Sancti Spíritus pertenecía al Departamento Militar Central cuando nació Néstor Leonelo Carbonell en 1846, año célebre en la Isla porque el alza del precio del azúcar enriqueció a muchos. De niño y adolescente estudió en las escuelas espirituanas de Montiniano Cañizares, el padre José Benito Ortiguera y Honorato del Castillo, quien luego sería uno de sus jefes militares.

Su padre, Eligio de Jesús Carbonell y Rodríguez, acaudalado propietario de la rica hacienda ganadera Los Melones y de otras fincas, lo educó en el culto a las buenas costumbres y le proporcionó a toda la familia una vida acomodada. La madre, María de la Encarnación Figueroa y Marín, mujer refinada y culta, se encargó de transmitir a sus hijos el amor a las letras, a la poesía y a las artes. Ella contribuyó a que Néstor Leonelo no sólo fuera soldado valeroso, sino también periodista, poeta y maestro.

Si del padre asimiló aquel espirituano el conocimiento de la producción agrícola y ganadera, y de la madre le vino la veta literaria y la afición por las buenas lecturas, de ambos heredó su rechazo al dominio colonial y sus sueños de libertad e independencia. En las tierras de la familia se convirtió en jinete de excelencia, lo que tanto le valdría después en la guerra para salvar la vida una y otra vez. Poseedor de una memoria excepcional,  fue además un encantador conversador y hombre de reconocida modestia ajeno al egoísmo y al afán de provecho personal. En sus escritos reflejó su buen gusto literario y su musa permanente fue Cuba.

Néstor fue discípulo de su amigo Honorato del Castillo y Cancio, el padre de la revolución en Sancti Spiritus, quien sería también su jefe inicial en la manigua.[i] En 1866, contrajo sus primeras nupcias con la espirituana Tiburcia Valeriana Malta de Cuellar con la que tuvo siete hijos, de los que solo dos alcanzaron la edad adulta: Eligio y Natividad. Cuando los villareños se levantaron en armas, el 6 de febrero de 1869, Néstor L. Carbonell encabezó las acciones en el partido de El Jíbaro, jurisdicción de Sancti Spiritus, por lo que fue el iniciador de la Guerra de los Diez Años en el territorio del actual municipio La Sierpe, donde es reconocido como Mártir del Municipio.

Durante la Guerra Grande participó en numerosas acciones combativas, entre ellas el asalto a Tunas de Bayamo, el 16 de agosto de 1869, bajo el mando del general en jefe del Ejército Libertador Manuel de Quesada, quien lo ascendió a capitán por su arrojo ante el enemigo. Vuelto a Las Villas participó en los reñidos y sangrientos combates de los ingenios San José, San Agustín y San Antonio, Paso de Cataño, Santa Elena, Guasimal, Santa Teresa, Atollaosa y Meloncitos. Su vida castrense terminó en 1875 cuando fue apresado, casi muerto de hambre, y obligado a abandonar la lucha bajo la vigilancia permanente de las autoridades.

Un año más tarde ajustició a un famoso bandido y capitán de guerrilleros por lo que fue juzgado y condenado a muerte, conmutada por prisión ante la trágica desaparición de su esposa y cinco hijos durante la epidemia de fiebre tifoidea de ese año. Tras escaparse del tren que lo conducía a la cárcel, vivió clandestino en La Habana, Santiago de las Vegas y Alquízar hasta concluida la Guerra Grande. Trabajó de estibador en los muelles, mayoral de una finca, auxiliar en un bufete, maestro de escuela y administrador de un ingenio en Alquízar. La paz del Zanjón le amargó profundamente y comprendió que la lucha habría de reanudarse en algún momento. 

Entre septiembre y diciembre de 1879, Néstor Leonelo Carbonell viajó a Haití y se instaló en la ciudad de Jacmel con el fin de vincularse a los cubanos independentistas residentes en aquel país. Desde allí intercambió cartas con Antonio Maceo, también exiliado en suelo haitiano, quien le encargó recolectar recursos para la causa cubana. Fracasado aquel esfuerzo, regresó a Cuba, y se instaló en Alquízar donde casose con Eloísa Rivero y Brito, con la que tuvo siete hijos: Candelaria (Candita), José Manuel, Néstor, Blanca, Gaspar, Juan y Miguel Ángel. Dos de ellos -Néstor y José Manuel Carbonell Rivero- serían de los iniciadores de la divulgación del pensamiento de Martí en Cuba.

