El antiguo cine Cuatro Caminos – que antes se llamó, aunque por muy poquito tiempo, cine Galván – era un cine de estreno, placero y de barrio que se encontraba en la calle Belascoaín No. 1077 entre Tenerife y Campanario, en Centro Habana, a escasos metros de la famosa esquina de Cuatro Caminos, de la cual tomaría el nombre.

Proyecto del prestigioso arquitecto Enrique Gil Castellanos, el cine Cuatro Caminos se inauguró en el año 1937. Podía acomodar 1 552 espectadores (1 000 en platea y 552 en el balcony) y en el momento de su apertura fue uno de los más modernos de La Habana.

Originalmente el cine se llamó cine Galbán por el apellido de su propietario original; pero fue por tan poco tiempo que prácticamente constituye un hecho anecdótico, pues para todos ha sido siempre el cine Cuatro Caminos.

Cine Cuatro Caminos que en la década del 40 fue adquirido por el empresario Octavio Gómez Castro, quien se asoció con el promotor Celestino Díaz González para insertarlo en el circuito PELIMEX que se dedicaba, casi exclusivamente, a la proyección de películas mexicanas.

Cine Cuatro Caminos de Centro Habana
Así lucía el cine Cuatro Caminos en sus mejores tiempos (imagen tomada de «Los cines de La Habana» de María Victoria Zardoya Louredo y Marisol Marrero Oliva)

Cine Cuatro Caminos del Art Déco al bicitaxi

Gil Castellanos proyectó el cine Cuatro Caminos en riguroso Art Déco, estilo que se había impuesto en Cuba durante la década del 30 y que fuera empleado profusamente en casi todos los cines habaneros que se construyeron en esos años.

En el Cuatro Caminos destacan en particular los vanos escalonados en el portal y los vistosos elementos decorativos de hormigón que se prolongaban verticalmente sobre la fachada y de los que parecía colgar la marquesina que iluminaba la noche de la calle Belascoaín.

Del portal se accedía a un espacioso vestíbulo de doble puntal en cuyos extremos nacían sendas escaleras que daban acceso al balcony que, al igual que la platea, contaba con cómodas butacas tapizadas en rojo. Sobre el techo del cine, el arquitecto Gil Castellanos concibió un lucernario, un elemento tan decorativo como utilitario, destinado a brindar iluminación y ventilación.

La existencia de este lucernario puede ser un indicativo de que en los primeros años de su existencia el cine Cuatro Caminos no contaba, quizás, con sistema de aire acondicionado y que este le fue instalado posteriormente, cuando se extendió el uso de esta tecnología entre las salas oscuras de la ciudad.

Sí existen testimonios de que en los años 50 sí contaba ya el Cuatro Caminos con aire acondicionado; lo que había facilitado que junto al Esmeralda y otros cercanos derivara en uno de los llamados «cines placeros», pues era preferido por el personal del vecino Mercado Único para matar las horas y echar una cabeceada al fresquito mientras esperaban la hora de apertura de sus puestos de labor.

Para complacer a tan peculiar público, el Cuatro Caminos – que desde 1940 se convirtió en el primer cine en funcionar de madrugada – rompía a las 12:00 de la noche con dos películas, entre las cuales intercalaba dibujos animados y noticiarios. Casi siempre se trataba de películas de acción, pero también se pasaban algunas de las películas que la Comisión Revisora de Películas (entiéndase la censura) clasificaba como «escabrosas» y que en las calles les llamaban «de relajo», pues contenían desnudos y/o contenido sexual; aunque no deben confundirse, ni de lejos con las que escandalizaban las noches del teatro Shangai en la calle Zanja.

El cine Cuatro Caminos formó parte junto al cine Palace, el cine Cuba y el cine Manzanares del circuito elegido para estrenar el 29 de noviembre de 1948 la película cubana El vigilante Chegoya. Una comedia de 63 minutos de duración, realizada en blanco y negro con película de 35 mm y producida por Publicidad Borbolla. Las interpretaciones de los populares actores y humoristas Leopoldo Fernández, Aníbal del Mar y Mimí Cal (la legendaria Nananina) les garantizó gran éxito de audiencia.

Últimas décadas de existencia

La entrada del cine Cuatro Caminos costó primero 40 centavos y luego 60, precio este último que mantuvo después de la Revolución Cubana de 1959, cuando el negocio fue nacionalizado por el Estado que lo puso bajo la gerencia del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC); un administrador que, en base a las excelentes condiciones del Cuatro Caminos, lo clasificó como «cine de estreno».

Así se mantuvo el cine Cuatro Caminos estrenando una película tras otra, casi hasta el final de su existencia allá por los años 80 del siglo pasado, si bien desde los años 70, en medio del exitazo que supuso en las grandes pantallas cubanas el filme español «La vida sigue igual» aumentó el costo de su entrada hasta un peso (que igual continuaba siendo muy barato).

Quien esto escribe no ha podido precisar en qué año el cine Cuatro Caminos dejó de brindar sus tandas de madrugadas, pero lo cierto es que después del 59, poco a poco estas se fueron extinguiendo de las noches habaneras hasta quedar sólo las de las 12:00 de la noche del Yara y el Payret (que tampoco existen ya).

El Cine Cuatro Caminos se mantuvo funcionando hasta la década del 80, cuando comenzó a presentar problemas constructivos que provocaron su cierre temporal.

Ya para ese entonces el eje comercial que componían las calles Belascoaín y Monte se había deprimido muchísimo y el mal ambiente comenzó a tragarse al Cuatro Caminos, tanto que muchos consideraron que no valía la pena hacer una inversión que le salvara.

Los problemas se agravaron y un mal día la imponente mole del cine se desplomó. Contaba entonces alrededor de medio siglo de existencia, un tiempo que se antoja relativamente corto para que se derrumbara un edificio de tal envergadura; lo que hace pensar que, tal vez, presentara problemas asociados a su construcción, que por supuesto se vieron agravados por la falta de mantenimiento y el abandono.

Hoy las ruinas del antiguo cine Cuatro Caminos – que llevan décadas afeando el paisaje – son utilizadas como parqueo y ponchera, a la vez que sirven de soporte a varias viviendas colindantes.