien martiano de Patria es ara y no pedestal) para intentar juzgar a aquellos hombres que hipotecaron -en muchos casos su patrimonio personal y su integridad física- en aras de la independencia, y que una vez conseguida ésta se sintieron con el derecho de arrogarse los bienes de la nación.

Mambises y políticos

El doctor en ciencias odontológicas y general Emilio Núñez fue reclutado en enero de 1899 por el gobierno de ocupación militar estadounidense para el cargo de adjunto del Alcalde de La Habana, señor Perfecto Lacoste.

Su influencia y capacidad organizativa le llevó a formar parte de la polémica Asamblea del Cerro.

Emilio Núñez fue de los poquísimos miembros (al igual que Carlos Manuel de Céspedes hijo) que votó en contra de la destitución del Generalísimo Gómez, el más agrio de los desencuentros políticos de aquel delicado momento y la primera gran ruptura entre los antiguos hermanos de pólvora e independencia.

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Nacido en la finca «San Francisco» propiedad de su familia en la región de Esperanza, perteneciente a Las Villas, el 26 de diciembre de 1855. Fallecía en la clínica Núñez-Bustamante del Vedado, a las tres menos cinco de la mañana del 5 de mayo de 1922.

Su actitud conciliadora y de marcada madurez política -en momentos en que la tensión entre los mandos cubano y estadounidense estaba pasando por momentos de tensión- le posicionó favorablemente ante el gobierno de ocupación. Ante la renuncia de Juan Rius Rivera como gobernador de La Habana el gobernador militar estadounidense Mr. Brooke lo nombró en ese puesto por orden del 9 de noviembre de 1899.

El general Emilio Núñez posteriormente fue elegido por voto popular para esa posición en las primeras elecciones del país, siendo efectivo desde el 27 de enero de 1902, resultando reelecto el 22 de septiembre de 1905. Decidió renunciar al cargo el 8 de abril de 1908.

En el otro gran dilema de aquellos primeros años -la carta constitucional y la Enmienda Platt- se mostró en extremo dubitativo desde su posición de cabeza del Partido Nacional -cargo compartido con el general Alejandro Rodríguez-, daba muestras así de su carácter cercano a los intereses políticos estadounidenses, compartido por varios ilustres políticos del momento como José Antonio González Lanuza de quién reproducimos una carta a Manuel Sanguily donde argumenta su postura.

«Preveo que Vd. dirá que yo soy partidario del «Protectorado». Sea; no discutiré el nombre; hasta confesaré que me parece propio y adecuado a la cosa.

Y claramente lo digo, porque ocultarlo equivaldría a abochornarme de mis pensamientos, y no comprendo que nadie tenga vergüenza de lo que en su corazón, en su cabeza nace y germina sin ningún motivo ruin.

Nuestro intimo contacto y relación permanente y sólida con los Estados Unidos es cosa ya definitivamente establecida, real y verdadera, traída, preparada, producida al par que por razones geográficas por una larga serie de acaecimientos históricos; hecho que tomará ya unas, ya otras formas, pero que no nos es dado borrar ni mucho menos desacaecer.»

Muchos de los futuros miembros del Partido Conservador de Menocal mantuvieron durante años ésta posición de acercamiento a «lo estadounidense». En parte por el progreso vivido por muchos de ellos en los Estados Unidos, entonces la potencia en expansión cuyo espíritu industrial y científico era el ejemplo a seguir para estos patriotas cubanos, en otros casos simplemente porque no veían al país preparado para una vida política independiente.

Recordemos la frase atribuida a Estrada Palma «tenemos patria, necesitamos ciudadanos» que ejemplifica perfectamente la turbulenta vida política republicana con las sucesivas reelecciones fraudulentas y conflictos civiles que marcaron a la primera República.

Volviendo al razonamiento de aquellos cubanos que se vieron forzados a elegir «patria con enmienda que vivir indefinidamente en un limbo político». Este pensamiento quizás demasiado ingenuo políticamente hablando o de un pragmatismo atroz -que algunos medios radicales consideraron en su momento de traición- terminó imponiéndose contra las respetadas opiniones de Manuel Sanguily (finalmente votante a favor de Constitución con Enmienda) o Juan Gualberto Gómez.

Desde luego ese posicionamiento no afectó a la relevancia del general Emilio Núñez, instalado con su familia en el Vedado habanero donde su fama se extendió al terreno público al insertarse rápidamente en la sociedad de la época.

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Fue uno de los elegidos por el Partido Conservador para presentarse a las elecciones de 1917, sin embargo el presidente Menocal decidió presentarse a la reelección y el general Emilio Núñez fue electo entonces como vice Presidente durante el segundo mandato menocalista.

Fue presidente de la Asociación de Veteranos del Ejército Libertador prácticamente desde su fundación y representando a ésta estuvo en la guardia de honor previa al cambio de bandera del 20 de mayo de 1902 en el Castillo del Morro. Desde su posición intentó mantener una dirección conciliadora en su seno, sin diferenciar entre conservadores y liberales, alejando a dicha asociación de la política nacional.

Este consenso se vio seriamente afectado durante el gobierno del General Menocal del cual formó parte como Secretario de Agricultura, Comercio y Trabajo, primero; y como Vice Presidente después.

Nuestra Secretaría de Agricultura. Comercio y Trabajo viene realizando una inteligente propaganda en pro del cultivo de los frutos menores. El señor Emilio Núñez, Secretario actual, es un buen «campeón» de la «extensión agrícola» del país, convencido como está de que del desarrollo de la agricultura en general depende el éxito de nuestro porvenir económico; pero, hasta la fecha, los folletos, instrucciones circulares, reparto «gratis» de semillas y toda la propaganda que hace dicho Centro, ha dado poco resultado entre el elemento nativo. Casi todas las plantaciones de café, frutas, legumbres, etc., que existen hoy en Cuba, pertenecen a extranjeros.

Sobre la Gestión del general Emilio Núñez al frente de su Secretaría, crítica aparecida en la revista Cuba en Europa

Más allá de la política

El general Emilio Núñez estuvo relacionado con varios negocios privados e incluso llegó a figurar como Presidente de la Compañía Azucarera Hispano Cubana y fue uno de los grandes accionistas del Banco Nacional, aquel de Pote que se llevó varias fortunas por delante durante la crisis económica de los años veinte.

Alrededor de su lecho de muerte, además de sus hijos, se encontraban los generales Gerardo Machado, Pedro Betancourt, el doctor Oscar Soto, el coronel José D’Estrampes, y los comandantes Francisco González, Pedro Marín, Eulogio Sardiñas y el capitán Avelino Rojas. Su cadáver fue velado en su residencia en Calzada 91, antigua numeración, en el Vedado.

Se realizó una gran manifestación de duelo en la ciudad y en el país. Incluso medios como El Diario de la Marina, que durante la vida del general tuvo serios rifirrafes con la familia Núñez Rodríguez, se mostraron compungidos por la pérdida de la figura pública.

El consejo Nacional de Veteranos enlutó la fachada del edificio del Paseo de Martí 71 durante nueve días, esta decisión fue replicada en los distintos centros del interior de la República. Por decreto del Alcalde Municipal se suspendieron todos los actos de celebración hasta que se sepultase el cuerpo del general Emilio Núñez, quien por derecho propio -con sus aciertos y errores- forma parte de las páginas de la historia cubana.