En aquellos años de frustración posbélica Néstor Leonelo Carbonell no cesó de protestar contra la tiranía que ejercía España en Cuba, aunque en la prensa sólo podía escribir de temas literarios pues no le estaba permitido dar opiniones políticas.

En 1888, enfrentado al mismo tiempo al gobierno colonial y a los autonomistas, se vio precisado a emprender el camino de la emigración. Cayo Hueso fue su primer destino. Allí fundó una escuela y escribió para periódicos, tanto locales como de La Habana y México. Mas, como rechazó con firmeza y protestó públicamente contra la pretensión de importantes sectores locales de llevar la revolución a Cuba de la mano del bandolero Manuel García −quien se autoidentificaba como Rey de los campos y Cacique de toda la isla de Cuba− disgustó a muchos y el funcionamiento de su escuelita fue bloqueado, a tal punto que se vio obligado a cerrarla.

En tales condiciones no tuvo otra alternativa que abandonar Cayo Hueso y continuar su peregrinaje. En el segundo semestre de 1889 llegó a Tampa, donde tan vital papel desempeñaría para la causa cubana.

Al nuevo barrio tampeño de Ibor City[ii] llegó casi sin recursos, acompañado de su esposa y ocho hijos: tres del primer matrimonio y cinco del segundo. En esa joven ciudad, el generoso Cornelio Brito −un comerciante negro rico, amable y fraternal− le tendió la mano para que abriera una escuela que le proporcionara el sustento.

Pronto, Néstor Leonelo se distinguió en el círculo local de emigrados revolucionarios. Allí fundó, con Pedro Pequeño, El Cubano, órgano de los trabajadores; la librería-biblioteca La Galería Literaria, centro de reunión de los emigrados y fuente principal de textos para los lectores de tabaquerías; los periódicos La Contienda (1890 y 1897) –cuyo machón rezaba: “semanario radical cubano”− y El Mosquito (1897). Además, dirigía la revista Liceo Cubano, órgano de la sociedad homónima, que empezó a publicarse en 1890.

El 10 de mayo de 1891, Néstor Leonelo Carbonell realizó su obra cumbre en la emigración: fundó, en Ibor City, el club Ignacio Agramonte, llamado a convertirse en uno de los principales baluartes de la revolución que se avecinaba. A nombre de esta institución, asumió la trascendental iniciativa de invitar a Martí para visitar Tampa, en noviembre de 1891, y hablar a los patriotas en la velada cultural que se planeaba en beneficio del Liceo Cubano.[iii] Desde entonces se convirtió en un ferviente admirador, amigo y colaborador del Apóstol.

Sobre los pormenores de aquella visita se ha escrito mucho y bien, sobre todo a partir de los textos de José Martí y Néstor Leonello. En relación con este viaje, se estableció entre ellos una correspondencia cruzada que incluyó tres comunicaciones remitidas por Martí a Néstor Leonello. Al llegar Martí en su primera visita a Tampa, a la 1.00 am del 26 de noviembre de 1891, bajo lluvia espesa y constante, era el prócer espirituano quien encabezaba la multitudinaria bienvenida en el andén de la terminal.

Estacion de Tampa 1890
Estacion de Tampa 1890

Al día siguiente, Martí recorre la Tampa cubana con Néstor Leonelo Carbonell, Ramón Rivero Rivero y Andrés Sánchez Iznaga, visita que incluyó la fábrica Príncipe de Gales del acaudalado propietario español Vicente Martínez Ibor, simpatizante activo de la causa cubana, y el pujante barrio de Pino City, ya conocida como West Tampa.[iv] Ese primer día almorzó con la familia Carbonell y conoció a Eloísa y la numerosa prole, donde se destacaban los jóvenes Eligio y Natividad (Talita) del primer matrimonio de Néstor, quienes se convertirían en efectivos promotores del Partido Revolucionario Cubano en diferentes localidades de La Florida y aún más allá.

