Juan Gualberto Gómez nació el 12 de julio de 1854 en ingenio Vellocino, Sabanilla del Comendador, Matanzas; pero siendo muy niño sus padres lo llevaron a vivir a La Habana.
Fermín Gómez y Serafina Ferrer, sus padres, eran esclavos en el momento de nacer Juan Gualberto, pero habían ahorrado lo suficiente para comprar su libertad desde que estaba en el vientre. Luego comprarían también la propia y, con el apoyo de su antigua ama, Catalina Gómez, quien les tenía en particular estima por los largos años que la pareja les había servido, lograron establecerse en la capital del país.
Juan Gualberto Gómez… el difícil sendero de un intelectual negro
Sus padres, a pesar de su poca instrucción, fueron pronto conscientes de que el niño Juan Gualberto Gómez poseía una inteligencia fuera de la común. Por esa razón, hicieron un gran esfuerzo económico y lo matricularon en los mejores colegios entre los que podían aspirar los negros y mestizos.
El estallido de la Guerra de los Diez Años llenó de temor a los padres de Juan Gualberto Gómez, que vieron como la guerra se acerca a al Occidente del país y los voluntarios cometían cada vez más excesos contra todos los sospechosos de simpatizar con la causa de la independencia.
Deseosos de alejar al adolescente del enrarecido clima político del país, buscaron el consejo de su antigua ama, la cual les recomendó que lo enviaran a París para que continuara sus estudios. Ella por su parte, prometió a Fermín y Serafina que les llevaría consigo para que visitaran al muchacho, cada vez que fuese de vacaciones a Francia.
Corría el año 1869 y Juan Gualberto Gómez se encontró en París, una ciudad donde, a diferencia de La Habana, en la que había transcurrido su niñez y parte de su adolescencia, los hombres no eran medidos por el color de su piel, sino por el valor de sus ideas.
Para cumplir con la palabra empeñada a sus padres, de día estudiaba carruajería, pues todo mestizo o negro libre que aspirara en Cuba a tener una holgada posición económica (según la creencia imperante en la época) debía dominar un oficio.
Sin embargo, en las noches el joven mulato cubano se reunía con los círculos intelectuales parisinos, que inculcaron en él al periodista que emergería en torrente a su regreso a Cuba.
Por Cuba Libre
Juan Gualberto Gómez regresó a Cuba tras el pacto del Zanjón. En París había madurado políticamente y se había convertido en un partidario decidido de la causa de la independencia de Cuba.
En La Habana conocería a otro joven, recién regresado del destierro, con el que forjaría una profunda amistad: José Martí. Con él conspiraría para provocar un nuevo alzamiento independentista, por lo que sería detenido el 25 de septiembre por las autoridades españolas y enviado a los horrores de la prisión en Ceuta, donde permaneció encerrado hasta el año 1882.
La prisión no enfrió sus ansias de libertad, y al regresar a La Habana ocho años después, se puso de inmediato a las órdenes de José Martí, quien organizaba a la emigración para llevar otra vez la guerra a los campos de Cuba. Tras la fundación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de 1892, Juan Gualberto Gómez se convirtió en su representante en la Isla para la preparación de la nueva contienda.
Fue él quien, oculta en un tabaco, recibió la orden de alzamiento general para el 24 de febrero de 1895 y el que la hizo llegar a todos los conspiradores. El día indicado, cuando algunos faltaban a la palabra empeñada o asumían actitudes titubeantes, se dirigió, junto a Antonio López Coloma salió en tren desde La Habana hasta el paradero de Ibarra, en Matanzas, y, en la finca «La Ignacia» dio los gritos de:
Sin los refuerzos esperados, muerto Manuel García el «Rey de los Campos de Cuba» por una artera traición, y aislados del núcleo de la revolución en Oriente (Las Villas y Camagüey ignoraron la orden de alzamiento), los insurrectos de Matanzas fueron perseguidos con saña, batidos por los españoles, muertos o prisioneros. Sólo Matagás permaneció, como antes del alzamiento, escondido en sus bases de la Ciénaga de Zapata.
Solo y perseguido con saña, Juan Gualberto Gómez se vio obligado – cinco días después del alzamiento – a presentarse a las autoridades de Sabanilla del Comendador. El hecho de no haber sido capturado con las armas en la mano le salvó de la muerte (a diferencia de López Coloma, que sería fusilado) pero no de ser enviado, por segunda ocasión, a las prisiones de África con una larga condena de 20 años.
Permaneció Juan Gualberto Gómez en prisión hasta el 1ro de enero de 1898, en que el gobierno español decretó una amnistía con motivo de la inauguración del gobierno autonómico en Cuba.
Se estableció en Nueva York y tras la derrota de España durante la Guerra Hispano – Cubano – Americana fue electo como delegado de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana que, según lo estipulado en las leyes de la República en Armas, debía ser el ente transitorio entre el Consejo de Gobierno y el nuevo poder civil de la naciente nación.
Como vocal y uno de los miembros más prominentes de la Asamblea, acompañó al Lugarteniente General Calixto García a Estados Unidos para negociar un empréstito con el que licenciar al Ejército Libertador y fue uno de los delegados que con más fuerza se opuso a aceptar el «donativo» del gobierno estadounidense para este fin; lo que terminaría por provocar el enfrentamiento con el General en Jefe, la destitución de este y la autodisolución de la Asamblea ante el desconocimiento del pueblo y el apoyo masivo a Máximo Gómez.
Representante y Senador
Durante la República, Juan Gualberto Gómez combinó el ejercicio de la política con la práctica de la política.
Representante y luego senador por La Habana, defendió desde el Congreso de la República los derechos de los mestizos y los negros, ignorados en la nueva nación, luego de haber constituido la base principal de las fuerzas del Ejército Libertador cubano.
Su pensamiento liberal no comulgó, sin embargo, con otras tendencias más radicales como la que preconizaba el Partido de los Independientes de Color, a los que criticó con fuerza también por su división istmo y por considerar que no era el camino correcto para obtener lo que por derecho correspondía a cualquier cubano sin distinción del color de su piel.
Juan Gualberto Gómez falleció en La Habana el 5 de marzo de 1933 a la edad de 78 años. En el momento de su deceso era una de las figuras públicas más respetadas del país.
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