Ahora puede resultar chocante, pero donde ahora se encuentra la Avenida de las Misiones estuvo durante décadas el Necrocomio Municipal o Morgue de La Habana. Levantado en el reparto Las Murallas -tras la demolición de éstas- su propia existencia en esta zona era un anacronismo anunciado.
La Habana en el último tercio del siglo XIX no era tan joven como para desconocer que el Necrocomio Municipal, en esa posición, era una adefesio cuya fecha de demolición estaba escrita desde su construcción.

Viajemos por un instante en el tiempo, estamos ya entrando en la última década del siglo XIX. La ciudad comienza a recibir una buena cantidad de turistas -en su mayoría estadounidenses- que huyen del invierno. El acceso a La Habana se realizaba por vía marítima, la importancia de la zona de La Punta y los terrenos de las antiguas Murallas, fue identificada por las autoridades coloniales que dispusieron el embellecimiento de esa zona con la construcción del parquecito de La Punta.
La visión de esta zona -entonces esencialmente militar- era probablemente la más importante para el viajero que entraba a la bahía escoltado por el mordiente del Morro y el grácil asiento carenado del Castillo de La Punta.

Tras éste último, la imponente edificación de la Cárcel Nueva o de Tacón dominaba al cercano Paseo del Prado y a poco que se adentraba la embarcación por el cuello de acceso de la rada habanera emergía el edificio de doble altura que acogía al Necrocomio Municipal, detrás de los frondosos framboyanes del parquecito de La Punta, y más al fondo reposaban parte de las caballerizas de la guardia de la ciudad.
Por si fuese poco el maltrato urbanístico con esta zona, en la manzana en la que se encuentra actualmente el Memorial Granma (antiguo Parque Zayas) estuvo durante un tiempo el servicio de limpieza de la ciudad. Pero mejor volvamos al Necrocomio y a las razones que llevaron al gobierno colonial a construirlo allí.
El Necrocomio Municipal
Con criterios similares a los que llevaron a la construcción del Hospital Reina Mercedes en el Vedado, se consideró que la aireada posición sería ideal para higienizar el de por sí cargado ambiente del Necrocomio Municipal. Sumado al hecho de que la Cárcel se encontraba cruzando una calle y que el Necrocomio Municipal se construía en un terreno municipal -que dicho sea de paso aún no se sabía muy bien cuál sería su uso definitivo-.
Entre los varios proyectos para estas manzanas del reparto Las Murallas cercanas a La Punta el que podemos destacar sobre todos es el de la Universidad Nacional, que llegó a tener acto de colocación de primera piedra por parte del poderoso José Güell y Renté.

Aunque en la actualidad el término morgue (de igual escritura en inglés) es el que el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua denomina como «dependencia hospitalaria o lugar habilitado para depositar los cadáveres hasta su destino posterior«, el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española acepta «necrocomio» como un vocablo de uso en Cuba y Paraguay para denominar al «depósito de cadáveres«.
Pero debemos puntualizar que el Necrocomio Municipal de La Punta no era solo un «depósito de cadáveres antes de su descomposición» pues en él se realizaban la mayoría de las autopsias de La Habana y el origen de la criminalística en la ciudad se debe buscar en sus instalaciones.
La calidad arquitectónica del edificio no reviste mayor importancia y su inauguración fue el 19 de marzo de 1880. Tenía doble altura con amplios ventanales y un aspecto rectangular, franqueado en un lateral por una gran puerta que daba acceso a un patio interior por donde ingresaba y salía la «carreta de la Lechuza» que llevaba los cadáveres al Cementerio de Colón y que permitía acceder al resto de dependencias municipales donde residían varios funcionarios con sus familias.

La huelga de los funerarios de 1893 puso al Necrocomio en serio peligro. Varias funerarias entregaron sus licencias debido al aumento del ciento cincuenta por ciento de la tarifa que les permitía realizar sus servicios. A esto debemos sumar la negativa de varios carpinteros a rebajar el precio de los sarcófagos. La situación con respecto a los cuerpos se dilató y algunos llegaron a estar cuarenta y ocho horas tendidos sin hallar digna sepultura.
Año | Cadáveres | Autopsias |
---|---|---|
1889 | 196 | 180 |
1888 | 223 | – |
1887 | 233 | 212 |
1882 | 250 | 236 |
El Heraldo de Madrid señala que «el gobernador no ha aceptado el ofrecimiento (de las funerarias de poner fin a la huelga a cambio de la rebaja del impuesto) y se ha estado haciendo este servicio por medio de ómnibus, carretones y carros de auxilio de los bomberos municipales«. Esta anómala situación sirvió para que en el futuro se evitasen situaciones de nefasto impacto para la higiene y la sanidad de La Habana.

