Don Tomás Estrada Palma tiene el grandísimo mérito de ser el único presidente de la República de Cuba en Armas en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra de Martí (1895-1898) que pudo ejercer como tal, una vez quedó instaurada la República de Cuba el 20 de mayo de 1902.
Aquella imperfecta y convulsa nación tuvo muchos tropiezos y no es su primer Presidente, Don Tomás Estrada Palma, extraño a esos juicios, y vaivenes, ideológicos y morales. Su figura, en palabras de Emilio Roig de Leuchsering, fue la de un hombre honrado pero errado en muchas decisiones que han provocado su ostracismo.
Para mantenernos al margen de juicios sumarios sobre figuras que fueron fundamentales para alumbrar aquella perfectible República, que pretendía ser hija de la contienda martiana de 1895, nos hacemos eco de la nota necrológica que publicó el periódico La Lucha el 5 de noviembre de 1908, días después del fallecimiento del antiguo Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en una residencia de Santiago de Cuba.
Nota necrológica de Don Tomás Estrada Palma
Don Tomás Estrada Palma, presidente que fue de la República Cubana, en los campos de Patria y Libertad; primer Presidente de Cuba, cuando nuestro país fue admitido como pueblo soberano en el concierto de las naciones, ha muerto.
Grande es la pérdida que la patria sufre, con la desaparición de ese hombre ilustre que dedicó su vida entera, al servicio de la más santa de las causas; de ese cubano honradísimo que desde sus más tiernos años vivió para la libertad y la independencia de su país; de ese ciudadano laborioso, modelo de padres de familia.
No es este el momento más oportuno de hacer un juicio crítico de Don Tomás Estrada Palma, como político, como hombre de partido. Caliente aún su cadáver, no seremos nosotros, quienes usurpemos a la Historia su papel.
Proveniente de una familia española acaudalada, Tomás Estrada Palma nació el 9 de julio de 1832 en la ciudad de Bayamo, en la zona oriental de Cuba. Sus primeros estudios los realizó desde la casa hasta que sus padres lo enviaron a La Habana a estudiar en una escuela privada.
Inició estudios de Derecho en la Universidad de La Habana los cuales continuó en la Universidad de Sevilla, España, aunque tuvo que interrumpir sus estudios para tener que hacerse cargo de la familia tras la muerte de su padre.
Al finalizar su mandato, se trasladó hacia la Finca La Punta, propiedad de su familia, ubicada en la zona Oriental. Murió el 4 de noviembre de 1908, al amanecer, en la ciudad de Santiago de Cuba. (Tomado de Wikipedia)
Pero si no queremos ahondar en su vida pública, sobre todo en lo que se refiere a su política, desde el tercer año de su primer período presidencial, si podemos hacer honor a las grandes virtudes privadas que adornaban al Solitario de Central Valley.
Don Tomás no era un carácter; pero si era un corazón. Un corazón bueno y honrado. Un corazón noble generoso, no obstante cuanto por endurecerlo hicieron, las contrariedades y las amarguras del poder, que, más fueron éstas las que sufrió el, ex-Presidente Palma, que goces pudo alcanzar en el gobierno de su patria.
Mucho amaba Don Tomás a Cuba; y abonan esta creencia, a más de sus sacrificios bien notorios por las libertades cubanas, la fe inquebrantable y la constancia jamás desmentida con que, uno y otro día, persiguió, durante más de 40 años, hasta alcanzarlo, el ideal de independencia, que, el cielo quiso viese en sus propias manos convertido en hermosa realidad.
Don Tomás pudo equivocarse más de una vez; pudo hasta si se quiere mostrarse terco e irreductible en algunos momentos; pero es innegable, es preciso reconocer que en esos mismos torcidos empeños de su voluntad, guiábale (sic) un sentimiento respetable, porque él se imaginaba optar por lo mejor, cuando resistía a influencias, consejos o argumentaciones que, ante su convencimiento, no llegaban á satisfacer sus deseos.
Nuestra Historia ha de escribirse: los primeros años de nuestra vida independiente, han de dar muchos y variados temas a los comentaristas de nuestro ser nacional, y la figura de Don Tomás Estrada Palma sobresaldrá en la crónica de la época.
Unos la combatirán cruelmente; otros la defenderán, cubiertos los ojos de la razón, con la venda del sectarismo; quizá haya quien la estudie y haga justicia, pero todos, absolutamente todos, tendrán , que reconocer, para hacerse dignos del respecto de los lectores, qué al primer Presidente de Cuba podría faltarle acierto, y buen consejo, pero nunca, buena intención y verdadero amor a la Patria.
Descanse en paz el cubano ilustre. Cumplió como bueno, según su conciencia, y la posteridad, cuando olvidadas las ardientes luchas de estos nuestros primeros años de vida soberana, piense en los hombres que dieron vida a la República, tendrá un recuerdo de respetuoso afecto, para el que ayer compareció ante el Tribunal de la Omnipotencia.
La estatua debe ir a su lugar, tanto en La Habana como en Santiago de Cuba, es una mezquindad que es indispensable corregir