¿Qué tienen en común una explanada cenagosa, un palacete de aires italianos al gusto de un marqués tropical, una frenética oficina de correos y García Márquez con La Habana? El azar, la historia y la cotidianeidad se juntan en la edificación que recorremos hoy, conocida con el nombre de la casa del Marques de Arcos, su historia entrelaza sin estridencias lo real maravilloso del trópico insular.
Contexto arquitectónico y cultural de su entorno
Todo empieza, -y aquí podía venir perfectamente la entrada de… Había una vez-, alrededor del siglo XVIII cuando en el cercano Callejón del Chorro en un boquerón abierto a través de un muro desaguaba parte del primer acueducto de la ciudad, desviado hacia esta dirección tras bordear la loma de Aróstegui, donde luego se construyó el Castillo del Príncipe.
El agua, venida desde la represa del Almendares, hacía que se acercasen a la zona personas desde la zona del puerto hasta zonas alejadas de extramuros con sus animales confluyendo en este lugar; formándose en la pequeña explanada baja un terreno cenagoso producto del trasiego del agua y de los manantiales cercanos. Adoptando finalmente esta pequeña plaza el nombre de Plaza de la Ciénaga, con el tiempo sería bautizada como la Plaza de la Catedral.
Hermanada por proximidad con el palacio del conde de Lombillo, apenas una pared meridiana les separa, sus evoluciones arquitectónicas son similares. Ambas construidas originalmente con su facha a la calle Mercaderes, se vieron bendecidas por la expulsión de los jesuitas de la cercana Iglesia, tras esto, y gracias al nombramiento de dicha institución como principal monumento de orden eclesiástico en la isla, la Plaza tomó gran renombre. Los dueños decidieron unirse para realizar obra conjunta en sus palacetes barrocos, creando una fachada armónica que mira a la zona de la Catedral.
Breve recorrido histórico de la casa del marqués de Arcos
Pero desde tiempo remoto existían algunas edificaciones en la zona, concretamente, se establece el origen de la edificación que ha trascendido como la casa del marques de Arcos, a raíz del permiso concedido un 6 de mayo de 1707 a Francisco Teneza, reconocido Protomédico de La Habana. Teneza procede a realizar múltiples ampliaciones en la residencia con el fin de contar con zonas que facilitasen el servicio asistencial que realizaba, además de asegurarse sitio para una cochera donde colocar la calesa en que trasladaba a sus enfermos, a él debemos los característicos zaguanes que perduran hasta hoy.
Más tarde la casa pasó a ser propiedad de don Ignacio Peñalver y Cárdenas, quien residió en ella con su familia. El nuevo propietario se desempeñaba como tesorero oficial de la Real Hacienda y decide reconstruir la mansión existente, erigiendo la segunda planta.
A la muerte de este hereda la casa su hijo, don Diego Peñalver y Angulo, también tesorero de la Real Hacienda como el padre, quien en 1792 sería nombrado marqués de Arcos. En las primeras décadas del siglo XIX los descendientes del marqués de Arcos vendieron la propiedad y se mudaron a otra mansión situada en la esquina de las calles de Inquisidor y Acosta, también en el recinto de La Habana colonial.
Es por esta época que comienza a operar en dicha construcción una Oficina de Correos de La Habana. De este uso perdura un buzón de piedra, similar a un figurón de proa de aspecto mitológico, cuyo uso era recibir las cartas a través de su boca. En su contorno se aprecia la inscripción de carácter ornamental «Correspondencia Nacional y Peninsular».
Mural en memoria del Liceo Artístico y Literario de La Habana
En el año 1844 se instaló en ella el Liceo Artístico y Literario de La Habana para el fomento de las bellas artes y las letras, sociedad que fundaría posteriormente el Teatro Tacón. En memoria de dicha institución se construyó un mural, obra del artista Andrés Carrillo, frente a la calle Mercaderes que simula la apariencia de la fachada original de la casa en la época que sesionó allí el Liceo.
En dicha obra se pueden apreciar 67 figuras distinguidas de aquel período que aportaron a la sociedad habanera la luz de sus obras y sus actos. Nombrarlos a todos haría interminable la lista pero resaltan las figuras de Carlos Manuel de Céspedes, Rafael María de Mendive o las renombradas poetisas Luisa Pérez de Zambrana o Gertrudis Gómez de Avellaneda, esta última fue nombrada en este lugar poetisa nacional en 1860.
Obras de reconstrucción a través del tiempo
En el año 1933 la Secretaría de Obras Públicas realizó una gran reforma en toda la zona de la Plaza de La Catedral a cargo del arquitecto Luis Bay Sevilla, en dicha reforma se colocaron los ventanales superiores y se reacondicionaron algunos detalles de la arquitectura barroca original de la casa, perdidos producto del uso como taller litográfico y vivienda particular por largas décadas. Durante más de veinte años la Casa del Marqués de Arcos albergó, en la planta baja con frente hacia la plaza, al Taller Experimental de Gráfica de La Habana.
En el año 1986 se realizó una remodelación con la contigua, y hermana, Palacio del Conde de Lombillo. Finalmente en el año 2015 se terminó la reconstrucción por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y que tras ella quedó habilitada para uso cultural y literario quedando aquí la sede del Liceo Liceo Artístico y Literario de La Habana.
Estatua de Gabriel García Márquez
En los jardines de esta casa se instaló el 16 de febrero del 2017 una estatua de Gabriel García Márquez donada por el Embajador de Colombia, Gustavo Bell. En dicha obra de bronce, del célebre escultor cubano José Villa Soberón, el premio Nobel (1982) se encuentra de pie bajando una escalera, con el pie derecho tocando apenas el escalón inferior, en su mano derecha lleva una flor y en la izquierda unos libros.
Con la mirada hacia el frente y el rostro levemente compungido, la luz del sol cubano no es fácil de enfrentar sin gafas, García Márquez interroga el futuro de los jóvenes escritores que se acerquen a este centro de creación. El Gabo fue un amante de La Habana y de la Isla que la visitó en múltiples ocasiones, su recuerdo quedará presente en el legado cultural habanero.
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