El conocido como Cementerio Viejo de Marianao o Cementerio de Los Hornos, por el lugar donde estuvo enclavado, fue el tercer sitio de enterramientos humanos de esa comunidad de las afueras de La Habana y se encontraba situado en la manzana que conformaban las calles de Boquete (actual 108 A), Infanta (Avenida 43), San Juan o Domínguez (108) y la línea del ferrocarril de Marianao, en el actual reparto Buen Retiro.

Originalmente las inhumaciones en Marianao se realizaron dentro de la parroquia de San Francisco Xavier de los Quemados (el primer entierro data de noviembre de 1735) y así se mantuvieron las cosas por más de 70 años, hasta que en febrero de 1806 el obispo Espada prohibió los enterramientos en las iglesias.

Fue entonces que las autoridades eclesiásticas establecieron el primer camposanto que existió en Marianao y que se encontraba a la vera de la misma parroquia de San Francisco Xavier.

Sin embargo, la gran epidemia de cólera que en 1833 azotó La Habana y su comarca colapsó el cementerio debido a la acumulación de cadaveres, por lo que el párroco de San Francisco Xavier pidió a las autoridades que establecieran un nuevo cementerio más alejado de la iglesia para evitar mayores estragos dentro del núcleo urbano.

Del Cementerio Viejo de Marianao al Cementerio de la Playa

Se escogió para su emplazamiento la estancia Hornos situada al sur de la capilla. Este nuevo cementerio, que luego sería llamado «Cementerio Viejo de Marianao» o «Cementerio de Los Hornos» quedaría constreñido por ls posterior urbanización entre las calles Boquete, Infanta, San Juan y la línea del ferrocarril, de cuya trocha le separaba un alto muro de mampuesto.

Ubicación del Cementerio Viejo de Marianao
Ubicación del cementerio de Marianao en un plano del siglo XIX

Como sucedió con muchos cementerios tempranos, la ciudad lo alcanzó pronto y ya en los albores de la década de 1880 más que una ventaja representaba un incordio para las autoridades que lo percibían como una amenaza para la salud pública.

En 1884 ante el riesgo de otra epidemia de cólera, el obispo Ramón Fernández de Pierola ordenó la clausura del cementerio viejo de Marianao y dispuso que todos los cadaveres fueran conducidos al Cementerio de Colón.

Sin eembargo, apenas un año después, el mismo obispo Pierola se vio obligado a reabrir las puertas del Cementerio Viejo de Marianao, ante el disgusto y perjuicio que provocó entre los más pobres esta medida que los obligaba a gastar mucho dinero en el traslado de sus difuntos hasta La Habana.

Pierola ordenó entonces construir un nuevo camposanto o, en su defecto, ampliar el existente; pero esto último chocó con la oposición de la Junta de Sanidad, y como no se pudo conseguir ningún terreno conveniente las cosas se mantuvieron igual hasta el año 1888 en que se abrió un nuevo cementerio – que vino a ser el cuarto en la historia de Marianao – y que se conoció como «Cementerio Nuevo», «Cementerio de la Playa», «Cementerio de Acevedo», «Cementerio de Casanovas» o «Cementerio de Corojos».

Por su parte, en el Cementerio Viejo de Marianao se prohibieron los enterramientos y en 1916 sus terrenos fueron vendidos a la «Compañía Urbanizadora de Buen Retiro» por 10 000 pesos. Los restos que aun quedaban en el camposanto fueron trasladados al Cementerio de Colon.