Esta es la historia de un capitán azul, que quería ser informático, ingeniero… gimnasta y terminó de pelotero, haciendo grande un número que no escogió, un niño inquieto que respondía al nombre Carlos Tabares Padilla.
Tabares, como otros grandes beisbolistas, se benefició de las habilidades adquiridas en otros deportes, como la gimnasia o la esgrima. Gracias a ellos adquirió reflejos, destreza par realizar volteretas, y perfeccionó el control de la velocidad. Con estas herramientas, que tenía y no sabía, un día a los 8 años, en el área especial de Ciudad Libertad, fue captado para el béisbol.
Transitó la pirámide -¡esa gran responsable de que durante décadas Cuba produjera tanto talento!- con una singular característica: «era out por regla«. Hoy parece increíble, pero el Carlos Tabares niño/adolescente no bateaba, sin embargo su habilidad defensiva era tan apreciable que pudo seguir en la pelota.
Poco a poco, con tesón y mucha práctica, como Changa Mederos antes, Tabares dominó el arte de batear. Tanto que terminó con excelentes números, 309 de average en 19 series nacionales, incluidos 1956 hits en el total de torneos participados.
Llega el 56 y Carlos Tabares no lo usa
A sus 16 años es llamado a una preselección nacional, el adolescente no cabe en sí de gozo, se esfuerza al máximo y revienta la preparación, pero es dejado fuera. Sin embargo, puede que ese haya sido uno de los momentos más definitivos de su carrera, pues llegó a sus manos la camiseta con el número 56. Sin embargo, Carlos Tabares estuvo a punto de no usarla nunca.
Suele ser habitual que los muchachos procesen con dificultad las emociones fuertes, más si sienten que se ha sido injusto con ellos. Ese, precisamente, fue el caso del «pequeño Tabares», quien juró no jugar más al beisbol.
Más el padre, comprensivo y sabio, explicó al adolescente los momentos en que hay que crecerse, y no dejarse vencer. No podía saberlo entonces, pero 19 años de la historia azul dependieron de ese consejo.
Cuenta el propio Carlos Tabares, que al terminar de hablar con su padre, tomó en sus manos la camiseta con el 56 y le dijo algo así como: «Vamos a hacer grande este número». Tan grande lo haría, que decidió retirarse en la serie 56, para hacerle honor.
El otro Tabares
Carlos Tabares tal vez sea el único cubano que ha compartido escenario con figuras tan diversas como: Óscar de León, el Insurrecto y el Chacal, cantando lo mismo salsa que reggaeton. Por asuntos como ese se ganó el apelativo de «el pelotero de la salsa«, y aún hoy cuenta entre sus cosas por hacer, el cantar en solitario en un escenario con una gran orquesta detrás.
Lo más llamativo, en los cientos de entrevistas concedidas por Tabares, es su facilidad de palabras y su capacidad comunicativa. Le gustaba la cámara, y a ella le gustaba él. ¿El secreto? Carlos Tabares siempre ha sido un gran lector de todo tipo de libros: deportes, novelas, testimonios…
¿Y la picardía? ¿Puede alguien explicar de dónde le nacía? Tal vez de donde mismo le brotaba la sangre fría, esa falta de nervios a la hora cero. Cuando te salta del guante la bola en lo profundo del jardín central, y mientras la ves caer, en fracciones de segundos, te das cuenta que ahi se va la gloria olímpica de una nación a la que sólo le importaba esa medalla; entonces, la recuperas del piso, levantas el guante, te das la vuelta con el en alto, mientras -para presionar- corres como loco hacia el banco y el árbitro, ingenuo, decreta el out.
El otro Carlos Tabares, pese a las cámaras, las orquestas famosas de salsa, o las declaraciones públicas, es un hombre tímido, aunque actúe con Pánfilo, le haya pedido el autógrafo a Derek Jeter, o del Primer Clásico Mundial se haya llevado más de 300 fotos con estrellas de la MLB.
¿De dónde sacó su estilo? La respuesta traduce una parte del carácter conciliador del «lince giraldillo», pues mientras los aficionados nos desgastábamos entre si Victor o Javier, Carlos Tabares los fundió a ambos, del «zurdo azul» tomó la calma a la hora de batear y del «loco naranja» la explosividad.
Hoy miramos atrás y vemos una gran carrera, en una época gloriosa del beisbol cubano, sin embargo también Carlos Tabares tuvo sus años de ostracismo, motivados por un oscuro funcionario que al final se equivocó. Más el capitán, como le había enseñado su padre, tomó el sunto de frente y regresó por la puerta grande a la selección nacional.
Se retiró como Víctor y Javier, en plenitud de forma, 19 años después de haber debutado con los azules. Hoy se deja el alma en el rescate de la pirámide entre los talentos jóvenes, dice que al restaurarla dirigirá a los Industriales, en el regreso al Latinoamericano de su gran capitán.
Trackbacks/Pingbacks