Todos en La Habana conocen al antiguo cine Maxim, hoy Maxim Rock, que se encuentra en el No. 62 de la calle Bruzón, entre Ayestarán y Almendares, en el municipio Plaza de la Revolución. Sin embargo, casi nadie sabe que unos años antes de que se construyera éste, existieron otro dos cines Maxim en el Paseo del Prado, que era a comienzos del siglo XX el corazón de la farándula habanera.

El primer cine Maxim que existió en La Habana era al aire libre y abrió sus puertas en la esquina de Prado y Virtudes en la década de 1910. De él existe muy poca información, más allá del hecho de que existió por pocos años y dio paso al segundo cine Maxim – el de Prado y Ánimas – que abrió al público en 1921.

Según cuenta Federico Villoch en una de sus crónicas, los promotores de la empresa lo llamaron cine Maxim, para aprovechar el éxito arrollador de la opereta «La viuda alegre» que se estrenó en el teatro Payret en 1909.

Como el parisino Café Maxim sirve de escenario a uno de los actos de «La viuda alegre»…

«(…) le dio su nombre a no pocos cafetines de barrio y a un cine que vivió más de este nombre que de sus comodidades, porque estando al aire libre, a lo mejor un aguacero dispersaba la concurrencia.»

Villoch, Federico. «La viuda alegre». Suplemento Dominical Ilustrado del Diario de la Marina. 20 de febrero de 1938
Segundo cine Maxim en Prado y Ánimas
El segundo cine Maxim en la esquina de Prado y Ánimas

Segundo cine Maxim del Paseo del Prado

Este segundo Maxim ocupaba la mayor parte de una gran barraca de madera que se encontraba en Prado y Ánimas, bajo la cual encontraban abrigo, también, otras distracciones y negocios para solaz de los habaneros. Su fachada daba al Paseo del Prado y se componía de tres grandes arcos de madera decorados.

De la acera se pasaba a la taquilla, de la taquilla al vestíbulo y de allí al salón que podía acomodar 1 500 espectadores; una cantidad muy respetable a la que en el futuro llegarían sólo los grandes cines. Semejante aforo del segundo Maxim habla de la importancia del negocio, pero también de como el invento de los hermanos Lumiere se había ganado el corazón de los habaneros en poco más de veinte años.

Varias fuentes afirman que el cine Maxim de Prado y Ánimas era también un cine al aire libre (a la usanza de la época) pero las imágenes lo ponen en duda; más bien parece un enorme caserón cubierto indistintamente con un techo de lona y madera; lo que no quita que los torrenciales aguaceros tropicales impidieran frecuentemente las funciones.

Como sea, lo cierto es que este cine Maxim también duró poco – probablemente menos que el primer Maxim – debido a que la invención del cine sonoro, demandó de los locales de proyección un conjunto de condiciones tecnológicas que los grandes cines abiertos o al aire libre no podían de momento satisfacer (años después vendrían, por supuesto, los autocines que hubo tres en La Habana, pero eso es otra historia).

Los famosos Govantes y Cabarrocas realizaron un publicitado proyecto, a construirse también en Prado y Ánimas y al que dieron por nombre «Gran Teatro» y que se presentó, incluso, en la Revista Arquitectura, pero no llegó a materializarse a pesar de la elegancia del diseño de la conocida firma, tan en boga entonces.

Gran Teatro de Govantes y Cabarrocas
El «Gran Teatro» de Govantes y Cabarrocas proyectado para la esquina de Prado y Ánimas que ocupaba el segundo cine Maxim y que no llegaría a construirse.

Pero lo que sí sucedió fue que los grandes salones al aire libre o semiabiertos, casi de feria, fueron cerrando uno a uno o tuvieron que reformarse para convertirse en cines cerrados, como sucedió con el Trianón del Vedado, que, aunque nadie se acuerda tampoco, se construyó como un teatro al aire libre.