El Necrocomio Municipal estaba situado en la calle Zulueta (hoy Agramonte) esquina a Cárcel (hoy Capdevila) y en 1923 estaba valorado en 7700 pesos. Pertenecía a la Administración Municipal y eso fue un problema para su demolición una vez que el gobierno central quiso usar sus terrenos para embellecer la zona adyacente al Palacio Presidencial.
El Municipio habanero accedió a demolerlo y entregar los terrenos pero esperaba recibir una compensación económica por adelantado.
Acuerdo número 256 de 7 de Febrero de 1911. Resolviendo escrito de la Secretaría de Gobernación, por el cual inquiere si el terreno donde se halla situado el Necrocomio pertenece al Municipio, se declara que, aun cuando son del Estado, éste viene obligado a indemnizar al edificio y fue realizada por el que le sucedió en el cargo doctor Antonio Diaz Albertini.
Durante la primera mitad de la década de los años veinte fue finalmente demolido. Entre 1923 y 1925 aunque quien esto escribe no puede certificar la fecha exacta. En el Cementerio de Colón ya se realizaban algunas autopsias pero a partir de la demolición del Necrocomio Municipal esta dependencia aumentó su carga de servicios.

El director
La figura fundamental para el funcionamiento del Necrocomio Municipal era el director de la institución. Éste contaba con autonomía plena para tomar una serie de decisiones que miraban por la higiene del lugar y le permitía acelerar ciertos servicios para evitar en lo posible la putrefacción de los cuerpos.
Se accedía al puesto por oposición y debía ser un médico facultado para el cargo. Además de realizar autopsias y determinar si ciertos occisos habían recibido muerte violenta, colaboraba con los juzgados y las fuerzas del orden en un primitivo sistema de Medicina Legal que le confería una autoridad social relevante.
Otra de las facultades que le estaban dadas era la de determinar si un cuerpo podía ser velado por los familiares o no. Dado el grado de descomposición del mismo el director podía emitir un informe negativo obligando al entierro del cuerpo con carácter inminente.

El director coordinaba además el Museo del Necrocomio Municipal que debía conservar todo aquello reseñable que sirviera a la Medicina Legal. Escribía un Diario con todos los sucesos del día, junto con una memoria mensual y otra anual que servía de compendio de la actividad de la morgue.
Si a esto sumamos que dentro del Necrocomio Municipal había una pequeña sala de autopsias donde podían entrar varias personas en caso de que alguna autopsia por su importancia requiriese la presencia de varias personas y la explicación de la misma por parte del practicante, entendemos que el sueldo de veinte mil pesos oro que devengaba el director le hacía uno de los funcionarios mejor pagados de La Habana.

Aunque esta figura era la principal, a su alrededor tenía a un conserje, el conductor del carro para el traslado de los cuerpos y un guardia municipal que contaban con disponibilidad total. Probablemente viviesen dentro del perímetro de la institución y esto no debe sorprender pues el guardaparques de La Punta también vivía en una vivienda adyacente al parquecito. En aquellos tiempos la disponibilidad al trabajo significaba muchas veces estar allí las veinticuatro horas.
Durante el período colonial y durante más de diez años el director fundador de la institución fue el mencionado doctor Francisco Obregón Mayol que editó varios opúsculos relativos a la función del Necrocomio Municipal y la Medicina Legal en La Habana. En 1908 era director del mismo el doctor Juan Ramos del Cueto y tras la demolición del edificio trazado por el maestro de obras Antonio Herrera quien esto escribe desconoce quién se hizo cargo del puesto.
Agradecimientos
Fotos de La Habana quiere agradecer al Grupo de Museología y Gestión del Patrimonio de la Necrópolis Cristóbal Colón en especial a la Lic. Evelin Pérez Álvarez, Museóloga de la Necrópolis Cristóbal Colón y a la Lic. Jenny Pantoja Torres.
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