Considerados la generación agotada o de tránsito entre siglos, Carlos Loveira y Miguel de Carrión fueron los grandes novelistas de las primeras dos décadas del siglo XX en Cuba, sin demeritar a Carrión, es Carlos Loveira el que gozó de mayor reconocimiento y atención, considerado por algunos como el gran heredero de Cirilo Villaverde, en los primeros treinta años de período republicano.
Carlos Loveira fue un novelista desamparado en el elitista ambiente de la época por su ausencia de vínculos intelectuales directos, y su formación obrera y sindical. La crítica de aquellos años catalogó a su estilo de atropellado, por la sucesión de eventos sin reposo; sus novelas están salpicadas de sucesos que a veces creaban personajes estériles, sin demasiada profundidad ni antecedentes, como viñetas circunstanciales de la realidad.
Acaso por sus propias vivencias, la cuestión es que esa pureza de su perfectible -sin dudas- estilo, permite al mismo tiempo que observemos aquella sociedad desde un lente sin adornos hiperbólicos ni excesos retóricos que fueron en su momento aplaudidos y vitoreados.
A pesar de las reticencias iniciales terminó siendo un exitoso escritor, reconocido sobretodo como novelista por los espectros más vanguardistas de las letras nacionales; de ahí que fuese miembro de la Academia de la Historia, de la Academia de la Lengua y de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales (de corta duración).
El campo villareño
Carlos Loveira sufrió una penosa existencia en su infancia que marcaría su obra literaria, antes de gozar del reconocimiento literario fue un tenaz activista político y social (que no es el objetivo de este breve artículo) representante del movimiento obrero cubano, en nombre del cual asistió a conferencias internacionales del trabajo y como negociador de mejoras ante las grandes transnacionales americanas.
Aquel activismo se plasmó en sus obras de desencanto por excelencia «GENERALES Y DOCTORES» y «JUAN CRIOLLO«, previamente esbozadas en «LOS INMORALES«, esta extensión de la novela como medio de crítica social y reivindicativa de los sectores más desposeídos de la sociedad hizo que fuese tildado como socialista, y aunque se rodeó de algunos de los miembros del Grupo Minorista y posteriormente militantes comunistas, no queda constancia directa -al menos el escribidor no ha encontrado precisión alguna- de la pertenencia de Carlos Loveira en estos movimientos de carácter político.
En sus propias palabras:
Nací en El Santo, Provincia de Santa Clara, en 1882 (21 de marzo).
Padre gallego pobre y madre cubana ídem. Quedé huérfano de padre a los tres años; de madre a los nueva. En esos seis años que mi madre supervivió a mi padre, pasó ella por la consabida pobreza, teniendo que recurrir a los más duros trabajos, por lo que sólo pudo mandarme medio año a uno de aquellos risibles colegios municipales de la época colonial. Ese fue todo el colegio de mi vida.
Todas las citas son de CARLOS LOVEIRA- Autobiografía publicada en SOCIAL
El Santo en aquel 1882, como casi todas las poblaciones del interior del país, sufría los estragos de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y aunque la Guerra Chiquita (1879-1880) no llegó a extender las acciones de combate más allá de la provincia de Oriente, el campo villareño estaba extenuado, la pobreza se convertía en miseria y las penalidades de la población rural no parecían tener fin.
En este ambiente de abatimiento rural nació Carlos Loveira, fue acogido por una familia con mejor situación económica pero, nunca mejor dicho, siempre pasaba el tren, y siendo la única bala disponible para salir de aquel estado de depresión rural, buscó en él un futuro.
Se presume que, desde muy chico, tuve que trabajar. Lo hice casi siempre en ferrocarriles, progresando a medida que fui aprendiendo, desde retranquero, fogonero, maquinista, conductor de viajeros, hasta jefe de alguna importancia.
Carlos Loveira, en las antípodas del poder
En 1895 se traslada con su familia adoptiva a Nueva York huyendo de la guerra «necesaria o de Martí» (1895) y de las medidas de la Reconcentración de Valeriano Weyler. Como tantos emigrados tuvo que realizar cualquier labor a su alcance para conseguir sustento. Siendo apenas un joven consiguió dominar el inglés y acercarse a los conspiradores cubanos, con los cuales se embarca en una expedición llegando a Cuba en la primavera de 1898.
En la manigua continúa lejos de los libros, pero ese ambiente que percibe será retratado con marcado desencanto y pesimismo en GENERALES Y DOCTORES (1920). Él mismo explica su evolución literaria de la siguiente manera:
¿Cómo he adquirido alguna cultura para hacerme un pasable aficionado en el campo de las letras? Porque he sido un lector omnívoro e incansable; pero con predilección por las divulgaciones científicas, la filosofía y la literatura. Porque llevado de un espíritu aventurero he viajado mucho, y porque una «indesviable» vocación me llevó a «periodiquear» y a ensayar literatura en publicaciones de menor cuantía, desde joven.
Obras: LOS INMORALES; GENERALES Y DOCTORES, y ya casi terminada otra novela: LOS CIEGOS DEL SIGLO. También preparo una recopilación de mis cuentos, que por tener mucho de autobiográficos, titularé HORAS DE MI VIDA. Mi «periodiqueo» en el extranjero, ha sido en México y la Argentina. En La Habana he publicado mis trabajos literarios en SOCIAL, EL FÍGARO y CUBA CONTEMPORÁNEA.
Nota complementaria: Es inmodestia, pero es verdad, LOS INMORALES ha sido la obra literaria cubana de los últimos veinte años que más ha interesado a la crítica extranjera.
Otra: Lamento la falta de ambiente propicio en Cuba. No hay «peñas» o cenáculos literarios, el mercado librero es limitado, y ni el Estado, ni las academias, ni los municipios, ni entidades particulares de ninguna especie se preocupan de dar el único estímulo aquí posible: premios honoríficos y en metálico; por ejemplo: a la mejor novela, la mejor poesía, la mejor obra de texto, etc., que «publicárase» cada año.
Carlos Loveira, autobiografía
Ese olvido al que apunta Carlos Loveira del ambiente de las letras perseguirá al autor más allá de su muerte, acaecida el 26 de noviembre de 1928, cuando contaba con apenas 42 años. Mucho tiene que ver la radiología del poder que denunciaría en sus obras y que atacaba la esencia de muchos mitos patrios.
Fue un escritor incómodo, de difícil encasillamiento dentro de un ambiente acomodado de las letras, el joven Agustín Acosta comenzaba a labrarse un nombre dentro de la poesía, pero aún estaba inmaduro el ambiente cultural cubano. GENERALES Y DOCTORES continúa siendo el libro más reseñado de Carlos Loveira, pero quizás se JUAN CRIOLLO el que mejor englobe las miserias humanas de aquella sociedad cubana de la cual procedemos.
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