Salvador Samá y Martí fue un empresario español de la primera y segunda mitad del siglo XIX. Considerado como uno de los hombres más influyentes y acaudalados de Cuba, la Corona española le concedió el título de Marqués de Marianao, población de la que sería su más importante benefactor.

De origen humilde, como muchísimos españoles que encontraron su tierra prometida en Cuba, Salvador Samá nació en Vilanova i la Geltrú en Cataluña el 13 de abril de 1797, pero emigró a la Siempre Fiel alrededor de los 15 años en busca de fortuna.

En la Antilla mayor lo tomó bajo su protección uno de sus tíos, Pau Samá Parés, quien había hecho fortuna en la Isla como armador y negrero.

A la muerte de su tío Pau, Salvador Samá heredó todos sus intereses, revelándose como un hábil hombre de negocios capaz de multiplicar varias veces la fortuna heredada de su pariente.

Fundador del Banco Español de la Isla de Cuba, su influencia en el gobierno colonial fue enorme. A él acudían en busca de consejo los Capitanes Generales quienes lo nombraron Presidente del Tribunal del Comercio, Regidor del Ayuntamiento de La Habana, Teniente Alcalde, Consejero de Hacienda; a la vez que sus paisanos lo honraban con la presidencia de la Sociedad de Beneficencia Naturales de Cataluña y la Sociedad de Fomento de Marianao.

Salvador Samá I Marqués de Marianao

En recompensa por los numerosos servicios prestados a la metrópoli española, la Corona colmó de honores a Salvador Samá:

Fue senador del reino, coronel de milicias, recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Orden de Carlos III y el 10 de diciembre de 1860, fue ennoblecido con el título de Marqués de Marianao, localidad a la que había consagrado su desvelo y sus caudales.

Marianao progresó durante la mitad del siglo XIX en gran medida gracias a la labor filantrópica de Salvador Samá quien presidió su Sociedad de Fomento, a través de la cual se consiguió unir esa localidad con La Habana a través del ferrocarril, construir el teatro, la valla de gallos y comenzar la urbanización de los primeros repartos de la que llegaría a ser conocida como la «Ciudad que Progresa».

Salvador Samá Martí, Marqués de Marianao, falleció en La Habana el 22 de junio de 1866 y sus funerales fueron presididos por el mismísimo Capitán General de la Isla de Cuba. Fue sepultado en el antiguo Cementerio de Espada, pero 20 años después los restos fueron exhumados y trasladado a Cataluña.

En su testamento legó al pueblo de Marianao los fondos necesarios para la construcción y el sostenimiento de sus iglesia, la cual fue llamada Salvador del Mundo en su honor.

Agradecidos los marianenses llamaron Samá a la Calle Vieja (hoy Avenida 57) y el 10 de octubre de 1921, durante las celebraciones por el inicio de las guerras de Independencia, acordaron que su retrato estuviera presente en todas las sesiones del Ayuntamiento.

Desconoce el que esto escribe si todavía se encuentra allí, probablemente no… los tiempos, los poderes y la percepción del pasado han cambiado; pero debería estar, porque, más allá de las circunstancias que le rodearon y de su forma de pensar, nadie nunca hizo tanto por Marianao. Así lo reconocieron hasta sus propios adversarios politicos al conocer su muerte:

«Cualesquiera que hayan sido las opiniones del finado (…) ha dejado un recuerdo en el país (…) y el país tendrá siempre gratitud por los que contribuyan a su adelanto y progreso.»

Periódico «El Siglo»