En la tarde noche de ese día 26 se efectúa una reunión del club Ignacio Agramonte donde se decide el regalo de una pluma y un tintero a Martí que le entregaría la niña Candelaria (Candita) Carbonell. Asimismo, se aprueba la proposición de Eligio de nombrar al invitado como presidente del club, sin que otro pudiera ocupar el cargo salvo por razones muy atendibles.

En la noche se realiza un gran acto en el Liceo Cubano donde hablan Néstor Leonelo Carbonell y Ramón Rivero, se presentan números de canto, música y poesía –entre los declamadores está el adolescente José Manuel Carbonell, de once años− y Martí pronuncia su extraordinario discurso “Con todos y para el bien de todos”. Al siguiente día, el orador se reúne con los plenos del club Ignacio Agramonte y la Liga Patriótica Cubana, en la que fue iniciado, acordándose que hablara esa noche en la velada de recordación de los sucesos del 27 de noviembre. En la ocasión, pronuncia otra de sus arengas más trascendentes: “Los pinos nuevos”.

Liceo cubano de Tampa
Liceo cubano de Tampa

Al siguiente día, se efectuó un gran banquete de despedida a Martí en el Liceo Cubano, organizado por la Liga Patriótica Cubana y el club Ignacio Agramonte. En ese acto la emigración cubana en Tampa adopta, por ovación, las Resoluciones de Tampa, redactadas por Martí y un grupo de patriotas y leídas por Ramón Rivero. La niña Candita Carbonell le entrega la pluma y el tintero, recuerdo de la emigración tampeña, y el Apóstol pronuncia un discurso conmovedor. Según Rivero Muñiz, en él Martí aseguró:

“nunca me ha parecido más hermoso el fondo del hombre, ni Cuba más segura de su destino”.

Varios autores, incluyendo a Martí y Néstor Leonelo Carbonell, hacen referencia a esa pieza oratoria y su recepción en el vibrante auditorio, pero aún no se ha encontrado −o no se hizo− registro taquigráfico de él. Según Néstor Leonello:

[…] nuestro orador, con treinta minutos de plazo para marchar, experimentando dichas indecibles, apoyado en la cabeza de la mesa, pronuncia la oración más grandiosa de su vida, y se desborda el entusiasmo; los aplausos y los vivas resonaron largamente, y entre el oleaje de gente que se acercó a nuestro patricio, se oyó la voz de: —En marcha!!”

Más de cuatro mil compatriotas –prácticamente toda la colonia cubana−, encabezados por Néstor Leonelo Carbonell y los miembros del club Ignacio Agramonte, desfilaron con banderas, antorchas y la Banda Cubana de música y le dieron una despedida multitudinaria en el paradero de Tampa. La descripción que hace Néstor Leonello de la marcha es de una plasticidad digna de disfrutar:

Las anchas escaleras eran muy estrechas para el inmenso gentío que se agolpaba, perdiéndose la vista en el mar de cabezas humanas que ocupaba una cuadra.

En la calle, en el más perfecto orden, fueron colocándoselas diferentes Sociedades que allí se encontraban: en primera línea el Club Ignacio Agramonte, la Directiva del Liceo Cubano, la Liga Patriótica, la Fraternidad, diferentes Compañías de bomberos con uniforme, diferentes Clubs de pelotas etc., etc., y el pueblo entero; todas estas Sociedades con sus respectivos estandartes. Las antorchas iluminaban el espacio é imprimían al acto un mágico esplendor. La música tocó un himno bellísimo, y se abrió la marcha. La comitiva ocupaba tres cuadras de extensión: personas competentes calcularon 4,000 personas.

Compostura admirable. ¡Qué cuadro!

En el Paradero. — Nadie presenció, nadie concebía en Ibor City que hubiera un acto capaz de reunir allí a todo un pueblo, sin distinción de clases, ni nacionalidades, ni condiciones.

