No es casual que el Palacio Velasco-Sarrá se ubique en la posición privilegiada que posee al costado izquierdo del Palacio Presidencial. Esta posición fue respetada y potenciada incluso en los planes reguladores más ambiciosos de la ciudad efectuados por Forestier y Sert.
La actual embajada de España en Cuba ocupa este palacete que es un símbolo del art noveau habanero y considerado por el genial arquitecto Leonardo Morales como el mejor exponente de este estilo en La Habana.
Levantado en la franja de terreno que ocuparon las murallas de La Habana, su historia enlaza a Cataluña, México y La Habana y encierra la triste maldición de que sus dueños han fallecido todos lejos de sus paredes, algunos forzados por problemas de salud y otros directamente exiliados.
El Palacio Velasco-Sarrá, para adornar La Punta
Antiguamente, cuando el transporte dependía exclusivamente del mar, la llegada al puerto de La Habana era anunciada por el magnífico cuchillo del Morro que desafiaba al visitante. A medida que la advertencia pasaba a ser bienvenida La Habana se abría con sus contraste entre la glorieta de la Música y el armatroste de la Cárcel.
La penetración del barco por la boca de la bahía sorprendía a la derecha con la visión de un parque circular en la zona de La Punta en la cual estaba la estatua del ilustre José de La Luz (trasladado al parque de La Maestranza para colocar allí la estatua de Gómez), detrás de este se observaba una franja de terreno a medio urbanizar en la cual estaba el necrocomio, la enfermería de la cárcel, algunas caballerizas y un insalubre barrio conocido como «Los Fosos«.
La llegada de la República tras el saneamiento de la ciudad por el gobierno de ocupación militar estadounidense retomó el antiguo proyecto colonial de sanear las zonas del reparto Las Murallas. Lentamente se empezó a demoler todo aquello y se procedió a ubicar allí las mejores edificaciones de la ciudad para que el visitante admirara desde el mar las riquezas arquitectónicas habaneras.
El solar de La Punta y el matrimonio Velasco-Sarrá
El matrimonio entre el veracruzano Dioniso Velasco y Castilla y María Teresa Sarrá Hernández se produjo en 1898. Poco tiempo después fallecía el padre de la novia, José Sarrá y Valldejulí, el empresario que había convertido en un imperio la marca Sarrá, dicha compañía se había iniciado a mediados de los años cincuenta del siglo XIX en la hoy famosa farmacia «La Reunión» y Perfumerías Sarrá, ambas ubicadas en la calle Teniente Rey.
Los negocios de los Sarrá los colocaba como una de las familias más ricas e influyentes en la sociedad habanera de aquellos años. Dionisio Velasco entró en política a comienzos de la República y se mantuvo como concejal del Ayuntamiento habanero hasta al menos 1912, año en que se concluye el Palacio Velasco-Sarrá. Su experiencia como ingeniero de Caminos le valió para ser nombrado interinamente Inspector general de Obras públicas y Jefe de la Sección central del propio ramo en la Región Occidental en el año 1897.
La influencia del matrimonio Velasco-Sarrá fue determinante para, después de adquirir varias propiedades individuales en la zona que se levanta la actual embajada de España en Cuba, conseguir que el antiguo callejón de Baluarte se suprimiese ganando espacio y de paso alineando la esquina de las calles Zulueta (actual Agramonte) y Cárcel (actual Capdevila).
Todo lo referente a la unificación de este solar y las diversas propiedades adquirida por la familia para la construcción de su palacio Velasco-Sarrá lo explica magníficamente Alicia García Santana en su artículo (El solar del palacio Velasco Sarrá en el reparto de las Murallas) aparecido en la revista Arquitectura y Urbanismo (no.2, 2011), por lo cual no vamos a profundizar en el tema.
