El Habana Baseball Club fue el primer gran club de beisbol de la isla. Hoy traemos una crónica sobre el Club Habana, escrita por un periodista deportivo, ex jugador del Almendares.

Nos permite sambullirnos en el mundo beisbolero de la década de los 80 del siglo XIX, y al mismo tiempo nos asombra la profesionalidad con la que un ex rival caracteriza a los Leones.

La crónica ha sido tomada del libro: «El baseball en Cuba: historia del baseball en la Isla de Cuba«, de Wenceslao Gálvez, publicado en La Habana en 1889.

Habana Baseball Club

No sé si en otro lugar he dicho algo del primer club de pelota organizado en Cuba, más hoy tengo por seguro que al «Habana» le corresponde el primer puesto cronológico.

Después de algunos años en los que sus fundadores -jugaban indisciplinados y solo por distracción, acordaron formalizarlo y consiguieron su propósito en el de 1878.

A este club «Habana» primitivo lo he visto retratado en la Secretaria de la extinguida Glorieta, retratos iluminados aquellos, y orlados por una corona de laurel.

El principal orgullo de este club es el título de Champion que desde 1878 acá solo ha perdido dos veces que le venció el «Fe», aunque en una de ellas no le fue conferido el título al carmelita sin que esté justificada la negativa.

Tapete del Habana Baseball Club

Por lo mismo que casi siempre ha ganado, el número de sus simpatizadores es cada vez mayor. De sus champions, el más glorioso fue el de la temporada de 1885 a 86 en el que se presentó el «Almendares», formidable.

Aquella temporada comenzó el «Almendares» haciendo juegos brillantísimos. Dos veces consecutivas propinó al «Fe» 9 skunks, le hizo al Carmelita treinta y ocho carreras por ninguna y derrotó al «Habana» en un desafío de 12 por 10, sin tener catcher, pues se inutilizaron Ignacio García, Ramón Hernández y Domínguez.

El «Habana», en su antígua Glorieta reducida a cenizas, ha celebrado muy buenas fiestas, bailes por lo general. Es el club que ha pagado y que paga mejores sueldos, pues a su eterna aspiración es tener vinculado el título de invicto.

A los jugadores, si bién se les trata en horas de práctica con algún rigor, los atienden los de la Directiva, llevándolos de fiesta en fiesta y obsequiándolos casi constantemente…

A cuántos jugadores he visto en el terreno del baseball descalzos, sin corbata y sin chaleco y poco tiempo despues los he visto en «Las Tullerías» y en «El Casino» comiendo pescado a la gratén, foi-grars, guinea a la manchega, gelatina de pavo y huevos a la créma. A cuántos he visto trocar el calañés de chocolate por el jipijapa y usar leontina de oro y reloj de niquel.

Anoto este hecho aunque no sea más que por evidenciar la influencia civilizadora del juego de pelota. El roce de estos pocos que han subido, con las personas muy cultas que practican dicho sport, y los partidarios de cada club que intimaron con ellos, los han sacado de aquellos focos de corrupción en que se desenvolvían por falta de recursos los mayores y de dirección los segundos.

Hoy todos se confunden y son admitidos en nuestras sociedades principales, muchos de los cuales fueron compañeros míos en las luchas peloteras y hoy amigos a quienes distingo. Los que saben elevarse valen más que los que proceden de elevada alcurnia y descienden.

Es el «Habana» un propagador entusiasta del baseball y a su iniciativa se debe el ingreso en el último champion de los clubs «Progreso» y «Matanzas».

Esteban Bellán, Habana Baseball Club.

Ha tenido jugadores notabilísimos:
Bellán, (el maestro Bellán) Francisco Saavedra, Emilio Sabourín (en su buena época) Pablo Ronquillo, uno de los mejores batsmen de Cuba, Alejandro Castillo, de vista privilegiada, (me parece que estoy haciendo una revista de baile) Arcaño, Víctor Plana, cedido al «Matanzas» por espíritu de propaganda, Antonio García, (éste hay que ponerlo con versalita para distinguirlo de los demás) Fernando Santana y otros.

En cuanto al bello sexo no ha estado nunca mal el club rojo, pues he conocido a muchas señoritas como Juana de Póo, Ponce, Lluy, Díaz, Castillo, Garrido y Praty.

Para mí es el verdadero club. Todo está perfectamente organizado. Tiene terreno propio y los jugadores gozan de muchas
comodidades, como guardarropía, duchas.

Su directiva no puede ser más galante y obsequiosa con el público y con los socios del club, y sus miembros (los miembros de la directiva) velan por el orden en el terreno en los días de juegos, haciéndose secundar por la policía para evitar escándalos e impedir que la horda arroje pedradas a los jueces y a los jugadores.

A principios de esta temporada obsequió a sus jugadores con un almuerzo banquete al que asistieron el Sr. Rodríguez Batista y varios indivíduos de la prensa periódica. Y allí, en la mesa, demostraron con sus atenciones la refinada cultura que poseen.

No tiene el «Habana» la culpa (como no la tiene ningún otro club) de que algunos de sus simpatizadores, durante los matchs griten y gesticulen, pues la sociedad es de recreo y no de educación.

Sin embargo, he visto a varios indivíduos de la directiva acallar a los alborotadores, sobre todo, los de la Glorieta que olvidan
a menudo la deliciosa compañía de las damas que contribuyen al sostenimiento del Baseball con su asistencia a los juegos. Pero el Baseball es egoista y absorve la atención del expectador hasta ese extremo: el de olvidar a las damas.

¡Y hay cada una, que vale más que todos los champions jugados y por jugar…,!