El tren y …. ¡adiós! ¡adiós!

La pluma no puede decir qué fue lo que quedó en nuestras almas ni lo que se llevó José Martí.

A los pocos días, Néstor Leonelo Carbonell recogió las arengas martianas del 26 y el 27 en un folleto titulado “Por Cuba y para Cuba. Dos Discursos. Con todos, para el bien de todos y Los pinos nuevos” que se imprimió en Tampa. Sus cinco mil copias fueron financiadas por la emigración tampeña y se hicieron llegar gratuitamente a las emigraciones y a los patriotas de Cuba.

A partir de entonces, Néstor Leonello rompería muchas lanzas en defensa de Martí ante los enemigos, de dentro y de fuera, que lo acosaban en su brega patriótica. La primera de estas lides fue precisamente con su viejo amigo Enrique Trujilloquien, en diciembre de 1891, hace impugnaciones en El Porvenir a las Resoluciones de Tampa y aboga por convocar una irrealizable “Convención Cubana” con presencia de representantes de las múltiples comunidades de emigrados.

La segunda fue al estallar el llamado Conflicto con Roa y Collazo −ocasionadapor la supuesta ofensa de Martí a los veteranos en su discurso del 26 de noviembre en Tampa− cuando Néstor Leonelo Carbonell, preocupado por los peligros que podría ocasionar a la naciente obra de unidad del Apóstol y haciendo uso de su condición de presidente del club Ignacio Agramonte, comisionó a sus amigos de La Habana, Raimundo Cabrera y Manuel de la Cruz, para mediar en el malentendido. No obstante, en la Junta del club del 18 febrero de 1892, pudo explicar a sus compañeros, lleno de satisfacción, que dicha intervención se tornó innecesaria porque ya el trastorno se había solucionado tras la mediación de una comisión enviada por Cayo Hueso, tal y como Martí le explicara, tras recibir el acta −firmada en la Habana por comisionados y querellantes− que daba por zanjado el incidente para bien de la patria.

Por todo lo antes expuesto, el 14 de febrero, cuando Martí pronuncia su célebre “Oración de Tampa y Cayo Hueso”, donde informa a la colonia de New York lo ocurrido en La Florida, las referencias al primero de los Carbonell son varias y sentidas:

¿Y aquel convite de Tampa primero, que fue de veras como el grito del águila? […] La madrugada iba ya a ser ¡bien lo recuerdo! cuando el tren que llevaba a un hombre invencible, porque no lo ha abandonado jamás la fe en la virtud de su país, arribó, bajo lluvia tenaz, a la estación donde le dio la mano, como si le diera el alma, un amigo nuevo y ya inolvidable  que descansó junto al arroyo al lado de Gutiérrez, que oyó a Joaquín Palma en las veladas de la selva, que montó a caballo al lado de Castillo.

Al efectuarse la primera elección general del Partido Revolucionario Cubano, el 8 de abril de 1892, participaron los veinticuatro patrióticos que ya habían aprobado los documentos constitutivos, de los treinta y cuatro existentes en aquel momento en el exilio. En Tampa votaron los dos fundadores: la Liga Patriótica Cubana y el Ignacio Agramonte. No fue de extrañar que en las elecciones del Cuerpo de Consejo del Partido Revolucionario Cubano fuera electo como primer presidente, por su prestigio revolucionario largamente cimentado, el viejo e incansable luchador Néstor Leonelo Carbonell. Solo pudo dirigir el Cuerpo de Consejo entre mayo y junio de 1892. Ante sus agobiantes problemas familiares decidió no continuar en la dirección y cedió el puesto a Ramón Rivero, uno de los líderes más respetados de la comunidad y diez años más joven que él.