Un torreón, cinco alturas y un atlante que lo sostiene todo
En la esquina de las calles Capdevila y Zulueta (Agramonte) una figura llama la atención de los transeúntes. Entre las modernas cámaras de seguridad y elementos decorativos singulares se impone un atlante que sostiene decorativamente al edificio. El detalle no deja de resultar curioso para quienes cruzan cerca de sus dominios y de la decorada torre saliente que el atlas sostiene sine die.
Aunque el proyecto original del palacio Velasco Sarrá está firmado por el maestro de obras gallego José Mato, según legajos de 1909 conservados en el Archivo Nacional, no son pocos investigadores quienes sostienen que Francisco Ramírez Ovando llevó el peso de la concepción exterior de la residencia.
Ramírez Ovando tenía cierto prestigio en esa época pues había firmado en 1905 el Aula Magna de la Universidad Nacional (de La Habana) y en 1906 había proyectado la residencia de Francisco Pons -hoy museo Nacional de la Música- en el otro extremo de la actual Avenida de las Misiones. Es curioso que este arquitecto cubano terminase de delinear los dos extremos más significativos de la boca del puerto de La Habana.
Aunque de estos dos solo el palacio Velasco-Sarrá era respetado y realzado por Forestier al delinear su avenida del Palacio y Nuevo Malecón (proyecto no ejecutado finalmente con la concepción original). En aquellos momentos, sin embargo, la cárcel de La Habana afeaba la entrada del puerto y además eclipsaba parte de la visión de la residencia de los Velasco-Sarrá.
Esta mole fue demolida entre los años 1936 y 1938 y una vez despejada la visión desde la calle Capdevila el palacio Velasco-Sarrá lució en toda su magnificencia como antesala del palacio Presidencial y la mencionada Avenida de las Misiones, donde el depuesto general Machado pretendía colocar a todas las misiones diplomáticas residentes en el país, proyecto también inacabado.
Modernismo y tradición
A pesar de su abigarrado detalle exterior el palacio Velasco-Sarrá seguía el tradicional esquema de la casa con patio interior central que se extendió por las grandes residencias habaneras durante el período colonial. Este detalle rompía con el estilo vedadense, reparto en boga de la ciudad, y situaba a los Velasco-Sarrá dentro de la tradición interior ibérica, en detrimento de los nuevos rumbos que tomaba la arquitectura cubana.
En los años treinta del pasado siglo el matrimonio de María Teresa Velasco Sarrá y Álvaro González Gordon realizaron modificaciones interiores para incluir un ascensor y otras comodidades que modificaron la concepción original del palacio Velasco-Sarrá. Dicho matrimonio había heredado la residencia tras el fallecimiento de María Teresa Sarrá (1918) y Dioniso Velasco y Castilla (1932) ambos ocurridos en Nueva York.
Otro de los elementos que sorprende al transeúnte es la diferencia entre los soportales que dan a la calle Capdevila, de aproximadamente tres metros, y el de la calle Zulueta (Agramonte) que alcanza los siete metros. Más allá de aspectos decorativos esta diferencia radica en las ordenanzas de construcción vigentes en la ciudad que databan de 1861 y que causaron esta asimetría entre los soportales.
Si el exterior resulta exuberante, el interior de la actual embajada de España en Cuba no lo es menos. Su escalera a tres de tres tramos comienza con una balaustrada y pasamanos de mármol que da paso en el segundo piso a unos balustres de cerrajería metálica y cuyos dibujos evocan formas curvas y vegetales. El último tramo de escalera es de madera, aligerando y aportando un elemento clásico de las residencias cubanas.
El palacio Velasco-Sarrá posee tres pisos, con una biblioteca en el retranqueo que da acceso al torreón superior que corona la magnífica construcción. Desde el 6 de enero de 1984 pertenece al estado Español que le realizó algunas modificaciones acorde con su nueva funcionalidad de consulado y embajada de dicho reino.
Más información sobre este edificio está disponible en el libro «La embajada de España en la Habana» de los autores Francisco Gómez Díaz, Carlos Alonso Zaldívar y Ricardo Quiza Moreno.
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