En aquellos pases de enero de 1898 el famoso matador se despedía, sin saberlo, de las plazas de toros de La Habana. La aprobación del decreto militar que ponía fin a las corridas de toros en Cuba no limitó la presencia del virtuoso torero, que legó a la ciudad una de las frases más legendarias para elogiar la dificultad de una tarea. Junto a varios asociados poderosos, serían los Mazzantini quiénes impulsarían el Jai Alai, que sería el gran entretenimiento peninsular en la Cuba republicana, con la apertura del Palacio de los Gritos.

El precio de las entradas variaba entre los palcos y el público general, pero el más caro solía ser similar a lo que se pagaba por entrar al teatro Tacón. El ambiente festivo era amenizado desde temprano por algunas bandas de música, en los mejores tiempos, y en horas bajas se juntaban algunos músicos que pasaban posteriormente el sombrero por el perímetro de veinticuatro metros de la plaza.

Algunas curiosidades

Este diseño era ideal para construir los famosos Panoramas que ofrecían, mediante el dibujo, una visión en 360° de un hecho histórico en concreto. En La Habana existieron al menos dos lugares conocidos por los panoramas expuestos. Por una parte en la calle O’Reilly, casi llegando a la esquina con calle Monserrate donde estuvo una conocida ferretería, y el antiguo Circo Jané que en sus inicios sirvió como zona de exposición de estos dibujos artísticos.

En contraposición con la plaza de toros de Infanta, la más antigua de Belascoain, tenía un diseño similar al de la plaza de toros de Santiago de Cuba que se observa en la imagen. Completamente redonda solo modificaba su aspecto exterior en el breve frontis jónico por el cual se accedía al interior del recinto. Ambas plazas poseían un aforo similar.

Los grandes toreros de la época pasaban temporadas en La Habana. Andaban Mazzantini y Guerrita paseando su «masculinidad» por los salones del Albisu y el Alhambra, junto a los muchachos de la Acera y encabezando bailes de máscaras en el Tacón. Poco a poco el baseball rompía moldes por el Vedado y se emplazaba en Carlos III el primer diamante del Almendares Park.