Entre el 17 y 20 de julio, cuando ya Néstor Leonelo Carbonell no tenía cargos importantes en la dirección local del Partido Revolucionario Cubano, José Martí visita Tampa en compañía de José Poyo, Carlos Roloff y Serafín Sánchez. Apoteósico fue el recibimiento dado por los clubes tampeños a tan digna comitiva, con marcha y acto en el Liceo Cubano, visitas a fábricas de tabaco, reunión del Cuerpo de Consejo y sesión general extraordinaria del Club Ignacio Agramonte. Por entonces la situación de salud era tan angustiosa en la casa de los Carbonell que el patriarca no pudo asistir a las actividades patrióticas convocadas. Su pesar era tal que le escribió a Martí para darle explicaciones públicas de su ausencia. El Delegado le respondió con cariño, mediante una nota reivindicativa que publicó en Patria bajo el nombre del compungido amigo:

Con pena patriótica nos escribe de la querida y valerosa Tampa el señor Néstor L. Carbonell, padre del Club “Ignacio Agramonte” y factor siempre visible en los trabajos patrios, a fin de que de público conste, como a Patria por testimonio personal constaba, que la ausencia del distinguido compatriota de las festividades cubanas en los días de la excursión reciente del Delegado del Partido Revolucionario y de sus compañeros, se debió a sus angustias domésticas, que eran muchas entonces, por la enfermedad de cuatro hijos. Vana es la pena del amigo de Tampa, que en verdad se desvive por ayudar a la conquista de la independencia que, en los días de la juventud, mantuvo a campo abierto con su propio brazo.[v]

Nestor Leonelo Carbonell y la defensa del ideario martiano

Cuando se acercaba la hora de reiniciar el combate, el veterano Carbonell se preparó para partir a la guerra pero Martí lo desautorizó y le orientó que debía permanecer en Tampa cumpliendo tareas del partido. Tras la muerte del Apóstol, el recuerdo del jefe y amigo continuó vivo en su memoria y se empeñó por conservarlo y defenderlo. Así, en las inciertas circunstancias de inminente intervención de los Estados Unidos en Cuba, y creciente aburguesamiento de la dirección revolucionaria, formó parte del grupo de emigrados radicales de La Florida quienes, preocupados por el cariz de los acontecimientos, trataron de crear mecanismos para sostener el plan martiano de república por el cual tantos habían caído y se habían realizado los mayores sacrificios.

Con esos fines, el 10 de julio de 1897, Néstor Leonelo Carbonell intenta constituir una Sociedad de estudios políticos, históricos y económicos con el fin de ir preparando

“en los grandes principios de libertad, igualdad y fraternidad al pueblo cubano, ávido siempre de todo lo grande y de cuanto resultase provechoso a su patria”.

La intervención norteamericana y los acontecimientos precipitados del segundo semestre hicieron inviable la existencia de la Sociedad. 

El 31 de diciembre de 1898, llenos de dudas ante la victoria insegura, pero dispuestos a entregarse a la creación de la patria independiente, Néstor Leonelo Carbonell regresó a Cuba con sus hijos Eligio y Néstor. Durante la Primera Ocupación (1899-1902) apenas obtuvo trabajo como conserje del Instituto de La Habana, impartió algunas clases y escribió artículos para el periódico La lucha. Durante el primer gobierno republicano (1902-1906), Néstor Leonelo fue miembro de la Junta Organizadora de la Biblioteca y Museos Nacionales de la Isla de Cuba y ocupó el puesto de Segundo Jefe del Archivo Nacional. Al final de ese período se ganó el odio del presidente Estrada Palma por oponerse abiertamente a sus planes reeleccionistas, lo que le valió la cesantía de su cargo.

nestor leonelo carbonell
nestor leonelo carbonell

El ilustre veterano también condenó con firmeza la Segunda Intervención; sin embargo, en el gobierno del primer general-presidente, José Miguel Gómez (1909-1913), este lo elevó al rango de Jefe de Sección en la Secretaría de Gobernación y más tarde le confió la Jefatura del Archivo de la Presidencia de la República. En el de Alfredo Zayas (1913-1917), fue encarnizado oponente de la corrupción desatada por el deshonesto mandatario y cuando, en 1917, el presidente Mario García Menocal dio la brava electoral para elegirse, estuvo entre los que se opusieron. No obstante, a diferencia de Tomás Estrada Palma, Menocal lo respetó en su puesto.

