Albert Brosius, era un americano avispado, o al menos eso suponía, llegó a Cuba durante el gobierno de José Miguel Gómez como jefe de obras, y se aplatanó tan rápido que luego Menocal tuvo que echarlo, acusado de defraudar al gobierno, lo que se dice robar, desviar, lucrar, mojarse…
En enero de 1914 el casi recien electo Presidente Menocal, destituyó al especialista norteamericano que fungía como jefe de los contratistas norteños, que ejecutaban obras diversas en la Isla, acusado de haberse puesto de acuerdo con ellos para aceptar trabajos defectuosos, o de dudosa importancia, con el fin de defraudar al gobierno.
El State Departament llama a Albert Brosius a declarar
Los contratistas norteños, que ejecutaban obras en Cuba, constantemente acudían al Departamento de Estado norteamericano para que presionara, intercediera, o les ayudara en los negocios con el gobierno cubano, era una práctica instituida desde el mismo 1902. Por tal razón el caso de Albert Brosius fue a parar rápidamente al State Departament, el 19 de enero era llamado a declarar.
En un momento de su intervención Mr Brosius declara:
En tiempo de José Miguel fui nombrado jefe de las obras, debiendo servir de árbitro entre los contratistas y el gobierno cubano, pero cuando subió Menocal se empezó a tratar de someterme completamente a la secretaria de Obras Públicas. Según se dice en La Habana, la política de Menocal es investigar y críticar todo lo hecho por su antecesor, en vez de iniciar una acción constructiva propia, y yo he sido la víctima de esa política.
Se empezó a discutir el trabajo hecho, y luego, ilegalmente y sin justificar motivos, se me dejó cesante. Las acusaciones se me han hecho después. Dentro de unos días voy a La Habana a responder a esas acusaciones, y he sido amenazado, por el mismísimo Secretario de Justicia, sobre lo que puede sucederme cuando llegue allá.
Así trataba de defender su caso, buscando un respaldo del gobierno norteamericano que provocara una respuesta airada a Cuba. Pero los EE.UU. habían cambiado, la llegada al poder de Wodroow Wilson en 1913, y la cercanía de una guerra que se presentía sería mundial, trajo un cambio de relaciones con los países de América, buscándose una imagen menos agresiva en las relaciones internacionales.
Albert Brosius no se libraría del juicio, pues para colmo de males el ministro encargado de gestionar tales asuntos Mr. González era de padre cubano, y no simpatizaba con las presiones de los contratistas. Por lo que el 8 de febrero González escribió una carta a los contratistas en la que, con tono violento, les decía que era cierto que los trabajos estaban mal hechos en gran parte, y que la política injuriosa y de mano fuerte, que pedían hacia Cuba, era contraria a los intereses del presidente Wilson.
Al respecto Orestes Ferrara el 31 de mayo, desde el Heraldo de Cuba, escribía:
La nota insolente ha sido sustituida por el consejo amistoso. Muy acertado ha sido el nombramiento como ministro del hijo de un cubano, que sirve al mismo tiempo a su patria y a la de sus antepasados.
Empieza entonces la correspondencia entre el ministro y los contratistas, los cuales rápidamente mudan el tono, pasando de exigir «mano dura» a culpar de incapaces a los subcontratistas cubanos, lo cual significaba un reconocimiento de la culpa, lo que con el descargo correspondiente, y que ya estaban rehaciendo esas partes, pero que eran víctimas de la persecución del gobierno cubano y de la incapacidad del recién nombrado sustituto de Albert Brosius, el cubano Conrado Martínez.
El 10 de marzo un tribunal cubano ratificó la destitución de Albert Brosius y ordenó su procesamiento por pagos indebidos y complicidad con los contratistas.
La prensa, tanto de un lado como de otro, comenzó a atizar el asunto, en ambas orillas podían encontrarse rotativos que defendían una u otra posición, pero el Havana Post fue más allá, trató de obtener un pago de la firma a la que pertenecía Mr Brosius -McGivney and Rokeby Construction- para defenderlo, como aquellos no aceptaron comenzó a atacarlos, publicando un total de 20 artículos contratados para tal fin.
Otros comenzaron una campaña contra el sustituto gubernamental de Brosius, aduciendo que su designación había sido política y que no estaba preparado para el puesto.
La solución del caso fue salomónica, el día 5 de agosto se hizo legal la cesantía de Albert Brosius, con un añadido ¡Conrado Martínez!. El acuerdo había sido cocinado por Mr. González directamente con Menocal, el propio ministro reconoció que le costó trabajo lograr la destitución de Martínez, pues el Presidente se negaba, y que finalmente decidió acceder como favor personal a la persona de González, nada más.
El acuerdo logró además que Mr. Brosius no fuera buscado criminalmente, según González el haber probado su incapacidad y falta de profesionalismo era suficiente, y se evitaba así un juicio que sería muy manipulado por la prensa amarilla.
¿Era realmente Albert Brosius un incapaz? ¿Quedó atrapado en un fuego político en dos frentes? Lo cierto es que no parece Mr. Brosius un incapaz, recordemos que fue el supervisor de obras importantes como el Sifón de La Habana, y que existen al menos cuatro patentes registradas a nombre suyo. Lo real del asunto a estas alturas tal vez no lo sabremos.
Por su parte los contratistas abandonaron el país, negándose a volver si el gobierno de los Estados Unidos no les garantizaba un salvoconducto que los pusiese a salvo de las triquiñuelas de las autoridades cubanas.
¿Llegó a suceder?
Pues al final sí que pasó algo similar, hubo que esperar a que terminara la Primera Guerra Mundial, pero el 25 de marzo de 1919 se firmaba una propuesta de arbitraje de controversias entre la Compañía McGivney y Rokeby Construction y el Gobierno de Cuba.
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