En esos años iniciales de la república, Néstor Leonelo se entregó a la misión de divulgar la obra martiana. Junto con sus hijos, José Manuel y Néstor, fue uno de los primeros panegiristas del Apóstol en momentos en que aun era más conocido entre los exiliados retornados que entre los residentes en la isla. Para contribuir a esa causa, en la sala de su casa habanera, en la calle Amistad, se creó el Ateneo de La Habana, fundado y presidido por su hijo José Manuel.

Su principal contribución historiográfica fue el libro Resonancias del pasado (1916),que incluye doce textos de su autoría, entre los cuales se encuentran el ya citado “Martí en Tampa” (Tampa, 1891) y dos de carácter polémico: “Para la historia” y “La patria está para nosotros por encima de todo” (Tampa, 1898). Estos últimos dirigidos a esclarecer algunas tergiversaciones en torno a la relación de la emigración tampeña y el club Ignacio Agramonte con José Martí y el surgimiento del Partido Revolucionario Cubano. Todos los textos están consagrados a dejar testimonio de momentos de la historia patria donde el autor tuvo participación directa.

En reconocimiento a sus servicios a Cuba, en 1920, el Congreso le aprobó una pensión vitalicia que sólo pudo disfrutar unos tres años, luego de trabajar hasta bien avanzada edad. Su salud cedió a dos operaciones de los riñones y murió en La Habana, el 8 de noviembre de 1923. Su fallecimiento fue noticia nacional. “Todos en Cuba somos hoy dolientes”, aseguró entonces Enrique José Varona. Néstor Leonelo, a quien por su fabulosa memoria sus amigos apodaron la imprenta ambulante, murió tan modestamente como había vivido, y solo en esa hora final recibió el homenaje unánime de sus contemporáneos.

Entierro de Nestor Carbonell
Entierro de Nestor Carbonell

Su obra de rescate, promoción y revalorización del mensaje martiano prendió en sus hijos y nietos quienes le dieron continuidad.


[i] Mario Valdés Navia: “La masonería verdadera y los próceres del 68 en Sancti Spiritus”, Portal José Martí, 2011. Disponible en http://www.josemarti.cu/?q=dossier&nid=3785&pos=1, e Informe de investigación: La Familia del Castillo en las luchas por la independencia de Cuba(Sancti Spiritus, 2000), inédito.

[ii] Fundado en 1886 a partir de la llegada del acaudalado Vicente Martínez Ibor y sus obreros, a los que siguieron numerosos fabricantes de tabaco y obreros con sus familias. Se convirtió en la comunidad de cubanos más grande en los Estados Unidos.

[iii] Instituto docente patriótico considerado una “sociedad artística literaria”, ubicado en el caserón de madera que ocupara la primera fábrica de Vicente Martínez Ibor, donada por el dueño a la comunidad. En él se educaban gratuitamente los socios y sus hijos. Al llegar Martí lo dirigían: Gonzalo Pérez de Guzmán (P); Antonio V. Ramos (V); José Gómez Santoyo (T) y Eligio Carbonell (S). El director maestro de la escuela nocturna era Néstor l. Carbonell. Fue sede de la Liga Patriótica Cubana, de la fundación del club Ignacio Agramonte, del recibimiento a Martí en la madrugada del 26 y el acto de despedida, el 28, donde se leyeron y aprobaron las Resoluciones de Tampa. El 5 de febrero 1892 sus miembros  acordaron nombrar a José Martí como Socio de Mérito.

[iv]West Tampa: También denominada Cuba City. Fundada a fines de 1891 como una extensión inmediata hacia el oeste de Ibor City, fue conocida primero como Pino City. En menos de un lustro se levantaron las casas, fábricas, comercios, escuelas, iglesias, y fue tomando el rostro propio que aún la distingue. Precozmente crecida, mereció gobierno propio en mayo de 1895, con casi 3,000 habitantes. Su primer Alcalde electo fue el prócer bayamés Fernando Figueredo Socarrás.

[v] “De Tampa. Néstor L. Carbonell”. Patria. 13 de agosto de 1892. OC, T 2, p.115. El énfasis es mío.